Dos poemas de Héctor Carreto

Presentamos un texto del poeta, traductor y antologador mexicano Héctor Carreto (Ciudad de México, 1953). Mereció el Premio de Poesía Aguascalientes en 2002 por Coliseo. La UNAM publicó su Poesía portátil. 1979-2006. Publicó, entre otros libros, ¿Volver a Ítaca? , Naturaleza muerta , La espada de san Jorge , Habitante de los parques públicos , Incubus , Antología desordenada , Coliseo y El poeta regañado por la musa, antología personal.

 

 

 

 

 

 

Habitante de los parques públicos

 

 

Era el ocaso de la infancia. En el bosque, me tocaste. ¡Encantado!

Era el juego de la mano que toca y petrifica, de la mano, ala en vuelo, que cada tarde nos perseguía entre los arbustos. ¡Encantado!, ¡desencantado!

Me tocaste. Insectos de cristal resbalaban por el mármol de mi frente. El uniforme azul marino ostentaba galardones de guerra, lodo en las rodillas y en la punta de cada zapato.

La primera señal del neón silbó el final del juego. Entonces mis colegas volaron a sus altos condominios. Tú, amiga, ganaste la vanguardia.

¿Volverás mañana?, pensé, encantado, como el amante que bajo el faro soporta la tempestad, aguardando una señal en la ventana del cielo, o como la cariátide que imagina frente al mar el regreso de los navios.

Aterido, permanecí muy quieto, hasta que una mano —tu mano— rompiera el hechizo.

Sólo las niñas de mis ojos tenían permiso de salir y columpiarse, conversar entre el follaje y cantar bajo los kioscos.

Estas niñas sollozaron frente a la púber que estrenaba las primeras medias y al nagual que le rasgó aquel nailon, bajo un aguacero incapaz de apagar el dolor del incendio.

Asistieron al entierro de un pepenador, sepultado por hojas y envolturas de plástico.

A la sombra de un roble desahuciado flameaban gargantas gemelas de hombres desiguales.

Más allá, el matrimonio de volcanes poblaba el frío estanque del cielo.

Con el adiós de las aves diurnas, mis niñas dieron la bienvenida a sus primos, los oídos.

Sobre mis hombros, pequeños seres con alas describieron tus juegos en otros parques. Encantados, mis ojos te perseguían a través de sus voces.

Por los agujeros brotaban inquilinos contagiosos, excitadas navajas y relámpagos negros, los reptiles.

De un torso caliente brotaba el plumaje de acanto, abierto por un pistilo de acero.

Y mientras las flores de la noche abrían sus capas y salpicaban a la luna con sus fragancias, imaginé una vez más el palacio sin archiduque con las luces prendidas.

Bajo esa luna herida, el bosque se transformaba en algo como misterio en opulencia.

Bajo esa luna que, con su nieve tibia, quiso hacer • del parque un mausoleo, casto como el ángel sobre la tumba.

Señora de la Noche, cuéntame de aquella que, sonámbula, clamaba por su hijo perdido.

Al final de la noche, señora, sólo dos brasas permanecieron insomnes.

Con los primeros vidrios que tímido dejaba caer un sol recién nacido, alguien barría la noche y sus desechos:

El corazón esculpido en un tronco, las flores del óxido, un guante non de granito y la huella veloz de tu zapato.

La mañana navegó eterna, con mujeres que empujaban carriolas y hombres atisbando letras de periódico.

Las bocas del ansia mordían naranjas con sal; los cuadernos, colgando, babeaban números.

Llegaron mis amigos y, ya sin tobilleras, ya sin uniforme; con el mismo nombre aunque con otro cuerpo; con el mismo rostro aunque con otros ojos, también reías.

¿Venías acaso a continuar el juego?, ¿o a practicar otro?, ¿o a observar cómo despiertan los niños?, ¿o a cerrar el círculo con una tiza?

Desafiando la mirada de los héroes sobre sus pedestales, paralizados por una orden, los filos de una mano alcanzan a su presa.

Cobijados por el ahuehuete más anciano, tus labios sienten mi boca fría. ¡Desencantado!

 

 

 

 

 

 Subasta

 

¿Quién da más?

32 años, divorciada, dos hijos,

cicatriz en el monte de Venus,

mil y una historias en moteles.

Sin embargo ¿quién da más?

¿Qué jovencita luce mejor esos tacones

y el escote a punto de, como dedo en el gatillo?

¿Qué dedos acarician mejor el piquito del gorrión?

¿Qué rosa tiene la boca más roja y carnívora?

¿Cuál hechicera destila mayor experiencia en la cama

y en la no cama?

¿Qué hada regala más amor?

Quién da más a la una

Quién da más a las dos

Quien da más a las tres.

 

 

 

 

 

Librería

También puedes leer