Presentamos dos textos del poeta español José María Muñoz Quiroz (Ävila, 1957). Es Miembro de Número de la Academia de Poesía de Castilla y León y Director de la revista literaria “El Cobaya”. Ha merecido premios como el Vicente Aleixandre, San Lesmes Abad, Fray Luis de León de Castilla y León, Gil de Biedma, San Juan de la Cruz y Ciudad de Salamanca así como el Premio Alfons el Magnanim de Valencia.
Solamente unas flores
disueltas en la piedra,
secas como esa tarde ya
dejando su luz sobre la cima
del horizonte. Y todo
el cementerio umbrío y solitario
y unas letras oscuras, negras
como los dientes del tiempo huido.
Era la hora del silencio,
la justa hora de la fría
caída de la luz. Nada se escuchaba
en torno nuestro.
Algún verso desnudo resurgía
en el rincón perdido de mi alma.
(En la tumba de Gil de Biedma)
No me detendré jamás a las puertas
del día, cuando esté la luz cayendo
sobre las piedras, cuando vayan los
pájaros sintiéndose perdidos entre tanta
belleza. Y seguiré mirándome hacia
adentro, hacia donde las cosas permanecen
intactas, como torres enhiestas que no saben
agachar sus cabezas. Seré el viento que
atrapa las alas del vencejo, el humo
de las cosas que se esconden tras cada
instante que olvidamos, como el pulso
de lo más íntimo y secreto. No me
detendré jamás en esas puertas
que es preciso atravesar
con la frágil seguridad del agua
cuando va derramándose en los brazos
de este intenso sosiego, y más adentro,
tanto como tú puedas cada día
concebir en tus ojos. Entonces,
sólo entonces, esconderé en mis sueños
la imprecisa materia de las cosas
que van siempre conmigo, tan adentro
que cuando las contemple me descubran
un mundo en la invisible luz del alma.
(En la espera)