Presentamos, en versión de la poeta Alejandra Rioseco, un poema de la escritora norteamericana Virginia Hamilton Adair (Nueva York, 1913). Después del suicidio de su esposo en 1968, Virginia Hamilton Adair se retiró de la docencia y de las publicaciones, pero en los años noventas reanudo su carrera de manera exitosa con el libro Ants on the Melon.
Pelando una naranja
de Virginia Hamilton Adair
Desnuda me encuentro entre tú y un plato con naranjas
leyendo La Ilusión del Mundo entre lágrimas.
Tocas… a través mío con ganas de fruta global
el brazo desnudo, fuerte, tibio y velloso en mi vientre.
Tus dedos investigan la piel de una naranja marina
que desprende pequeñas explosiones de aceite aromático.
Colocas redondas cáscaras de oro en un patrón extraño
sobre mi cuerpo pálido. Recomponiéndote, te agachas y muerdes
las rodajas para desatar los olores impacientes.
Digo “alto, haces cosquillas” con los ojos todavía en la página.
Por el aire, aromas a naranjal. A través de las hojas verdes
brilla la nieve majestuosa. A través de los labios rojos
se cierran tus dientes níveos como línea translúcida.
Tu cara sobre la mía eclipsa a la Ilusión del Mundo.
De tu boca a la mía, pasan el jugo y la pulpa.
Reímos labio contra labio. Aún leyendo, aún entre sollozos,
sostengo mi libro detrás de tu cabeza.
Me dices “lee: no soy más que una ilusión” deslizándote sobre mí
con suavidad, quieto y amable,
sonriendo verde a través de largas pestañas. Y pronto
digo: “No te detengas. No me desilusiones”.
La nieve se derrite. La montaña se vuelve hilos de plata.
Las naranjas son los mundos de oro de los sueños oscuros.
PEELING AN ORANGE
Between you and a bowl of oranges I lie nude
Reading The World’s Illusion through my tears.
You reach …across me hungry for global fruit,
Your bare arm hard, furry and warm on my belly.
Your fingers pry the skin of a naval orange
Releasing tiny explosions of spicy oil.
You place peeled disks of gold in a bizarre pattern
On my white body. Rearranging, you bend and bite
The disks to release further their eager scent.
I say “Stop, you’re tickling,” my eyes still on the page.
Aromas of groves arise. Through green leaves
Glow the lofty snows. Through red lips
Your white teeth close on a translucent segment.
Your face over my face eclipses The World’s Illusion.
Pulp and juice pass into my mouth from your mouth.
We laugh against each other’s lips. I hold my book
Behind your head, still reading, still weeping a little.
You say “Read on, I’m just an illusion,” rolling
Over upon me soothingly, gently unmoving,
Smiling greenly through long lashes. And soon
I say “Don’t stop. Don’t disillusion me.”
Snows melt. The mountain silvers into many a stream.
The oranges are golden worlds in a dark dream.”