Presentamos, en versión del poeta Luis David Palacios, dos textos del poeta portugués Al Berto, posiblemente la voz más interesante de tradición lusitana desde Pessoa. Alberto Raposo Pidwell Tavares, mejor conocido como Al Berto (1948-1997) buscó siempre una belleza otra en la que alternaba un alto nivel de metaforización y la procacidad de la jerga. Fue uno de los represrntantes del movimiento poético llamado “Nuevo realismo”.
Sin título y bastante breve
tengo la mirada fija en los ángulos oscuros de la casa
intento descubrir un cruce de líneas misteriosas, y con ellas quiero
construir un templo en forma de isla
y de manos disponibles para el amor.
en realidad, estoy derrumbado
sobre la mesa de sucia formica de una taberna verde, no sé donde
busco las aves recogidas en el vértigo de la noche
borracho entrelazo los dedos
poseo los insectos duros como uñas desgarrando
los rostros blancos de las casas abandonadas, a la orilla del mar
dicen que al poseer todo esto
podría haber sido un hombre feliz, que tiene por defecto
interrogarse sobre la melancolía de las manos
esta memoria lámina incansable
un cigarro
otro cigarro ciertamente me va a calmar
¿qué sé yo sobre las tempestades de la sangre?. ¿y del agua?
en el fondo sólo amo el lado escondido de las islas
amanezco dolorosamente, escribo lo que puedo
estoy inmóvil, la luz me atraviesa como un sismo
hoy, voy a correr a la velocidad de mi soledad
de Quinta de Santa Catarina (fragmento)
animales estrangulados, materias plásticas, un ladrillo con los agujeros llenos de helechos. un perro atropellado, manchas de sangre seca. el fondo del tanque de cemento, el perfume de la ropa lavada. una sombra se inclina sobre el tanque. encima de la mesa los besos, la regla que perteneció al abuelo, la resma de papel, una cuchara de plata labrada, una lámpara fundida, agua. más agua, un sobre mojado, las plumas, los lápices, la máquina de escribir. se volvió difícil prever hasta dónde los ojos consiguen nombrar, archivar, amontonar para siempre los pequeños residuos de la adolescencia. hoy, escribir es un acto nocturno. respiro dolorosamente. escribo siempre inclinado y encogido sobre la mesa. el silencio y las sombras se deslizan a mi alrededor. se asoman por encima del hombro para ver lo que estoy escribiendo. oigo la música que viene del fondo de mi soledad. música acuática, aristas de sangre, medrosos dedos tamborileando en los vidrios polvorientos. tu nombre, este sonido frío de los árboles desmoronando la cal de las paredes. escribo con el miedo y el susto dentro de cada palabra. la vida alcanza la espiral vertiginosa de la noche. es esta palabra que me sirve para nombrarte y no otra: miedo. los textos progresan como la desolación de la casa, laten sobre el papel, me duelen los dedos y los ojos y los órganos del cuerpo que nunca vi. el pecho desgastado por la dolencia. por una ranura en las maderas crece el alba. penetra, entra por la ventana, invade la intimidad en penumbra del cuarto. dejo de escribir estoy muy cansado. en el agotamiento de la noche me encontré enumerando las cosas amadas. las pongo en los lugares donde siempre estuvieron, les doy una edad, una utilización, y antes que la mañana caiga sobre la casa recreo el mundo. después espero el sueño. se me hinchan los párpados, adivino los sueños anteriores a mi edad. el cuerpo se escurre por el abismo florido de las galaxias. nada sé de mí durante esas horas. absolutamente nada.
poco más que decir. camino dejando caer los últimos residuos de la memoria. fragmentos de noche escritos con el corazón presintiendo catástrofes del mundo. la gran soledad es un lugar blanco poblado de mitos, de tristeza y de alegría. pero estoy casi siempre triste. algunas fotografías me revelan que en otros lugares ya he estado triste. por ejemplo, en el fondo de este pozo vi iniciarse la sombra del adolescente que fui. Agua lunar, cañaverales, luminosos escarabajos, este sol quemando la piel de las plantas. camino por los textos y me voy dando cuenta de todo esto. lo que empiezo y dejo sin terminar, como dejaré la vida, tengo la certeza inacabada. el mundo me ha pertenecido, la memoria me revela esta herencia, ese bien. hoy, sólo siento el viento reavivar heridas, nada poseo, ni siquiera el sufrimiento. otra memoria va tomando forma, me asusta, todavía casi nada ha sucedido y ya envejecí tanto, un juego de astillas es todo lo que poseo, la memoria que viene aún no tiene su dolor dentro de ella. las fotografías y los textos, tu rostro, podrían proyectarme para un futuro más feliz, o contarme los desastres de los recomenzados regresos. pero, cuando más tarde conseguí darme cuenta que la vida vibró en mí, un instante, tendré la certeza de que nada de aquello me perteneció. ni incluso la vida, ninguna muerte. en la misma posición, reclinado sobre mi frágil cuerpo, recomienzo a escribir. estoy otra vez ocupado en olvidarme. escribir es morada precaria para el vaguear del corazón. me queda la perturbación de haber atravesado los días, humildemente, sin quejidos. anochece o amanece, da lo mismo.
Sem título e bastante breve
tenho o olhar preso aos ângulos escuros da casa
tento descobrir um cruzar de linhas misteriosas, e com elas quero
construir um templo em forma de ilha
ou de mãos disponíveis para o amor.
na verdade, estou derrubado
sobre a mesa em fórmica suja duma taberna verde, não sei onde
procuro as aves recolhidas na tontura da noite
embriagado entrelaço os dedos
possuo os insectos duros como unhas dilacerando
os rostos brancos das casas abandonadas, à beira-mar.
dizem, que ao possuir tudo isto
poderia ter sido um homem feliz, que tem por defeito
interrogar-se acerca da melancolia das mãos
esta memoria lámina incansável
um cigarro
outro cigarro vai certamente acalmar-me
que sei eu sobre tempestades do sangue? e da água?
no fundo, só amo o lado escondido das ilhas
amanheço dolorosamente, escrevo aquilo que posso
estou imóvel, a luz atravessame como um sismo
hoje, vou correr à velocidade da minha solidão.
Quinta de Santa Catarina
animais estrangulados, matérias plásticas, um tijolo com os furos cheio de avencas. um cão atropelado, manchas de sangue seco. o fundo do tanque em cimento, o perfume da roupa lavada. uma sombra debruça-se para o tanque. em cima da mesa os óculos, a régua que pertenceu ao avô, a resma de papel, a colher em prata lavrada, uma lâmpada fundida, água. mais água, um envelope molhado, as canetas, os lápis, a máquina de escrever. tornou-se difícil prever até onde os olhos conseguem nomear, arquivar, arrumar para sempre os pequenos resíduos da adolescência. hoje, escrever é um acto nocturno. respiro dolorosamente. escrevo sempre deitado ou encolhido sobre a mesa. o silêncio e as sombras deslizam à minha volta. espreitam por cima do ombro para verem o que estou a escrever. ouço a música que vem do fundo da minha solidão. música aquática, arestas de sangue, medrosos dedos tamborilando nos vidros poeirentos. teu nome, este som frio de árvores esfacelando a cal das paredes. escrevo com o medo e o susto dentro de cada palavra. a vida atinge a espiral vertiginosa da noite. é esta palavra que me serve para te nomear e não outra: medo. os textos progridem com a desolação da casa, latejam sobre o papel, doem-me os dedos e os olhos, os órgãos do corpo que nunca vi. o peito desgasto pela doença. por uma fenda nas madeiras cresce a alba. perfura, entra pela janela, devassa a intimidade penumbrosa do quarto. paro de escrever, estou muitíssimo cansado. na exaustão da noite dei comigo a enumerar as coisas amadas. ponho-as nos lugares onde sempre estiveram, dou-lhes uma idade, uma utilização, e antes que a manha se abata sobre a casa recrio o mundo. depois, espero o sono. incham-me as pálpebras, adivinhoos sonhos anteriores à minha idade.o corpo escorrega pelo abismo florido das galáxias. nada sei de mim durante essas horas. absolutamente nada.
pouco mais há a dizer. caminho largando os últimos resíduos da memória. fragmentos de noite escritos com o coração a pressentir as catástofres do mundo. a grande solidão é um lugar branco povoado de mitos, de tristezas e de alegria. mas estou quase sempre triste. por exemplo, no fundo desse poço vi inclinar-se a sombra adolescente que fui. água luar, canaviais, luminosos escaravelhos, este sol queimando a pele das plantas. caminho pelos textos e reparo em tudo isto. o que começo deixo inacabado, como deixarei a vida, tenho a certeza inacabada. o mundo pertenceu-me, a memória revela-me essa herança, esse bem. hoje, apenas sinto o vento reacender feridas, nada possuo, nem sequer o sofrimento. outra memória vai tomando forma assusta-me, ainda quase não aconteceu e já envelheci tanto. um jogo de estilhaços é tudo que possuo, a memória que vem ainda não tem a dor dentro dela. as fotografias e os textos, teu rosto, poderiam projectar-me para um futuro mais feliz, ou contarem-me os desastres dos recomeçados regressos. mas, quando mais tarde consegui reparar que a vida vibrou em mim, um instante, terei a certeza de que nada daquilo me pertenceu. nem mesmo a vida, nenhuma morte. na mesma posição, reclinado sobre meu frágil corpo, recomeço a escrever. estou de novo ocupado em esquecer-me. a escrita é precária morada para o vaguear do coração. resta-me a perturbação de ter atravessado os dias, humildemente, sem queixumes. anoitece ou amanhece, tanto faz.