Cortázar baila tregua cien años después: celebrando el primer siglo del Gran Cronopio III

Continuamos con la publicación de los textos y gráficas de los participantes en el concurso “Cortázar baila tregua cien años después: celebrando el primer siglo del Gran Cronopio”. Hoy presentamos un ensayo de Ulises Paniagua  sobre la relación de Cortázar con México. Paniagua es narrador, poeta, videasta y dramaturgo. Ha publicado tres poemarios: Del amor y otras miserias , Guardián de las Horas , y Nocturno imperio de los proscritos ; y  tres libros de cuentos Patibulario, cuentos al final del túnel, , Nadie duerme esta noche, e Historias de la ruina.

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La vuelta a México en un cronopio

 

En el destierro voluntario al interior de la Argentina, el joven Julio Cortázar anota un sueño persistente en sus memorias, idealizando un país de fantásticas anécdotas: Me gustaría poder apreciar por mí mismo si todo lo que me han contado de México es cierto: desde las pirámides aztecas hasta la poesía popular. Probablemente iré el año próximo (a menos que ocurra un milagro que me habilite para marcharme mañana o pasado). (Montes-Bradley, La jornada, 30 de diciembre del 2001).

         Cortázar, siguiendo ese espíritu de aventura de los viajes en Julio Verne (de quien no reniega en su libro La vuelta al día en ochenta mundos), decide emprender una expedición para conocer tierras mexicanas. En el verano de 1939, recorre los muelles de Buenos Aires en busca de un capitán que acepte una pequeña suma y la contribución personal. Pero, para su infortunio, descubre que los barcos a México zarpan sólo desde Chile, y que el tiempo con que cuenta hasta el inicio de clases no le basta para cumplir la utopía. Con tristeza, declara: Yo no me moví de aquí, a pesar de sentir unos desesperados deseos de irme a México Así exhibía, desde años tempranos, el anhelo de conocer el país de los mexicas y el tequila; lo que le será posible sólo hasta el año de 1975.

         No obstante, hubo acercamientos a través de publicaciones en revistas, y de la lectura de artículos sobre nuestro país. Su vasta cultura y su desbocada imaginación lo animarán a una mirada fantástica sobre la cultura mexicana, y a revelar un imaginario del universo prehispánico. En dos de sus cuentos célebres, es evidente el interés en nuestros pueblos originarios: Axolot, y La noche boca arriba; cuentos que escribió bajo el influjo de páginas de enciclopedia, y después de la visita a un museo parisino. Como bien lo hace notar Carlos Fuentes, por supuesto que Cortázar había estado en México antes de estar en México.

            Axolotl es una historia que coquetea con el horror, lo fantástico y las preocupaciones existenciales; el argumento es en apariencia simple, pero de una originalidad demoledora y de un significado ambiguo. La historia aborda a un tipo en un acuario parisino, quien se obsesiona con la imagen de un axolotl (ajolote), hasta tal punto de sufrir una transferencia, donde el animal se vuelve hombre, y el hombre una expectación de carne que continuará nadando con morosidad. Escribe el cronopio en su ficción: Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Párrafos abajo muestra su fascinación por la pasividad en la fisonomía del animal; y la veneración que despierta su inexpresivo parecido con las máscaras mexicas: No eran seres humanos, pero en ningún animal había encontrado una relación tan profunda conmigo. Los axolotl eran como testigos de algo, y a veces como horribles jueces…Eran larvas, pero larva quiere decir máscara y también fantasma. Detrás de esas caras aztecas inexpresivas y sin embargo de una crueldad implacable, ¿qué imagen esperaba su hora?

         En  La noche boca arriba, Cortázar propone un nuevo pueblo, el de los motecas, un neologismo inocente formado con las palabras motocicleta y tolteca. El argumento, que linda entre el sueño, la realidad y una profunda pesadilla, presenta a un personaje que tras sufrir un accidente de motocicleta en alguna avenida contemporánea, pierde la conciencia y se hunde en un horroroso estado de vigilia, donde se sueña guerrero moteca en medio de una guerra florida. Escribe el autor: Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie… Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían. El desenlace del cuento es brillante, un verdadero clásico para los amantes del género; una ruptura donde lo soñado se convierte en lo que se vive, y se mira con la certeza de la muerte a cuestas: Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas…

            Es evidente, en los cuentos referidos, el amor del cronopio hacia nuestro pasado precolombino. Sin embargo, la relación con México no se limitó a una propuesta fantástica sobre nuestro país. En el mundo terrenal, Cortázar era celebrado y respetado entre el círculo de escritores mexicanos de aquellos años. Carlos Fuentes nos lega una crónica en la que describe la manera en que el escritor argentino fue incluido en una revista mexicana: Los buenos servicios y El perseguidor aparecieron por primera vez en nuestra revista renovadora, alerta, insistente…Más tarde…Emma Susana me dejó leer el manuscrito de una novela de Cortázar cuyo eje narrativo era la descomposición del cadáver de una mujer enterrada con máximos honores bajo el Obelisco de la avenida 9 de Julio, en Buenos Aires…Finalmente Julio no quiso publicar esta novela; temió que fuese juzgada como un tópico.

         Sería maravilloso que se pudiese recuperar el manuscrito de aquella novela que cita Fuentes; aunque, por fortuna para quien esto escribe, el presente artículo no busca ahondar en tal empresa, que sería tema de algún otro ensayo. Después de 1975, Cortázar visita de nuevo nuestro país. Lo hace en 1979, y en 1983. En cada una de esas ocasiones es tal la conmoción ante su presencia, que las televisoras le buscan para entrevistarlo.

         De la visita en 1979 del autor de Rayuela y de El libro de Manuel, Guillermo Schavelzon menciona tres momentos que destacan el carácter épico de la figura del escritor argentino, en oposición a la sencillez de su persona. El primero de esos momentos corresponde a la visita de Cortázar a la UNAM, donde fue capaz de convocar a cinco mil asistentes, ávidos de escucharle leer. Cito:

         No podría decir cuánto duró, pero fueron varios minutos. La gente no podía dejar de aplaudir, y Cortázar, los ojos húmedos, desconcertado, sin saber qué hacer, comenzó él también a aplaudir al público que lo ovacionaba.
Sus editores, los organizadores del acto, las autoridades de la universidad, el público y el mismo Cortázar, todos callábamos paralizados por la emoción…Jamás habíamos imaginado algo así. Era Julio Cortázar en el auditorio Che Guevara.

         Dos: la extraordinaria estatura del cronopio le producía múltiples incomodidades. Schavelzon  invita a Julio a su casa; y recuerda a Carol Dunlop, la mujer de Cortázar, desesperada por resolver algunas inconveniencias antes de dormir:

         Buscaba por toda la casa una banqueta, un par de sillas, unos almohadones, algo que le permitiera agregar un suplemento a los pies del sofá-cama en que ella y Julio dormirían esa noche en mi casa mexicana…Esa era la mayor complicación cada vez que salían de viaje: encontrar una cama lo suficientemente larga como para que a Julio no le quedaran los pies afuera del colchón.

         El tercero de los momentos habla de la modestia del escritor y traductor argentino. Una vez que García Márquez se entera de que Julio Cortázar se halla vacacionando en Zihuatanejo, llama para solicitar que se le nombre “huésped oficial” del gobierno de México, ofreciéndole un hotel de cinco estrellas en la playa, coche con chofer, y todo a cargo del gobierno. Sin alcanzar el grado de desaire, Cortázar es firme en su negativa. Cito a Schavelzon:

         …pero Julio me pidió que con la mayor amabilidad dijera que deseaba vacaciones sencillas y privadas, y siendo el costo de los bungalows
bastante moderado, prefería hacerse cargo por su cuenta. Frente al mar cálido, transparente y siempre inmóvil de la Bahía de Zihuanatejo, Cortázar escribía sentado en la veranda de su bungalow, en pantalón corto y con el pecho descubierto.

         Un video de 1983, correspondiente a una entrevista en la librería El Juglar, es la última huella del paso de Cortázar por México. En él se le nota deprimido: Carol Dunlop, su mujer, había fallecido en 1982. La ausencia de Carol fue demoledora para el célebre autor de Historias de cronopios y de famas. Julio Cortázar muere el 12 de febrero de 1984, para ser enterrado junto a Carol en el cementerio de Montparnasse, en el final de un amor ejemplar. México, desde luego, gozó del privilegio de ese amor. También, después de largos años de espera, se convirtió en la realización de un sueño de juventud de un ingenuo explorador de apellido Cortázar.

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Datos vitales

Ulises Paniagua. Narrador, poeta, videasta y dramaturgo. Ha publicado tres poemarios: Del amor y otras miserias (Fridaura, 2009), Guardián de las Horas (Eterno femenino, 2012), y Nocturno imperio de los proscritos (Sediento Ediciones, 2014, Enciclopedia de las Letras Mexicanas); y  tres libros de cuentos Patibulario, cuentos al final del túnel, (Mutibilda, 2011), Nadie duerme esta noche (Fridaura, 2012), e Historias de la ruina (Sediento Ediciones, 2013, Enciclopedia de las Letras Mexicanas); así como los CDs sonoro-poéticos Cuadriversiones y Clandestinos y nocturnos (Colectivo Pena Ajena, 2013 y 2014).

Su obra ha sido divulgada en diversas antologías, revistas y diarios nacionales e internacionales, incluyendo la revista El búho. Ha sido publicado en la Academia Uruguaya de Letras; así como en España, Italia, Perú, Cuba, Venezuela, Argentina y Costa Rica. En el 2007 recibió mención honorífica en el Concurso Nacional de Cuento Criaturas de la Noche. En el 2008 fue incluido en la antología de Poesía Latinoamericana Giulia Gonzaga (Italia), y en el 2014, en la antología española Poetas del siglo XXI. Ha sido traducido al inglés y al italiano.

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