Entrevista con Rubén Bonifaz Nuño

Presentamos la conversación, hasta ahora inédita, que el poeta y periodista Moisés Ramos Rodríguez sostuvo en 2008 con Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013), poeta raíz de la tradición lírica mexicana. Bonifaz fue traductor de los clásicos, poeta de primera línea, emérito de la UNAM.

 

 

 

 

Pude describir, creo que con acierto, la mediocridad del hombre normal de México: Rubén Bonifaz Nuño

(Entrevista publicada en octubre de 2008)

 

 

México, mi país, nunca creí que llegara a este punto. Pienso que lo han desecho absolutamente. Pienso que el PAN tuvo la facultad de hacerlo en algo así como ocho años de gobierno. Lo que más lamento es el hambre de la gente. ¿Qué más? Para mí no hay más que eso. En este momento hay un diez por ciento de gente de piel más o menos clara gobernando México y 90 por ciento de indios casi puros, muriéndose de hambre para mantener en la gloria al diez por ciento restante. México es, evidentemente un país de indios. Mire usted para donde quiera y me dice si ve usted extranjeros.

Así habla el poeta Rubén Bonifaz Nuño, de 84 años de edad, uno de los más importantes poetas vivos de la lengua castellana, un viejo sátiro sabio, ciego y homérico que el viernes 10 de octubre entregó algunos de sus efectos personales al Museo del Escritor de la ciudad de México, dirigido por René Avilés Fabila, quien los recibió.

El poeta dijo en esa ocasión: “Le pregunto: hay 60 millones de gente que no tiene prácticamente para comer en México: ¿hay entre ellos algún español o algún alemán? No ¿verdad? Son indios mexicanos todos. Lo que lamento también es la sumisión del indio, que ha durado ya más de 500 años”.

¿Alguna solución? El poeta lo plateó así: “Necesitamos saber lo que somos, investigar lo que hemos sido, y tratar de revivirlo; no revivirlo históricamente para volver a sembrar con coa sino revivirlo en el sentido de volver a ser grandes señores. Hay un episodio de la Conquista que me gusta narrar: canal de por medio, están platicando los indios y los españoles, y llega Cortés y les grita a los indios: ‘Quiero hablar con uno de sus grandes señores’ y un indio le contesta: ‘Puedes hablar con quien quieras; aquí todos somos grandes señores’. Eso es a lo que aspiro, lo que quiero para mi México: que los indios volvamos a ser grandes señores y lo digamos enfrente del enemigo, que es el conquistador, ahora convertido en especulador.

”Por eso cuando me preguntan qué mensaje le daría yo a los jóvenes digo: Que se cultiven, que lean todo lo que puedan y no tengan vergüenza de lo que son”.

 

 

La poesía, el acto más libre

 

Rubén Bonifaz Nuño, en su libro Imágenes, tomó como base el verso acentuado en la quinta sílaba “el cual posibilita mucho más libertad que el verso clásico español”; así, habló de la poesía “Mire usted: la poesía para mí ha sido el único acto libre de mi vida; lo demás ha sido trabajo pagado con el que he tratado de mantenerme, más o menos decentemente durante 85 años. Si digo una definición de la poesía, ésta ya no sería libre, porque me estaría yo metiendo en una especie de cárcel para hacer la poesía tal como la estoy definiendo. La poesía la hago como sale, simplemente”.

“Mi libro más importante posiblemente sea este que estoy donando al Museo del Escritor: Los demonios y los días (1956) porque en ese libro rompí muchas cosas que estaban vivas en la poesía de aquel momento, rompí un vocabulario, una manera de decir y traté de inventar un metro especial que me parece mucho más válido que los demás para decir cosas originales. Además pude describir, creo que con acierto la mediocridad del hombre normal de México”.

“Creo que seré recordado por Los demonios y los días, Fuego de pobres y Albur de amor. Para los viejos dejaría yo huella más bien con mi libro Calacas.

”Prefiero que me recuerden como he sido en la vida natural: alguien que ha tratado de servir siempre; la UNAM me ofrecido la oportunidad de servir en diferentes puestos, y lo he hecho bien. Y tengo un orgullo: nunca le cerré una puerta a nadie”.

¿Sigue pensando poesía y escribiéndola?, se le preguntó “No, mire usted: todo lo que escribí en mi vida lo hice en la máquina de escribir. Nunca pude escribir a mano, de tal manera que la máquina de escribir no era para mí sólo una máquina para escribir sino una máquina para pensar. La hoja blanca en el rodillo de la máquina era siempre para mí un pretexto de pensamiento, no sólo un instrumento de escritura, de tal manera que ahora que ya no puedo ver, ya no puedo ni pensar ni escribir poéticamente”.

Actualmente el poeta está traduciendo El tratado de los deberes, de Cicerón, para la Biblioteca Grecorromana de la UNAM. Siente que hay una traducción que le hubiera gustado hacer: “La de La Odisea. Nunca la inicié, porque la cuestión está en que, para traducir La Iliada tuve que esperar a ser viejo, para saber que estaba entendiendo lo que hacía, para hacerlo con cuidado, para no traicionar la obra maestra de la cultura occidental”.

¿Escribirá sus memorias? “No, no las voy a escribir; Josefina Estrada me acaba de hacer una entrevista larga donde cuento algunas de mis memorias, pero no vale la pena escribirlas. En esa entrevista cuento desde mi infancia y mi juventud hasta algunas cosas ya contemporáneas”.

Entre los escritores que más le influenciaron el poeta mencionó a Emilio Salgari, con quien se inició en la literatura; a Victor Hugo y a Alexander Dumas “son los principales, los que leí en mi juventud y han dejado la huella mayor, porque son aquellos libros en los que yo me he formado”.

La colección As de oros, de la editorial Colibrí que lleva el nombre de uno de sus libros, y el bastón emblemático con el cual fueron fotografiados los poetas de la serie es el suyo. Del bastón dijo el poeta: “Ah, ese bastón tiene para mí una historia bonita: mi abuelo materno fue en alguna ocasión a visitar a mi madre que vivía en Pénjamo, Guanajuato en medio de una gran pobreza, y mi abuelo era ricachón, y entre las cosas que lleva había una cadena de oro. El bastón era de él, y era verdaderamente maravilloso cuando era nuevo: lo usamos mucho en la familia: lo usó mi padre, lo usó mi hermano mayor y lo usé yo, de tal manera que lo maltratamos mucho, pero era una obra maravillosa de art nouveau.

”El nombre de mi libro As de oros es un lugar común, no sabemos lo que es, y lo elegí para nombre de un libro de tal manera que eso significa poco, por lo que nadie sabrá por qué se llama As de oros la colección. Pero el bastón [con el cual aparecen fotografiados los poetas] me gusta porque es un recuerdo del padre de mi madre y, por tanto de mi madre que es, como para todo buen mexicano, me imagino, un símbolo del bien y del amor”.

 

¿Y hemos de llorar porque las cosas…?

 

 

¿Qué significa llegar a los 85 años de edad? “La ruina, absolutamente. La vejez es una especie de disolución del ser humano. Decía el poeta griego que dos cosas tiene que temer el hombre: la muerte y la vejez, y de ellas la vejez es la más temible. Y tenía la razón, porque uno, si se muere deja de ser simplemente, pero si se hace viejo, va dejando de ser despacito, despacito, en medio de dolores y de mutilaciones continuas”.

¿Cómo va a celebrar sus 85 años? “Acostado, en mi cama, escuchando las noticias del periódico, oyendo las noticias del radio: en la mañana temprano oiré seguramente las noticias con Juan Carlos Ramos Padilla”. ¿Será un día como cual cualquier otro? “No: peor, porque me daré cuenta de que soy más viejo”.

¿Le falta por hacer? “Claro que sí: morirme… ¿Además de eso? No lo sé: tomar analgésicos o somníferos, por ejemplo, cosas muy necesarias para mí en este momento”.

Del Premio Nobel el poeta opinó: “Como a mí nunca me van a dar el Premio Nobel, lo tengo siempre entre mis mayores motivos de envidia”.

Y de la mujer: “De la mujer sigo pensando lo que he pensado siempre: que es la criatura más perfecta del universo, y ahora lo pienso con una gran tristeza, una gran nostalgia porque ya está fuera de mi alcance”.

En su libro Calacas publicado por El Colegio de México en el año 2003, el poeta escribió: “¿Y hemos de llorar porque las cosas/ están así sobre la tierra?/ Hay una mujer, quedan amigos/ y el desprecio, Flaca, por lo que dueles./ No sé si habré de morir todo;/ no todo he muerto; mientras vivo,/ me vienes guanga, compañera”. En entrevista, contestó sobre la muerte: “La muerte es para mí como una compañera que estuviera aquí sentada, en el brazo de mi sillón, y estuviera mordiéndome poco a poco lo poco que me queda libre de ella, para irme acabando, y de repente me acabará. Pero lo veo sin temor, sin emoción, como una cosa completamente natural que me llegará como me llega todavía la respiración”.

 

 

Los objetos y los días

 

El fundador y director del Museo del Escritor, ubicado en la colonia Narvarte de la  ciudad de México, René Avilés Fabila, al recibir los objetos del poeta Rubén Bonifaz Nuño expresó: “Lo admiro, lo quiero, realmente le tengo un profundo amor y una gran devoción.

”Rubén Bonifaz Nuño es el más grande poeta mexicano. Él me dice: ‘No me disminuyas, no me minimices’, pero cuando insisto más, le sale lo tímido y ya no acepta que es el más grande poeta del castellano. Así lo hemos dicho en artículos, en libros, en conferencias y no es necesario decirlo: yo creo que cuando uno se acerca a la obra extraordinaria de Rubén se puede percatar de la grandeza del poeta, del traductor de los clásicos griegos y latinos; sólo pensemos en la monumental tarea que llevó a cabo al traducir La Ilíada directamente del griego, cotejándola con siete ediciones en siete idiomas. De tal manera que está también presente el traductor de los clásicos, el gran humanista, el maestro, el hombre que ha formado generaciones de escritores, de académicos, de profesionales de la literatura. Creo que es un hombre de una obra en realidad extraordinaria, muy amplia”.

“Está por ahora en esta vitrina del Museo del Escritor un chaleco de brocado, uno de los que lo han hecho célebre, los chalecos bellísimos que siempre ha portado; nos donó también un reloj con leontina y una moneda; el primer libro que leyó, lo que lo decide a convertirse en escritor; desde luego libros suyos en primeras ediciones, fotografías suyas firmadas, y el original de uno de sus libros. Enriquece al museo y nos llena de orgullo: saber que Rubén está con nosotros, que todavía podemos platicar con él, que podemos leer nuevas obras suyas. Bueno: ¿para qué insistir en su grandeza? Basta añadir que ha obtenido todos los reconocimientos significativos en este país, pronto lo veremos en el homenaje que Bellas Artes le está preparando por sus 85 años de trabajo impresionante”.

¿Por qué seleccionó esos objetos? Se le preguntó al poeta, quien respondió: “Soy el único hombre decente en este país que usa chalecos de colores”; y agregó sobre los libros: son “una edición buena del primer libro que leí (de Emilio Salgari), que empecé a leer cuando tenía seis años, lo terminé, me imagino que antes de los siete, y lo tengo por ahí todavía. Está el original del libro mío que considero más importante Los demonios y los días; y una curiosidad: un reloj con leontina, el cual tampoco se usa ya (yo sigo trayéndolo aunque ya no lo vea)”.

¿Qué significa el compartir sus objetos? Comentó: “Es un gesto de amistad con René Avilés Fabila. Quiero participar de este gran proyecto suyo, que ojalá no se eche a perder por tener en él sus raíces”.

René Avilés Fabila, sin poder contener su emoción continuó hablando de su maestro: “Rubén es un hijo perfecto de la UNAM, es un hombre que se ha reconocido, que se ha visto así, como un producto muy acabado de la UNAM. Pero también, del otro lado, hay que pensar en todo aquello que le dio a la universidad Rubén Bonifaz Nuño: yo recuerdo a la universidad, al Instituto de Investigaciones Filológicas que él mismo creó, y es imposible no pensar cuando la universidad estaba en el centro de la ciudad y pensar en la figura ya legendaria de Rubén Bonifaz Nuño”.

“El Museo del Escritor se siente muy complacido de tener a Rubén; estamos verdaderamente emocionados de que haya aceptado, de que haya vencido dificultades para estar con nosotros; es una oportunidad realmente única”.

 

 

 

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