Sobre La insistencia del daño, de Fernando Valverde.

El poeta y crítico José Luis Morantes reseña el poemario La insistencia del daño (Visor, 2014) del poeta español Fernando Valverde (Granada, 1980). Morante ha publicado los poemarios Rotonda con estatuas, Enemigo Leal, Población activa, Causas y efectos, Largo recorrido, La noche en blanco y la antología Mapa de Ruta. Valverde es uno de los poetas españoles más leídos en Latinoamérica.

 

 

 

 

 

 

INSISTENCIAS 

 

Nathalie Handal ha acuñado una expresión que se ajusta con lucidez precisa a los contenidos de este poemario de Fernando Valverde (Granada, 1980): “Lírica de las ruinas”; una forma de abarcar el discurrir del tiempo y la prometeica tarea del poeta, al dejar constancia de este ruido de fondo. La indagación sobre la naturaleza transitoria del yo constituye uno de los ejes más fértiles de la obra poética de Fernando Valverde, Doctor en Filología Hispánica, Licenciado en Filología Románica y Antropología, y con una obra poética que acoge las entregasViento favorable, Madrugada, Razones para huir de una ciudad con frío y Los ojos del pelícano; títulos con reconocimientos como los premios Emilio Alarcos, Federico García Lorca y Antonio Machado. Son libros que apuestan por una poesía que hace de la sencillez comunicativa condición natural, que acompañan y emocionan con un vocabulario coloquial y abierto al diálogo con el lector.

La insistencia del daño comparte esa sensibilidad al dibujar las líneas del naufragio, un discurrir en el que todo sucede y se integra, como si cada latido fuera parte de un cuerpo común: “Toda la angustia elige el mismo tiempo. / El diluvio que llena de barro los colchones, / la desembocadura, / su agonía de oro que acaba en los tumultos. / Todo ya es parte de la misma herida.”

En el sol de las horas se van acumulando los estímulos. El intimismo velado deja que colonicen los versos los apuntes escritos de una voz narrativa. Palabra a palabra, brotan los centros de interés que constituyen el cauce argumental. Las impresiones son capaces de reconstruir el periplo biográfico de Ana Brontë, joven modelo del pintor Scarborough; o del criminal Ratko Mladic, responsable de miles de muertes durante la Guerra de Bosnia, que se convierte en centro del poema para sondear la conciencia y una actitud ética que hace costumbre el asesinato y la barbarie. Aparece también un simple caminante sobre un fondo de niebla… Son figuras que se mueven en el escenario del poema, dejando espacio para la elegía: en este caminar a paso lento donde todo fluye se deja constancia de lo perdido, de la tenaz presencia de la muerte, de ese desenlace anunciado de despojamiento y desnudez.

El hablante lírico percibe de continuo intersecciones entre la intrahistoria biográfica del sujeto y el acontecer histórico; la pupila social difunde esas instantáneas que definen la cronología de un paréntesis temporal. Así sucede en la composición “Con los ojos abiertos caminas por la muerte”, sentida evocación de un símbolo vivo, Ernesto Che Guevara. Los pormenores del traslado del cuerpo muerto a un hospital bolivariano retornan al ahora, donde el Hospital de Malta, tantos años después de aquella tarde de 1967, sigue proporcionando un poco de alivio en el dolor.

Fernando Valverde hace unos meses firmó el prólogo del poemarioSarajevo, obra del bosnio Izet Sarajlic, también presente aquí. Aquella avenida de Sarajevo recorrida por el visor de los francotiradores, el azar de las balas que buscan el albergue de un cuerpo son imágenes de una realidad que no merece olvido. Está en los emotivos versos de Sarajlic y están en el frío estremecido del poema que rememora la erosión final.

Todos los poemas del primer apartado de La insistencia del daño se escriben desde el cauce del otro, haciéndose eco de una causa ajena, mientras que el segundo apartado tiene un mayor calado intimista. En él está la amanecida, esa aurora de luz que deja sitio a la esperanza, que es “principio y asombro” y está el yo solitario que deambula por laberintos urbanos, por calles donde aparcan la soledad y la melancolía del verbo elegíaco. Lo constata el poema “Ayer”: “Ahora que cae noviembre sobre el mar, / las palabras son árboles. / Nadie sabe decirme / si existe tu recuerdo / o es solo la mitad del infinito, / todo lo que me importa. “

La poesía de Fernando Valverde sienta en la mesa de las confidencias al yo dubitativo para que formule sin estridencias los interrogantes que se bebe a diario, cuando el azar borroso oculta las respuestas, como si la tristeza de andar solos fuese el páramo natural que los mapas dibujan. El daño insiste siempre.

 

 

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