Presentamos, en versión del poeta y traductor español José Ángel García Caballero, un texto del poeta, ensayista, narrador y antólogo portugués Victor Oliveira Mateus (Lisboa, 1952). Ha publicado los poemarios Nas águas a luz suspensa (Lisboa, 1998),Movimento de ninguén (Lisboa, 1999), A noite e a voz (Universitária Ed., Lisboa, 2001), Pelo deserto as minhas mãos (Coisas de leer Ed., Carcavelos, 2004) y Regresso (Labirinto, Amarante, 2010).
El llanto irrumpe en algún lugar entre la luz y la palabra. Me despierta. Me arrastra a esta búsqueda de nexos a un desacierto que siempre quiero. El llanto es el estremecimiento con que fustigas mi silencio, con que afirmas tu voluntad en un mundo adulto y sin salida. Me aproximo: la sedosa piel, las pequeñas convulsiones, una lágrima como sólo antes en los lienzos románticos o en el fastidiado rechazo de los secos. Me acerco un poco más. Me acerco y el llanto reblandece su ritmo, y se vuelve una cosa mecánica, algo de cuya fuente se quiere liberar- cesa. Cesa y da paso a tus ojos devorando ahora mi analogía con la idea de milagro. Sé que no tienes aún la noción de volumen ni de profundidad – yo soy una mera hoja de zinc doblada sobre ti, dos ojos también ellos ávidos en el desconocimiento que los rodea. Allí nos quedamos (el llanto atropellado escaleras abajo, busca, en un juego de gallina ciega, quién desde la calle le traerá nuevas ocupaciones, víctimas indefensas): dos lazos, son dos ríos confluyendo hacia una fulgente eternidad que comienza a afirmarse en el instante.
O choro irrompe algures entre a luz e a palavra. Desperta-me. Arranca-me a esta procura de nexos para um desacerto que sempre quero. O choro é o estremeção com que fustigas o meu silêncio, com que afirmas a tua vontade num mundo adulto e sem saída. Aproximo-me: a serícea pele, as convulsões breves, uma lágrima como só antes na pintura romântica ou na enfastiada recusa dos secos. Aproximo-me um pouco mais. Aproximo-me e o choro abranda seu ritmo, torna-se uma coisa mecânica, algo cuja fonte dele se quer ver livre – cessa. Cessa e dá lugar aos teus olhos a devorarem agora o meu confronto com a ideia de milagre. Sei que não tens ainda a noção de profundidade nem de volume – eu sou uma mera folha de zinco dobrada sobre ti, dois olhos também eles ávidos no desconhecimento que os cerca. Ali ficamos (o choro já de escantilhão pelas escadas abaixo, procura, num jogo de cabra-cega, quem da rua lhe trará novas ocupações, indefesas vítimas): dois laços, dois rios a confluir para uma fulgurante eternidade que no instante se começa firmando.