El poeta Fernando Valverde (Granada, 1980) es la voz de mayor lirismo en la poesía española contemporánea. Ha merecido, entre otras distinciones, los premios Emilio Prados y Antonio Machado. Publicó, bajo el sello de Visor, los poemarios Los ojos del pelícano y, recientemente, La insistencia del daño. Actualmente enseña literatura en la University of North Georgia. Valverde estará presente en el Mexico City Poetry Festival.
BABEL
A Jorge Galán
El eclipse de luna que alumbra la ceguera,
el cáncer que es el musgo devorando el futuro,
el amor que descubre los balcones
y salta hacia el vacío,
el llanto que es principio y que escala en los cuerpos
igual que las burbujas revelan los pantanos.
Toda la muchedumbre,
con su débil memoria sujetada
como ruina durmiente,
sucede al mismo tiempo.
En los huesos del bosque,
en la hondura del fango o en la ciénaga
donde las ranas brillan como ortigas,
crecen los esqueletos sobre animales muertos
que riegan las raíces y son enfermedad,
desfiles de silencio que ahogan los tambores.
Ya ha llegado a su sangre,
el corazón del bosque se envenena
bajo la piel del mono,
la infección es del aire y avanza por el agua,
es pasto en la basura y en los charcos de amianto
que ahora lamen las vacas en Jaipur.
Seiscientos mil pulmones serán aire podrido
en las calles de Delhi,
después serán el fuego y la ceniza,
ascuas sobre los ríos,
restos de carne y muerte que camina hacia el mar
en busca de otras bocas.
Todo sucede al mismo tiempo.
Ella se ha despedido,
su paso es el desorden,
un alfiler templado que atraviesa el asombro
igual que un nadador es un huésped del agua.
La mujer de las horas detenidas
se desploma en el suelo del lavabo.
Los recuerdos se apagan,
son luces que se intuyen en la costa,
farolas encendidas que dibujan la línea del naufragio.
El cofre de cartón que los guardaba
se vuelve un laberinto,
los trajes entallados se confunden
con zapatillas viejas
y los rostros son puertas de salida,
escaleras que llenan los borrachos,
curvas que son paredes.
Toda la angustia elige el mismo tiempo.
El diluvio que llena de barro los colchones,
la desembocadura,
su agonía de oro que acaba en los tumultos.
Todo ya es parte de la misma herida.
La noche con sus bordes,
los viajeros que cargan el peso de la luna,
el paisaje nocturno y el relámpago,
la tormenta y el duelo,
los amantes que sienten en los labios
un sabor parecido
al último minuto de sol sobre la hierba.
Todo sucede al mismo tiempo,
y se adentra en la niebla,
y se detiene.