Juguemos a plagiar. Texto de Edgar Amador

En el marco de la columna “Camisa de once varas”, presentamos un ejercicio lúdico de escritura preparado por Edgar Amador (1967) a propósito de las “décimas lezámicas” de Roberto López Moreno. Poema, reescritura y plagio se entrelazan para dar luz a nuevos textos. Amador, además de ser poeta, es traductor y escribe ensayo literario.

 

 

 

 

 

Juguemos A Plagiar

 

En el camino, uno va construyendo y perdiendo bibliotecas. De la que construí en mis años de estudiante en la UNAM quedan retazos: algunos libros conmigo, otros con mis hermanos, la mayoría se han perdido tras abandonarla cuando me fui a vivir a Princeton.

Pero de aquellos años guardo uno, muy querido, “Décimas Lezámicas”, de mi Maestro Roberto López Moreno. Dedicado de su puño y letra, el libro es una afrentosa muestra del oficio de López Moreno, de su cuidado oído, de su refulgente caudal de imaginería, de su amor por el genio habanero. “Décimas Lezámicas” es uno de los mejores libros de Roberto López Moreno, y ha sido compañía fiel por más de veinte años.

“Décimas Lezámicas” propone un juego muy divertido, que López Moreno resuelve de manera suprema. El juego es el siguiente: construir un poema a partir de un verso de otro poeta. En “Décimas Lezámicas” el juego es un diálogo: López Moreno construye décimas a partir de un verso que es siempre de Lezama.

Yo, menos diestro y más tímido, he usado ese juego de una manera más abierta, y he escrito a lo largo de los años algunos textos, en verso libre, a partir de versos que a mi me hubiera gustado escribir y que fueron escritos, para mí por supuesto, por otros maestros.

El juego que proponemos es justo el de tomar un verso que sea especialmente gustado, que haya provocado temblor y arrastre, como un ancla para construir así un poema distinto y propio. Plagiar honra, y construir algo nuevo a partir de versos de otro ha sido una costumbre literaria antiquísimas que deberíamos perpetrar en éstos años en que el derecho de autor a veces suprime el intercambio y la conversación entre los espíritus.

 

 

REGRESO AL ZUAQUE

 

“Regresa luna mía”[1]

Devuelve a mis manos la suave luz

que abre las orillas del polvo

que agita al pasar las sílabas que aprendí

en aquél valle abierto por once ríos

Regresa, luna

que el viaje ha sido largo y aún no llego

que aunque llegue no partiré nunca

y aunque parta

no sabré si voy o vengo

no sabré si estoy o si me quedo

Regresa para saber

si eres tú la que vuela y yo estoy quieto

o si soy yo el que se mueve por tu brecha

o si estamos huyendo los dos

del mismo sueño

 

 

 

 

 

DOMINGO

 

“Los ojos de mi hijo mayor son como higos negros”[2]

mi hijo mayor tiene

enormes almendras, húmedas semillas

en las cuencas abiertas de los ojos

Mi hija menor

brotó de un árbol de abejas

junto a bellas naranjas

Afuera la muerte ronda, cercena

ciudades completas, dinastías viejas

Aquí en mi jardín la vida pasa el tiempo

hablando de almendras e higos, de abejas y naranjas

 

 

 

 

 

 

CERVANTINO

 

Y estoy aquí, treinta años después

hablando con el que fui y ya no soy

Y el que fui no me adivina, me recuerda

me atisba por la bruma y carraspeando

me interroga sobre los días que vienen

Una cosa nos une: las palabras

Él como yo busca a tientas, avanza y se detiene

camina exhausto por éstos largos corredores

poblado por sueños y por hexámetros

tratando hacer arder el fuego nuevo en ceniza vieja

inventando trucos milenarios, repitiendo páginas

Hubiera querido darle yo una música primaria

instrumentos más precisos, árboles volando

Pero tuve que conformarme con desvelos y fragmentos

“velos aquí en tus aras tremolar”[3]

 

 

 

 

 

 

ARDER

 

“Raro arder aquí todavía”[4]

erguido sobre tus dientes

Como un cuchillo,

despeñado entre las brazas

de tu muslo abierto

Ardí aquí una vez

leño tras leño hasta el rojo blanco

el viento me alzaba hasta tu ombligo pardo

y la rosa, ¡ay, la rosa!

que me esperaba siempre húmeda

Ardí aquí hace poco

temblando ante el misterio

de lo que habrá tras esa puerta

que tantas veces he abierto

pero que no conozco

Ardí aquí una vez y ardo

como arde la espina en la zarza

como arde el carbón en tu lengua:

Abrasada

 

 

 

 

[1] Eduardo Sanguinetti

[2] Yehuda Amichai

[3] Francisco Cervantes

[4] Gonzalo Rojas

 

 

 

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