Relaciones peligrosas: Abigael Bohórquez, Al Berto, Néstor Perlongher

Presentamos tres poemas de tres autores que trazan ciertas semejanzas: Abigael Bohórquez (México, 1936), Néstor Perlongher (Argentina, 1949) y Al Berto (Portugal, 1948). Zeitgeist es una palabra que usan los alemanes para referirse al “espíritu del tiempo”. Estos autores, más allá de sus evidentes diferencias, tienden entre sí curiosos puentes: son homosexuales, su poesía es de alto voltaje lírico y los tres murieron prematuramente. Su obra se construyó en un periodo similar, desde luego.

 

 

 

 

 

AL BERTO

(PORTUGAL, 1948)

 

 

Mi único amigo

 

maravillarte los insomnios

con el paciente crepúsculo de la edad

despertar fuera del cuerpo olvidar la mirada

sobre el pelo rojizo de los animales beber

el fulgor de las estrellas en el esplendor del alba

nombrarte

para volver a empezar juntos la vida toda

enseñarte el secreto de los alquímicos minerales

provocarte una mínima culpa

en el inmaduro paisaje del corazón

esta es la travesía que te propongo

amanecer sin querer poseer el mundo

y en el rocío de la noche saciar el deseo aplazado

respirar la música inaudible de las galaxias

sentir el borbotar del agua en el miedo de la boca

el amor

debe de ser esta persecución de sombras

esta cabeza de mármol mutilada

o este desierto

donde el temor a perderte permanece oculto

en la suciedad antigua de los días

 

 

(Traducción de Cidália Alves Dos Santos y Javier García Rodríguez)

 

 

 

 

 

NÉSTOR PERLONGHER

(ARGENTINA, 1949)

 

 

 

Mme S.

 

Ataviada de pencas, de gladíolos: cómo fustigas, madre, esas escenas de oseznos acaramelados, esas mieles amargas como blandes el plumero de espuma: y las arañas: cómo espantas con tu ácido bretel el fijo bruto: fija, remacha y muele: muletillas de madre parapléxica: pelvis acochambrado, bombachones de esmirna: es esa madre la que en el espejo se insinúa ofreciendo las galas de una noche de esmirna y bacarat: fija y demarca: muda la madre que se ofrece mudándose en amante al plumereo, despiole y despilfarro: ese desplume de la madre que corre las gasas de los vasos de whisky en la mesa ratona: madre y corre: cercena y garabato: y gorgotea: pende del cuello de la madre una ajorca de sangre, sangre púbica, de plomos y pillastres: sangre pesada por esas facturas y esas cremas que comimos de más en la mesita de luz en la penumbra de nuestras muelles bodas: ese borlazgo: si tomabas mis bolas como frutas de un elixir enhiesto y denodado: pendorchos de un glacé que te endulzaba: pero era demasiado matarte, dulcemente: haciéndome comer de esos pelillos tiesos que tiernos se agazapan en el enroque altivo de mis muslos, y que se encaracolan cuando lames con tu boca de madre las cavernas del orto, del ocaso: las cuevas; y yo, te penetraba? pude acaso paranne como un macho ebrio de goznes, de tequilas mustio, informe, almibararme, penetrar tus blonduras de madre que se ofrece, como un altar, al hijo -menor y amanerado? adoptar tus alambres de abanico, tus joyas que al descuido dejabas tintinear sobre la mesa. entre los vasos de ginebra, indecorosamente pringados de ese rouge arcaico de tus labias?

cual lobezno lascivo, pude, alzarme, tras tus enaguas, y lamer tus senos, como tú me lamías los pezones y dejabas babeante en las tetillas -que parecían titilar el ronroneo de tu saliva rumorosa? el bretel de tus dientes?

pude madre? como un galán en ruinas que sorprende a su novia entre las toscas braguetas de los estibadores, en los muelles, cuando laxa desova, en los botones, la perfidia a él guardada? ese lugar secreto y púbico? cómo entonces tomé esa agarradera, esos tapires incrustados con mangos de magnolia, aterciopeladamente sospechosos y sosteniendo con mi mismo miembro la espuma escancorosa de tu sexo, descargar en tu testa? Sonreías borlada entre las gotas de semen de los estibadores que en el muelle te tomaban de atrás y muellemente: te agarre: qué creías?

 

 

 

 

 

ABIGAEL BOHÓRQUEZ

(MÉXICO, 1936)

 

 

 

Primera Ceremonia

 

primaverizo yaces,

deleital y ternúrico,

y nadie es como tú, cervatillo matutinal,

silvestrecito y leve.

aparentas dormir

y una sonrisa esplende en tus pupilas;

quedo sin mí.

Tú veranideces

cuando mis manos desdoblan su pobreza

y tocan tus cabellos dóciles, como el agua

y me tiendo a tu lado.

Desnudo te descubres; desnudo estoy allí;

suspenso, trémulo,

desamparado como la noche del misérrimo;

ayuno y mórbido:

qué puedo hacer, enceguecido y mudo,

atado de estupor,

¿maravillado?

mantienes tu mirada fresca y feroz,

sedienta de antemano;

resplandeciendo en la devoradora oscuridad: tu sexo,

húmedo, cálidamente eléctrico, madero victorioso,

con el recuerdo herido todavía

de la primera masturbación y el receloso orgasmo, y tus labios suntuosos

temblando un hálito que ya no necesita

el niño que eras,

y tu cuello miro que pulsa las cuerdas

del corazón, no sé si el tuyo, el mío,

y ninguna palabra pronunciamos,

ninguno a mi favor;

no hay gracia para mí.

Deja que diga no tu pecho núbil,

duro lugar de la salud,

marejada que nadie detendrá,

retén su amor, su odio;

tu modo de ser tú casi me lame,

calor de perro, ojos de ganso, hermano de caballos;

me viene encima tu sazón,

la rotación novicia de tu ombligo,

tu almíbar de estar hecho

veloz, inmóvil, lento, prensil, inapresable;

tiendo una mano: existes;

tus muslos, golpe a golpe, se separan,

se encuentran, se encajan, se unifican,

se hace una brecha ardiente en el revuelo

de la sábana;

no hay piedad para mí.

Tus dientes caen, degüellan,

rindo el sentido.

Tómame,

deshónrate, sométeme, contrístate, obedéceme,

enloquece, avergüénzate, desúnete, arrodíllate,

violéntame, vuelve otra vez, apártate, regresa,

miserable, amor mío, lagarto, imbécil, maravilla,

precipítate, aúlla.

De pronto, tú, el relámpago,

abierto, florecido, restallante,

arriba, abajo, encima, ¿dónde?

hiendes la oscuridad,

y adentro:

 

llueves.

 

 

 

 

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