Reproducimos la entrevista que Javier S. Burgos le ha hecho a la poeta española Raquel Lanseros en Jot Down. Raquel Lanseros (1973) es una de las autoras más significativas de la poesía española contemporánea. Ha publicado recientemente, bajo el sello de Hiperión, el poemario Las pequeñas espinas son pequeñas.
Yo tuve un cielo claro de abuelos y de estrellas,
una casa en solsticio y un jardín en el alma.
Con musgo construimos la noche más extensa
mientras el río y la nieve celebraban sus bodas.
(«Villancico Remoto», de Las pequeñas espinas son pequeñas).
Me cito con Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973) en el Palacio de los Patos de Granada. En los últimos años, Raquel se ha convertido en una de las voces más destacadas de la poesía española contemporánea. Llega apresurada a la cita. Se disculpa amablemente, se recompone y se ofrece, desde el primer momento, a cumplir con los requerimientos de la entrevista, que poco a poco se convierte casi en confesión entre dos amigos que todavía no comparten la sensación de haberse conocido. Irradia una dulzura universal, susurra sus palabras suavemente y desliza bajo sus pensamientos una vitalidad que caracteriza a partes iguales a su poesía y a su persona. Se trata de una poeta madura a pesar de su juventud, y transmite el amor por la palabra delicada combinándola con versos combativos, luchadores, que recuerdan a los olvidados, o que dibujan otras geografías lejanas. Por la ventana del salón entra una cálida luz que inunda la estancia, mientras afuera la tarde se consume encendiendo de naranja los lirios del estanque.
Bienvenida a tu tierra.
Sí, a mi tierra natal, Andalucía, que en poesía tiene mucho peso. Dentro de España es la región poética por excelencia.
¿Poeta o poetisa?
Esta es una antigua disyuntiva. Siempre hay personas que le tienen una manía especial a cualquiera de los dos términos. A mí no me molesta poetisa, sinceramente. Hay compañeras a las que les molesta mucho poetisa porque les parece despectivo. A mí me parece que, desde un punto de visa etimológico, no lo es. Poeta en España se utiliza más, ya casi como si fuera epicene para todo. Sin embargo, me gusta poetisa; en Hispanoamérica lo utilizan mucho. Ninguna de las dos me parece despectiva, ni mucho menos. Ya la palabra poeta, que en griego significa «el creador», nos viene grande. Fíjate que en italiano o en francés, que tiene la misma raíz como lenguas hermanas que son, me gusta mucho: dicen poetesse o poetessa. Me parece todavía más hermoso que poetisa. En cualquier caso, es un honor esa palabra; ya digo que nos queda grande siempre, así que cualquiera de las dos me vale.
¿Cuándo decidiste ser poeta?
Como he dicho antes, la palabra poeta es una palabra muy grande, hay que tratarla con cuidado. Desde luego, el gusto por la poesía, el gusto por la palabra, y esa tendencia casi innata, si se puede decir sin parecer cursi, a escribir versos, a leer poesía, yo la recuerdo desde la más tierna infancia. Y la mayoría de los poetas que yo conozco, con los que tengo muy buena relación y confianza como para que me cuenten sus orígenes, en esto coinciden. Hay también casos de poetas más tardíos e incluso poetas aparecidos en la senectud, porque hay casos para todo. Pero, en general, es cierto que el gusto por la palabra y el gusto por la palabra escrita, en concreto por la poesía, que dentro de la literatura es un género muy particular, suele darse desde la infancia. Es una tendencia que no tiene tampoco necesariamente que ver con que haya en tu familia personas que se dediquen a la poesía. Siempre es bueno, aconsejable, ayuda para esto y para cualquier cosa, que haya libros en casa. Tuve esta suerte; había libros de poesía en mi casa. Mi madre es una gran lectora en este sentido. Desde niña pude curiosearlos, abrirlos, sin la tensión del horario escolar. Ese trato especial con la palabra musicada, con la palabra rimada y con la palabra poetizada, en mi caso, viene de la infancia.
Hoy me estaba acordando yo de Oliverio, el poeta bohemio de El lado oscuro del corazón.
Que es un homenaje a Oliverio Girondo.
Sí, de hecho, empieza con uno de sus poemas. Oliverio quiere ser poeta, y se niega a ser otra cosa. ¿Se puede ser poeta ahora mismo, en los tiempos que corren?
El lado oscuro del corazón es una película de culto. Tenía dieciocho o diecinueve años yo cuando estaba en cartelera. No estuvo mucho tiempo, no es muy comercial; pero sí que ha rodado bastante entre nosotros. Ya en aquellos tiempos, te hablo hace veinte años entonces, vivir de la poesía, ser poeta como oficio de manutención, era casi una utopía. En ese sentido, los tiempos han cambiado a peor. Las teorías económicas imperantes hoy en día en el mundo occidental —EE. UU., Europa occidental y Japón— se han deshumanizado cada día más. Hoy en día impera un capitalismo absolutamente inhumano y salvaje que aleja aún más la poesía, y todas las artes, pero la poesía en particular, y casi la poesía puede ser una metáfora de las artes en el sentido de que es la menos comercial, la aleja todavía más de la posibilidad de tener la poesía como un modus vivendi. Veinte años después nos encontramos, curiosamente, con un mundo aún más hostil que aquel Buenos Aires y aquel Montevideo donde Oliverio intentaba pedir a los conductores no lavándoles parabrisas, sino recitándoles un poema.
Yo creo que es muy complejo, y que el mundo, tal y como va, quienes lo controlan, que no quiere decir que sea la mentalidad imperante de la gente, van en sentido opuesto a nosotros, a los ciudadanos. A la gran mayoría de los ciudadanos olvidada, desoída, nos corresponderá poner la poesía en su sitio, y sobre todo el ser humano en su sitio, porque desde luego no tiene ningún sentido que el dinero, que no es más que un instrumento creado por el hombre, tenga más importancia que el hombre. Alguien decía el otro día que poner el dinero en el lugar central del mundo es como poner a los trinos en vez de a los pájaros. Todos sabemos que es una teoría, un estado de cosas, que contribuye a fomentar los intereses de unos pocos. O sea, no es casual.
Desgraciadamente no nos gobiernan poetas.
Desgraciadamente los poetas no nos gobiernan y escasamente han gobernado el mundo. Porque otro gallo hubiera cantado, sinceramente.
¿Por qué Las pequeñas espinas son pequeñas?
Esa reiteración —hay quien ve una anadiplosis; no es exactamente una anadiplosis, aunque sí es una figura reiterativa—, esa pequeñez, obviamente alude a la falta de importancia, a la posibilidad de remontar las espinas, que no es más que una metáfora del dolor. Si te vas al Diccionario de la Real Academia Española verás que espina, además de ser físicamente lo que todos conocemos de una flor, es también sinónimo de pesar, de aflicción, de pena. En ese sentido, el libro intenta reivindicar la vida por encima de los pequeños dolores que son inevitables; por otro lado, los pequeños contratiempos que vamos a ir encontrando a lo largo del camino, que a veces son grandes. El hecho de repetir la palabra pequeño intenta significar que, incluso a pesar de los dolores, la vida merece la pena siempre, y se debe abrir paso, debemos dejar que se abra paso. Es lo único que tenemos, y solo faltaba que nos amargaran la dicha de vivir.
Es decir, que damos demasiada importancia a temas menores, ¿no?
Sí, estoy convencida, y entono el mea culpa. Creo que todos nosotros, a lo largo de nuestra vida, hemos dicho alguna vez «y por qué sufriría tanto por aquello». Una vez que ha pasado el tiempo nos damos cuenta de que no tenía tanta importancia. Las cosas que importan en realidad son muy pocas. Sin embargo, estamos continuamente siendo menos felices, afligiéndonos por cosas que no tienen tanta importancia, y al final una vez que uno sobrepasa ese escollo se da cuenta de que era una espina pequeña.
Hay versos de tu libro que me han parecido muy sugerentes. Por ejemplo, los de «¿Y si siempre comenzase ahora?». Tal vez por deformación profesional, me ha parecido que este poema es una metáfora del alzhéimer. ¿Qué te parece?
Pues no lo había pensado. No lo había interpretado así. Quizá una de las cosas más hermosas de tener la suerte de publicar libros y que haya alguien que los lea, o que los descifre, es como tú sabes que la literatura, y la poesía en particular, es un trabajo a medias. El que lo escribe hace la mitad y el que lo lee hace la otra mitad. De hecho, si un poema no lo lee nadie, está un poco muerto. Entonces, cuando lo interpretas así, le das una vida que yo era incapaz de insuflarle. Y tienes razón. Efectivamente, para una persona enferma de alzhéimer, o para una persona que sufre algún tipo de demencia, siempre está comenzando ahora. Y cuál es el límite del siempre… ¿Cuando nosotros nacemos? ¿Por qué? Es una fecha inocua de la historia, por lo cual efectivamente todo puede estar siendo continuamente reseteado.
El lector de poesía es un poco el lector macho del que hablaba Cortázar, ¿no?
Sí… Claro, el lenguaje de macho y hembra es verdad que ha envejecido mucho. Por razones obvias. Pero sí, el pensamiento de Cortázar, que era el de lector proactivo, el que se esfuerza y pone de su parte, sí creo que es el lector de poesía. De hecho, la poesía apela a una de las inteligencias más castigadas por los sistemas educativos, de manera más o menos involuntaria, como lo es la imaginación. La imaginación es una de las grandes capacidades de la inteligencia humana, y de alguna forma ha sido desdeñada como la loca de la casa, la utópica, la poco pragmática, la poco realista, cuando muchas de las cosas de que disfrutamos hoy, si alguien no las hubiera imaginado antes de existir, nunca habrían logrado realizarse, en todos los terrenos de las conquistas humanas.
Hay gente que dice «me cansa la poesía». Porque la poesía requiere un esfuerzo por parte del lector. El lector añade su propia biografía, su propio prisma, su propia sensibilidad, su propia visión de las cosas, su propia imaginación, sus propios paisajes personales, y eso junto con lo que el escritor escribe da lugar a algo que nunca es lo mismo en caso de cada lector. Por eso la poesía se sigue leyendo después de siglos, y sigue dando un resultado igual de productivo; porque las experiencias humanas no son tan distintas, y los lectores siguen añadiendo cosas que aunque son del tiempo actual sí que encajan con otro tiempo pasado.
¿Qué supone para ti publicar tu primer libro, Leyendas del promontorio?
Todavía me acuerdo, fíjate, de la sensación. Se suele decir que para vivir plenamente, además de hacer otras muchas cosas, hay que tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. O publicar un libro, porque si lo dejas en el cajón de tu mesilla tampoco tiene tanta gracia. La gracia del arte y de la literatura, en general, es compartir con el resto de seres humanos. Entonces, la primera vez que uno ve su nombre impreso en la portada de un libro… Aunque no creo que el nombre importe demasiado, yo en ese sentido estoy de acuerdo con Manuel Machado. Y digo bien Manuel, aunque obviamente mi preferido es Antonio. En este sentido Manuel tenía razón cuando decía que el mayor privilegio de que podía gozar un verso en el imaginario colectivo era ser recordado una vez que ya fuese olvidado quien lo escribió. Cuando la gente dice «Caminante no hay camino…» hay quien no sabe que eso lo escribió Machado, pero la gente lo dice. O la gente dice «Cuán gritan esos malditos». Todo el mundo sabe decir algún verso del Tenorio, todo el mundo sabe decir versos de La vida es sueño… Y hay quien no sabe ni cuándo vivió Calderón, y algunos no llegan a saber ni quién era Calderón. Pero esos versos hoy pertenecen al pueblo. Por eso digo que lo de la autoría da un poco más igual. Pero volviendo a lo que me preguntabas, de que algo que salió de tu cabeza o de tu corazón, por decir esos dos polos que ambos son la inteligencia, verlo plasmado y hecho físico con la posibilidad de ser transmitido es una emoción intensa, la verdad. A mí me hizo una gran ilusión, una gran alegría.
Has inventado una palabra, Croniria, que da título a uno de tus libros.
Es un vocablo inventado. No es un neologismo, neologismo es cuando se extiende y lo utiliza la gente. Croniria no, croniria es como Trilce de Vallejo. No comparándome, a millones de kilómetros del maestro Vallejo. Cronos es el tiempo y oniria por ensoñación. El tiempo y los sueños, los sueños dentro del tiempo, qué hace el tiempo con nuestros sueños… o cómo nuestros sueños se van modificanto con el tiempo.
¿Vivimos actualmente en una Croniria?
Creo que vivimos en una discroniria [risas].
Hay bastantes referencias geográficas en tu poesía. ¿El poeta viaja o el viajero escribe?
El poeta, si tiene suerte, viaja. Creo que los poetas ahora viajan más que en épocas anteriores. Todo el mundo viaja más ahora. Hace cien años era imposible ir a una agencia de viajes, comprarte un paquete e irte a ver Viena, Praga y Budapest en una semana. Eso es una cosa buena en nuestros tiempos, no todo iba a ser malo… Se viaja más. Y el poeta también. Pero el viajero escribe es también otra forma de decir lo mismo, o decir casi lo mismo. Porque yo creo que el viaje, que es una metáfora de la vida —eso muy bien lo sabía Machado, y mucho mejor lo sabía Homero—, tiene un inicio y tiene un final, y en el camino suceden cosas. Entonces, el viaje dentro del viaje siempre nos llena de motivos. Es muy difícil que un viaje no te haga aprender cosas, tratar con personas diferentes, ver otros paisajes, tener otros puntos de vista, probar otro sabor, aprender palabras… Todo esto, desde el punto de vista de la creatividad, es muy enriquecedor. No siempre, pero sí, los viajes son potencialmente inspiradores.
Tienes una fuerte conexión con el mundo anglosajón. ¿A qué se debe?
Fíjate que yo soy muy crítica con el mundo anglosajón. Aparte de que he estudiado Filología Inglesa, fui a Irlanda siendo una niña, he vivido en EE. UU. de joven, un año. Lo conozco bastante bien. Lo conozco todo lo que puede conocerlo una persona que ha estudiado su cultura, su literatura, su lengua. Por lo tanto, disfruto mucho de la literatura en lengua inglesa sin tener que traducir, lo cual me parece una suerte. También soy crítica con ese mundo porque yo no dejo de ser integrante del mundo hispano, y el mundo hispano ha sido muy maltratado por el mundo anglosajón, sobre todo en América. También en Europa, pero en América es como más evidente.
Cuando empecé a estudiar Filología Inglesa, que tenía dieciocho años, estaba más imbuida de amor hacia el mundo anglosajón, luego he ido reforzando mis propias raíces, mi propia identidad, que está basada en el mundo hispano como lengua materna, y la lengua materna no deja de ser el instrumento del que se sirve un poeta. Es decir, los comprendo y los admiro, pero sé que mi sitio no es el suyo.
¿Qué lugares comunes comparten Raquel Lanseros y Edgar Allan Poe?
Edgar Allan Poe es anglosajón, estadounidense, pero también es cierto que es un estadounidense del siglo XIX. Los EE. UU. del siglo XIX y los actuales son lugares muy distintos. Los EE. UU. actuales son un producto que empezó a generarse desde principios del siglo XX, y Edgar Allan Poe no vio lo que nosotros vemos ahora. Como buen poeta, además de la época romántica, es lo que ellos llaman un outcast, un forajido, una persona incomprendida en su época. Y de todas maneras sigue siendo un incomprendido ahora, porque por ejemplo la leyenda negra que se generó de manera errónea por un albacea suyo, que lo dibujó a los ojos del mundo como un hombre borracho, desequilibrado, cuando era todo lo contrario, pues ahí sigue. La gente no se molesta en indagar. No sé por qué pero un mal chisme se queda más en la mente de las personas que la mejor de las verdades, y esto no sé bien por qué sucede, pero es así. Edgar Allan Poe era una persona de una inteligencia brillante, muy superior a la media, lo cual es una obviedad viendo lo que él escribió, y por lo tanto una persona bastante inadaptada a la época que le tocó vivir. Como siempre, a las personas muy brillantes les cuesta mucho vivir en cualquier época, porque en general en la historia de la vida humana hay mucho de crueldad, hay mucho de falta de sensibilidad.
Pero tú no compartes estas cosas con Edgar Allan Poe.
No, no. Hasta ahora estaba tratando de crear una analogía. Estaba dibujándolo a él y todo lo que yo admiro en él. Siempre estoy muy muy a favor de los perdedores, en el sentido más hermoso de la palabra, de los dominados, de los incomprendidos. En ese sentido admiro mucho la figura de Edgar Allan Poe.
¿Con él qué comparto? Pues no sabría decirlo sin que fuera un acto de soberbia. Nadie es buen juez y parte. No puedo osar compartir nada con Edgar Allan Poe. Lo que sí he compartido ha sido unos cuantos meses de traducción de su poesía. En esos largos meses en los que estuve traduciendo veinticinco poemas de amor suyos que han salido publicados en la editorial Valparaiso, la labor de traducción era una especie de acto de inmersión absoluta dentro de su universo, porque para traducir no solamente hay que saber el significado de las palabras, sino el significado en contexto. Además, cometí la osadía, de esas osadías que solo se cometen por admiración y por filiación admirativa, que es traducir su poesía con rima, tal como él la escribió. Por otro lado, no se me hubiera ocurrido ponerle rima a alguien que hubiera escrito verso libre.
Por ponerte un ejemplo, un parangón en lengua española, Bécquer, alguien que vivió más o menos en la misma época un poquito más tarde. Imagínate Bécquer sin rima, sin esa musicalidad. La poesía romántica tiene todo eso. Quería trasladar, dentro de las limitaciones que siempre tiene el trasvase de poesía de una lengua a otra, además dos lenguas que no se construyen exactamente igual ya que una es latina y la otra germánica, aunque ambas tengan mucho vocabulario romance. Fue una historia de amor en diferido a través del tiempo, dos siglos después. Imagínate ciento noventa años después para intentar trasladar a nuestra lengua todo un universo amoroso, todo un universo desgarrado, todo un universo también oscuro y triste, pero también vital que supone la figura de Edgar Allan Poe, que es posiblemente el poeta americano más conocido fuera de las fronteras de EE. UU. y el más leído sin duda. Yo creo que seguido por Walt Whitman.
Ya que hablas de poesía romántica y citas a Bécquer. Cuéntanos qué son los hijos de Mary Shelley.
Los hijos de Mary Shelley es un proyecto con este nombre hermoso. A mí el nombre me parece un absoluto hallazgo, que es mérito del novelista Fernando Marías, que se ha convertido en un gran amigo precisamente a raíz de estar en este proyecto, en Los hijos de Mary Shelley. Le conocí por motivos literarios. Es un hombre admirable desde muchos puntos de vista, pero sobre todo porque a pesar de que lleva muchos años en primera fila dentro del mundo de la narrativa sigue conservando lo mejor de una persona muy joven: la imaginación, la frescura, la creatividad, la espontaneidad, esa mirada desprejuiciada al mundo. Le gusta mucho la fantasía, y todo lo que tiene que ver con la fantasía. Entonces, él ideó un proyecto porque le daba la sensación que en narrativa España adolece de fantasía, como frase genérica, que luego obviamente hay excepciones. Pero como literatura genérica narrativa, le parecía que era una de las carencias. Así que decidió juntar con ese maravilloso título de Los hijos de Mary Shelley a narradores y empezó con escritores de prosa que sintieran una pulsión, un gusto especial hacia el terror, hacia la fantasía, incluso hacia la ciencia ficción. Entonces empezó a crear una plataforma en la que mucha gente escribía, actuaba… Yo me adherí el segundo año de vida, llevo ya tres años en este proyecto escribiendo poesía. Él no obvió la poesía porque Fernando, a pesar de que no escribe poesía, sí es un gran lector de poesía y un gran admirador de poesía, y yo siempre estoy muy agradecida con eso y le digo «¿por qué nos miras a los hermanos pobres?», y le tomo el pelo con el cariño y la confianza que tenemos. Lo abrió también a la dramaturgia. Hay una chica que se llama Vanessa Montfort, que es una gran escritora que forma parte del proyecto. También lo quiso feminizar. Entiéndeme bien, Mary Shelley era una mujer, la única mujer en aquella famosa reunión en Villa Diodati en el verano de 1816 que llevó a término aquello que idearon para pasar aquel verano tan frío, que hubo una especie de verano boreal y que no hacía calor en Europa: «Vamos a escribir una novela de terror». Entre todos los presentes Lord Byron, John William Polidori, el propio Percey, el marido de Mary… La única persona que escribió una novela, que además paso a ser una novela fundacional desde el punto de vista del género del terror, de la ciencia ficción, fue Mary Shelley. Así que Fernando se dijo que hay que apostar por mujeres de diferentes géneros que supongan un empuje. En ese momento estábamos Espido Freire en la narrativa, Vanessa en la dramaturgia y servidora en la poesía.
Y hemos hecho cosas tan interesantes como intentar difundir los clásicos entre la gente joven, que creo que es algo fundamental, que la poesía se difunda desde edades tempranas. Luego es más difícil, si no, acercarse a ella. Hemos hecho desde traducciones de John Keats al español, adaptaciones al rap, grabarlo en vídeo… Hemos hecho historias con el propio Poe, con Neruda, con Miguel Hernández, Antonio Machado, con nuestros propios poemas… Y hemos montado una especie de espectáculo que cada vez está creciendo más, y que ahora lo llamamos Compañía Literarioteatral, porque tenemos como referente a La Barraca, ahora que estamos en Granada. Obviamente está a años luz, aunque es nuestro referente. Porque también Lorca, sobre todo Lorca, tenía ese proyecto de acercar la literatura a la gente. Y esto pretende inventar cauces que, sin degradar un ápice la calidad y la profundidad de la literatura, sean capaces de acercarse a los chicos, a las chicas y a gente de todas las edades. Hemos hecho cosas en residencias de ancianos, en teatros, en un cementerio… y así se ofrece un formato más atractivo sin banalizar en absoluto. Y para esto incluso nos vestimos de damas y caballeros decimonónicos, actuamos. Y la gente se va bastante contenta. Yo creo que como proyecto es apasionante. Justo lo que se necesita en estos tiempos grises, para reactivar la sensibilidad y el gusto por la palabra. Además, el terror tiene mucho encanto para mucha gente.
Eres una poeta muy premiada para tu juventud. ¿Cómo te sientan los premios?
Allegro ma non troppo, como dicen los italianos. Una ya va teniendo unos años, y dicen que en la poesía cuando te dicen poeta joven cuando estás muy entrado en años, es mejor que un lifting [risas].
No en serio, no creo que los premios hagan mejor a un libro. En eso hay que ser muy humilde. Tampoco lo hacen peor, como quieren hacer ver otros. Es cierto que consiguen algo que de otra manera hubiera sido muy difícil, en mi caso y en el caso de mucha gente como yo, que vive en una provincia. Cuando empecé yo vivía en Murcia, estaba trabajando como profesora de instituto allí. No conocía a nadie dentro del mundo de la poesía, a ningún editor. Sabes que la poesía no genera unas grandes ganancias para los editores, y normalmente no aceptan manuscritos tampoco. De manera que los premios son ese cauce que le queda al poeta enfebrecido y al letraherido que en casa escribe… Es el único cauce de una persona normal que no tenga suerte, como es el caso del noventa por ciento de los poetas, para intentar publicar en una editorial, que de otro modo sería absolutamente imposible, y yo creo que es el rol positivo que juegan los premios, el ser capaces de descubrir o abrir la puerta a personas que escriben y leen poesía. No hay ninguna persona que escriba sin leer. Hay quien dice que una palabra escrita son cien leídas, yo creo que son más de mil. Hay que leer mucha poesía para escribir poesía.
Los premios son uno de los pocos mecanismos democráticos, porque te permite acceder a publicar. Yo por ejemplo publiqué en Adonais, que es una colección mítica en lengua española y concretamente la más antigua que existe en España, empezó en el 43, y ahí sigue. Iba a decir ininterrumpidamente, pero no es cierto, en la posguerra hubo un par de parones.
También has publicado en Visor, en Hiperión…
Sí. Son las editoriales emblemáticas de poesía en España, a las que una persona que no tenga una trayectoria ya consolidada no tiene acceso. Es la pescadilla que se muerde la cola. Lo que rompe ese círculo vicioso son los premios. También es cierto que hay un componente grande de azar… Tiene que darse el caso de que a esas personas les guste tu libro, lo cual aparte de una gran satisfacción también es una suerte. Y tampoco eso hace mejor el libro, pero sí que es una llave a una habitación que, de otro modo, estaría tapiada. Es lo que yo más agradezco a los premios.
Acabas de aterrizar de Verona, cuéntanos, ¿qué has hecho allí?
El 21 de marzo es el Día Mundial de la Poesía. En Verona está localizada la Academia Mundial de la Poesía, que tiene miembros de los cinco continentes. Está radicada en Verona porque en Verona nació Catulo, porque en Verona pasó varios años Dante, y porque es el escenario en que se basó Shakespeare para escribir su Romeo y Julieta. De hecho, la gente va a ver la ventana de Julieta y casi nos olvidamos de que es un personaje de ficción. Es más real Julieta que muchas damas que vivieron de verdad, igual que es más real el Quijote que muchos manchegos del siglo XVII.
Todos los años, coincidiendo con el equinoccio de primavera, se celebra la Jornada del Día Mundial de la Poesía. Siempre invitan a poetas ribereños del Mediterráneo. Había un poeta francés, una poeta brasileña que ha vivido en Portugal y ahora vive en Roma, y yo tuve la suerte de que me invitaron como representante de España. Todos los años se hacen homenajes a diferentes poetas coincidiendo con el centenario de su nacimiento. Este año se festejaba un poeta italiano nacido en 1914 y fallecido en 2005, que se llama Mario Luzi, que es un representante de lo que llaman el hermetismo, que es una corriente poética muy importante en Italia, sobre todo en el periodo de entreguerras. Entonces, allí, en el Museo Maffeiano, que es un lugar absolutamente emblemático, no solo porque tiene unos salones y unas lámparas de cristal espectaculares, sino porque el propio Mozart tocó allí con dieciséis años, y ellos se encargan de recordarlo con una insignia de mármol en el propio museo. Pues estuvimos homenajeando a Mario Luzi y estuvimos leyendo obra propia. Para mí lo más importante, aparte de poder compartir con tantos grandes artistas y poetas de Italia, es que soy una apasionada de las lenguas. Estudié Filología, luego hice Filología Francesa, hablo unas cuantas lenguas, me encanta estudiarlas. Tengo la suerte de hablar italiano desde los dieciocho años que me dieron una beca y pasé tres meses en Roma. Yo misma me traduje los poemas al italiano, luego se los mandé a un amigo mío italiano, porque nunca se puede traducir en una lengua que no sea la propia, y él se encargó de corregirlos, ponerles los puntos, las comas, cambiarles el vocabulario, las concordancias y todo eso, y yo los leí. Eran poemas de Las pequeñas espinas son pequeñas. Bien es cierto que el italiano es una lengua hermana, no es idéntica, la gramática es diferente pero sí es una lengua hermana en ritmos, tonos, cultura… Entonces leerle a esa audiencia poemas en italiano y ver cómo respondían, medir la temperatura, comparar con lo que pasa en España… para mí fue un auténtico privilegio y una gozada. Lo pasé muy bien.
Acostumbras a hacer muchas lecturas públicas de poemas. ¿La poesía debe estar en la calle o debe estar en la reflexiva intimidad de la casa de cada uno?
Creo que la poesía, como no deja de ser parte de los seres humanos, puesto que de la humanidad nace, debe estar siempre en todos los lugares donde estén los seres humanos: en la calle, en la intimidad reflexiva, en los salones, en los ríos, en las verbenas… La poesía es un sinónimo de la vida.
… y en los prostíbulos como Oliverio.
La escena del grandísimo, y ahora ya fallecido, Mario Benedetti, recitando en alemán en el burdel a las cinco de la mañana ante una prostituta aburridísima que lo escucha entre la paciencia y la conmiseración… Esa escena es una de las más brillantes de la historia del cine. Si la hubiera filmado Woody Allen así hubiera sido, sin duda. Volvemos a lo del mundo anglosajón que se ha impuesto como canon. Yo lucho porque lo hispano también sea un canon mundial. Es una imagen tierna, absolutamente evocadora y llena de dulzura. Por eso la poesía tiene que estar en los prostíbulos, tiene que estar en el piso sexto donde la vecina peina a su hermana. Yo creo que la poesía tiene que convivir con la calle, la poesía no puede estar en una torre de marfil, en una biblioteca aislada de la calle. Yo creo que la poesía pertenece al pueblo, puesto que es una disciplina que del pueblo mana en realidad. Pertenece a la humanidad entera y por tanto adaptándose a los diferentes contextos la poesía tiene que habitar todos los registros humanos.
Por eso necesitamos un Día Mundial de la Poesía.
Además, no es casual, me lo estaban diciendo este fin de semana en Verona, no es casual que sea el equinoccio de la primavera, que es cuando el mundo renace. La poesía es un renacer a aquello que verdaderamente es humano e importa.
¿A qué poetas españoles de tu generación no nos debemos perder?
Pues mira, como estamos en Granada, voy a decir los dos poetas granadinos de mi generación que yo creo que son imprescindibles, cuyos nombres son Daniel Rodríguez Mayo y Fernando Valverde. Grandes poetas. Después, si quieres voy por regiones, en Galicia hay una poeta que se llama Yolanda Castaño, que escribe en gallego pero que también se traduce al español, ha publicado en Visor y en muchas editoriales, y me parece de lo más recomendable. Me gusta mucho Joaquín Pérez Azaustre, que es cordobés, pero también ciudadano del mundo que vive en Madrid, ahora creo que está en Argel, y anteriormente ha vivido en Bruselas, y es un gran poeta. Me ciño más o menos a los nacidos en los setenta.
¿Y latinoamericanos?
En Latinoamérica hay gente muy interesante. De quinientos millones de hablantes nacidos de lengua española nosotros somos apenas un diez por ciento. Imagínate la riqueza cultural. Cuanto más voy más me impresiona la magnitud y el calado de la cultura de todos los países que componen Hispanoamérica. Creo que además es un legado —meto la cuña—, y que España está un poco ciega de no volcarse hacia él. Histórica y culturalmente es nuestro cauce. Mucho más que otras tierras que igual nos son más cercanas en geografía, pero muchísimo menos en cuanto a realidad.
En Méjico hay un poeta, Mario Bojórquez, ayer fue su cumpleaños además, que a mí me parece uno de los grandes poetas del futuro en lengua española. Seguramente el tiempo me dé la razón. Otro poeta, también mejicano, Alí Calderón, de Puebla, magnífico, que revisita a los clásicos. En Colombia Lucía Estrada, Andrea Cote, Federico Díaz Granados. En Centroamérica también hay grandísimos poetas, en Costa Rica, David Cruz, Jorge Galán, un grandísimo poeta del Salvador… En Cuba hay un poeta llamado Alexis Díaz Pimienta, que vive en España la mitad del tiempo y es uno de los mejores repentistas del mundo, es la tradición de los trovadores, de los palladores chilenos. En Argentina hay también varios poetas interesantes: Silvia Castro, Carlos Aldazábal. Luego también un poeta boliviano muy bueno llamado Gabriel Casazola. Y hablo solo de poetas de mi generación, nacidos en los setenta.
¿Qué tiene España que da tan buenos poetas?
Creo que siempre está en crisis… [risas]. Sí, España es un país duro. Quizá no sea capaz de juzgarla bien, al estar dentro de ella, soy española, pero a mí, intentándola mirar desde fuera, España siempre me ha parecido un país en el que se conjugan grandes extremos. He visto muchísimo talento en este país en todos los campos. Hay personas con enorme talento. Pero luego por algún motivo del que más o menos puedo imaginar causas, pero cuyas causas últimas desconozco, siempre acaban gobernando personas menos competentes en España, y bastante más necias que ese talento que normalmente está más abajo, en las capas más populares, en las clases medias. Y eso hace de España un país particularmente duro. Porque es complicado que una persona con talento y una persona brillante se vea suficientemente apoyada como para desarrollar y llevar a buen puerto toda esa potencialidad. En ese sentido, España es un país que a veces le da la espalda a sus mejores hijos. Eso hace quizá que la poesía española sea brillante… El arte nace de la dificultad. Pero imagínate un hombre como Miguel de Cervantes, que es hoy considerado a nivel mundial como el más grande novelista de todos los tiempos, por encima de todos los demás grandes novelistas, qué sé yo, como Dostoievski, pues Miguel de Cervantes es el número uno, el inventor de alguna manera de la novela moderna, y eso está reconocido en Singapur, en Honolulu, en Noruega, y tú analiza la vida que tuvo Miguel de Cervantes. O un Velázquez, que es verdad que llegó a pintor de la corte de Felipe IV, pero que antes tenía que sacudir las alfombras. España es un país donde la mediocridad siempre de alguna manera ha logrado estar por encima, por eso la gente ha tenido que sobrevivir y aguzar el ingenio, por eso hay tan buena poesía.
¿Estamos hablando de ciencia o de poesía?
Es parecido, ¿no?
¿Por qué a los poetas, cuando hay una guerra civil, cuando teóricamente son los más débiles, se les persigue?
Esta es una pregunta que a mí me encanta responder, porque es cierto. La poesía no sirve de nada, no da dinero, no hay nada que temer de la poesía. Pero es curioso, porque viene un régimen dictatorial, autoritario, en este país y en cualquiera, y los poetas son los primeros masacrados, los primeros asesinados, los primeros exiliados… Tenemos la prueba en nuestra historia reciente, figuras simbólicas de cada una de las masacres posibles que se pueden infligir a un ser humano: en el exilio a Machado, y a muchos otros; la muerte en la cárcel, la tortura hasta la muerte de Miguel Hernández; el asesinato a sangre fría, vil, en el primer momento de Lorca, ahora que estamos en Granada… Y a muchos otros. Pero ellos son el nombre que recordamos en primer lugar.
Esto es porque la poesía en realidad no es tan inocua como parece. Efectivamente, como decía Celaya, «es un arma cargada de futuro», y todo el mundo sabe, hasta los brutos y los insensibles a las órdenes de los más espúreos intereses saben, que la palabra tiene mucho poder, y que la palabra bien empleada en boca de un verdadero poeta podría llegar a movilizar masas, y a penetrar en las conciencias. Y por eso a los poetas se les silencia enseguida. Porque la poesía es enemiga de los autoritarismos, hija como es de la libertad. La poesía es el territorio absoluto de la libertad. No hay cánones, no hay dogmas que se le puedan imponer a la poesía. Ni estéticos, ni formales, ni mucho menos de fondo. Y como tales los poetas son seres rebeldes que van a alzar la voz contra la injusticia. Y eso los regímenes totalitarios lo saben, y actúan en consecuencia. Y eso no solo en España, sino en todos los países del mundo. Con lo cual, llegamos a la conclusión de que la poesía puede estar muy mal pagada, o a lo mejor un poco ninguneada, pero encierra en su seno muchísimo más poder del que pueda concebir un mundo cortoplacista y pecuniario. Encierra el poder de la comunicación, y esa es un arma poderosísima.
A colación de lo que estás comentando, te cito unos versos de tu último libro: «Siempre es así. La sangre de los desposeídos / viene a saldar la deuda / de la eterna codicia de unos pocos». Y lo titulas «La rendición de Breda», pero tus versos suenan de lo más actual.
Soy una enamorada de Velázquez. Me parece absolutamente conmovedor. Aparte, es el padre del tipo de pintura que vino después. Un día, viendo el cuadro La rendición de Breda, conocido popularmente como Las lanzas, tú ves en primer término a Espínula dándole las llaves de la ciudad, pero lo que hay detrás es un ejército entero de lanzas. Yo me apellido Lanseros, con ese. Un tío que tengo al que le gusta mucho la heráldica se fue hacia atrás hasta el siglo XVII, y vio que se se escribía con cedilla, Lançeros, porque mi familia por parte de padre viene de la zona de Galicia y el norte de Portugal, así que es la versión galaicoportuguesa de Lanceros en castellano. Así, que al fin y al cabo eran los que iban con las lanzas. Yo ahí, en aquella masa de soldados, muchos de los cuales pertenecerían sin duda a levas, y que allí no pintaban nada, ya que tenían muchas cosas que hacer en sus respectivos pueblos, de repente yo me olvidé de los personajes principales y vi lo que a mí me parecen los verdaderos protagonistas, que son toda esa masa de lanseros, y por mi apellido me puedo permitir la osadía de hablar en su nombre puesto que son mis antepasados, decidí darles voz y escribir ese poema que supongo, a lo mejor acierto a lo mejor no, que ellos sentirían.
En el siglo XX los pueblos se han dado cuenta de esto, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial. Siempre las guerras se producen para beneficiar a unas élites, unas oligarquías normalmente mundiales, ahora más mundializadas que nunca, pero la sangre la ponen siempre personas que no tienen nada ni que ganar ni que perder. Esto lo decía muy bien William Gates en los poemas que hizo en la Primera Guerra Mundial: «Nada podemos ganar, nada podemos perder». El pueblo nunca gana nada con las guerras, y perder pierde directamente la vida, o la salud u otras muchas cosas. Así que yo creo que es hora de que el pueblo entienda que las guerras siempre van a beneficiar a unos pocos, y a perjudicar a muchos.
Esa rebeldía tú la muestras, por ejemplo, portando una bandera pirata en Twitter, ¿no?
Claro, no sabía que poner. No tengo una cuenta apócrifa en Twitter. Ganas me dan… [risas]. Ganas me dan de abrir una cuenta y decir lo que verdaderamente pienso. Entonces, pongo lo que puedo poner con mi nombre. Había muchos tipos de piratas, como los filibusteros. Y los piratas, en realidad, estaban fuera de los márgenes de la ley en un mundo que era tan opresor que no dejaba mucho margen a la libertad. Lo cantó mejor que nadie Espronceda. Hago mía esa bandera en el sentido de libertaria. No dejamos hoy de ser todos un poco pequeñoburgueses, hasta el más libertario. Pero sí es cierto que creo que la poesía en general, y yo en particular, se adscribe a todo lo que sea intentar quitarnos yugos.
¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros diariamente en este entorno hostil?
Pues creo que más de lo que parece. En colectividad el sábado pasado ya se hicieron cosas, aunque las ninguneen [refiriéndose a las marchas por la dignidad]. En particular hay un montón de cosas que podemos hacer. En primer lugar, no dejar bajo ningún concepto que nuestro cerebro sea colonizado por los medios de comunicación convencionales, que siempre son interesados, que siempre están al servicio de unos intereses económicos que no son los nuestros. En segundo lugar, podemos modificar nuestros hábitos de consumo. Si esto se hace a nivel general podemos hacer mucho daño. Podemos también intentar convencer, informar a los que tenemos cerca, intentar participar en muchos mecanismos de asociación… Date cuenta de que el sistema actual, este totalitarismo del capital, intenta romper el asociacionismo, fomentar el individualismo. Y eso se hace desde la infancia con el sobreconsumo, con la competitividad exacerbada. Entonces, si cada uno empieza a tender redes en su barrio o de la manera que tenga más cercana, y a colaborar en iniciativas que ideológicamente o en conciencia le parezcan más cercanas, pero que siempre defiendan a la persona en contra de estos intereses tan mezquinos y tan deshumanizados, ya estamos haciendo mucho. Imagina que todo el mundo hiciera eso. Cambiaría mucho.
¿Necesitamos poesía frente a la incertidumbre?
La incertidumbre tiene una doble vertiente. Incertidumbre es una gran palabra. Es, por un lado, social, económica y política. Hoy en día está claro esto, estamos todos de acuerdo, que estamos viviendo un impasse histórico hacia otra cosa, aunque no sabemos bien hacia cuál. Estos días de atrás, con el entierro de Adolfo Suárez, parecía como el fin de una época. Está claro que el espíritu actual y las verdades colectivas no son las mismas que hace treinta y cinco años, para bien y para mal. Por otro lado, la incertidumbre es un sustantivo que está asociado a la propia existencia. Uno no sabe cuándo nace, uno no sabe cuándo va a morir o uno no sabe lo que le va a pasar. Y el control real que uno tiene sobre la propia vida es mínimo, sobre las cosas que te ocurren y a veces incluso sobre tus propios sentimientos, sobre cómo se van a desarrollar las cosas. Y el que diga que la vida se desarrolla absolutamente según sus deseos miente, eso no es posible. Entonces incertidumbre es una palabra que por suerte o por desgracia es muy cercana a nuestra propia condición, tanto individual como colectiva.
La poesía como una herramienta de reivindicación, de lucha, como lo fue por ejemplo para Mario Benedetti, que también fue otro poeta exiliado.
Aquí, en este libro, hay unos versos de Benedetti, «Maldición y venganza». Es un poema que hizo Benedetti a la muerte de Ernesto Guevara en el año 67, lo escribió a finales de octubre pocos años después. Benedetti es uno de los muchísimos que han utilizado la poesía como arma de reivindicación. La poesía es tan versátil que se pueda utilizar como un arma de lucha, de reivindicación y para despertar conciencias, pero también atiende a otros propósitos más intimistas, atiende a propósitos líricos… Es absolutamente versátil como lo es el alma humana. Es capaz de transmitir la tristeza, la nostalgia, el rencor, la duda, la pequeñez, la grandeza, la cumbre, el abismo. Lo colectivo y lo individual.
Hace poco Alejandro López Andrada te definía como «la poetisa, sin duda, más importante del país». ¿Algo que objetar a tal acusación?
Creo que Alejandro López de Andrada, a quien yo admiro mucho y además le tengo un gran cariño, poeta de Córdoba de la comarca de Los Pedroches, y al que conozco hace unos años y que tiene además una obra muy valiosa, ahí seguramente está exagerando, pero yo se lo agradezco en cualquier caso. Es un hombre, además, que ha decidido, de manera meditada, alejarse de los mentideros, de los cócteles, él vive en el campo. Por tanto, no es rehén de sus palabras, lo que les da mucho valor. Dice lo que le apetece, cuando le apetece. Yo se lo agradezco mucho, y él me dice que me ve como a una hija, pero no tengo edad para ser su hija, tiene como dieciocho años más que yo. Le agradezco en lo que me toca esa generosidad que derrocha, aun cuando me parezca exagerado, me satisface en cuanto lo tomo como una muestra de cariño que aprecio.
¿La inspiración te pilla trabajando, como decía Picasso, o te pilla en actividades cotidianas, como poniendo la lavadora? Si es que los poetas ponen lavadoras, que no lo sé.
Huy, ya quisiera yo no tener que poner lavadoras. Ponemos, ponemos.
Las musas, fíjate, son por un lado amigas y por el otro traidoras. Arremeten cuando menos te lo esperas y cuando las invocas no vienen, ni por equivocación. Tienen su propia voluntad. Esa es la magia de la poesía, que uno nunca puede planear: «voy a escribir un poema esta tarde». No funciona así. Uno puede poner voluntad, y nada. Lo decía muy bien Baudelaire: «Los dioses nos regalan el primer verso y nosotros trabajosamente escribimos el resto». Hay algunas veces gloriosas y maravillosas, pero son escasas, en que uno escribe como si lo hiciera al dictado. Eso pasa. Pero pasa poco. Ya quisiera yo que pasara más. La mayoría de las veces uno tiene una idea, como un flash, a veces ya con forma de verso, y lo escribe, y luego sigue haciendo cosas, lo rescata y va tirando de él… y llega a alguna parte o a ninguna y simplemente abandona ese poema. Sería muy bueno que siempre la inspiración pillara trabajando, pero uno también tiene que vivir, tiene que poner lavadoras y fregar los cacharros, y barrer la casa e ir a por el pan.
Lo que sí me ha pasado alguna vez, por circunstancias biográficas o porque a lo mejor estás leyendo o tu cerebro está más estimulado que en otras ocasiones, o por la noche, te despiertas, vas al baño y de repente tienes una imagen o tienes una idea muy clara y la tienes que escribir porque sabes que por la mañana no te vas a acordar. Eso no pasa todas las noches, pero algunas veces pasa. Cuando tienes la capacidad de barruntar algo potencialmente luminoso es mejor no perderlo, amarrarlo y luego a ver qué eres capaz de hacer con ello, si puedes hacer algo o nada.
Veo a Sabina, Serrat, Almudena Grandes, Espido Freire… en la galería de fotos de tu web. ¿Quién te ha sorprendido más en las distancias cortas?
Lo que te voy a decir no es un desdoro de ninguna de estas cuatro personas que has dicho ni de ninguna otra, ni al contrario, ni minusvalorar a nadie porque yo tengo defectos, pero la falta de respeto no es uno de ellos. En todas las personas admirables y admiradas que yo he conocido he visto también la pequeñez de los seres humanos que tenemos todos. Es decir, por más que haya conocido personas que admiro y que doy gracias al destino por haberme dado esa oportunidad, y tal vez con un poco de suerte, tal vez, conoceré a algunos más, para mí nadie es más que nadie. Además de la admiración está el terreno personal que todos tenemos.
Sobre todo me refería a la influencia literaria, como personaje.
Ah, bueno, claro, eso sí. Tuve la oportunidad de convivir el pasado junio en Quito durante siete días con Juan Gelman y su esposa. Y esos siete días fueron para mí muy especiales, fue muy cercano, hablamos mucho de poesía, recitó muchos versos de sus maestros. Y a mí eso me pareció un cursillo acelerado de poesía en el sentido que tú lo dices.
No hay nadie más que nadie, pero por ejemplo para mí conocer a Benedetti fue algo muy grande.
Él era maravilloso. Yo lo conocí hace muchos años en Alicante en un congreso de arte que había hecho gente de Izquierda Unida y del PCE y pasaron poetas y escritores, y pasó Benedetti por allí y fue maravilloso. Pero sí que es verdad que aunque uno aprende muchísimo, uno aprende más de la realidad. No sé, yo no voy a admirar a nadie más de lo que admiraba a mi abuelo, por ejemplo.
¿La vida tiene atajos?
No. A lo mejor otra persona tiene otra experiencia. Yo la sensación que tengo por mi experiencia, que ya es la de Dante, la del medio del camino de la vida… Yo desde luego en esta primera mitad no he visto atajos. Los atajos que he visto después los pagas, porque sudas más, hacía más calor, te espinas más, hablando de las espinas. Como en la montaña, cuando vas por atajos igual llegas antes, pero hay más rocas… lo pagas por otro lado. La vida tiene tempos. Igual que la cosecha no se puede dar antes de cinco meses, hay cosas que aunque nuestra impaciencia quiera tenerlas antes se necesita esfuerzo. Es un error transmitir a las generaciones que todo es inmediato y fácil, porque no es cierto. Ni en el mundo de la cultura y el saber, ni en el de los sentimientos, ni en el de los afectos, ni en el de la salud… en ninguno. Todo cuesta un precio y todo cuesta un esfuerzo y un entrenamiento y la vida te da las cosas a su tiempo. Si te las da. Porque muchas veces ni siquiera te las da, aunque las merezcas.