Poesía inglesa medieval: Thomas Rowley

Presentamos la traducción de Sergio Eduardo Cruz (Estado de México, 1994) de la Égloga Primera de Thomas Rowley, monje medieval que manifestó sus versos mediante Thomas Chatterton (Bristol, 1752-1770), o acaso sea del otro modo. Como nos lo hace ver nuestro traductor más adelante, la particularidad del Inglés de Chatterton/Rowley radica en fusionar las características de la lengua de distintas épocas, la que presentamos es una de las contadas versiones en nuestra lengua, cuando no la única.

 

 

 

 

 

Égloga primera

Thomas Chatterton

 

A pesar de su carácter fundamental para la comprensión del movimiento poético en la Inglaterra del siglo XIX (fue alabada por Wordsworth, Keats, Byron, y posteriormente por Wilde), la poesía de Thomas Chatterton (y de su heterónimo, el monje medieval Thomas Rowley, cuya historia podemos vislumbrar en los poemas) resulta mucho menos conocida/difundida que su leyenda: el jovenzuelo que escribía poemas en un dialecto único, que fusiona características del Inglés de varias épocas, desde los doce años y hasta su muerte en un cuartucho a los diecisiete; ha pasado a la historia más por lo llamativo de su vida que por la calidad de su obra. Este poema, primero en una serie de interpretaciones de lo que Chatterton escribió bajo Thomas Rowley, busca dar a conocer las particularidades de un trabajo único para su época y que presagia al Romanticismo en su recuperación de lo medieval como fuente de poesía.

            En sus Églogas, Chatterton (desde Rowley) entrega su propia interpretación de la poesía bucólica virgiliana; el uso del diálogo pastoril y de temas clásicos, sin embargo, se encuentra con un carácter sumamente excéntrico de imágenes que chocan entre ellas y generan un sentimiento de angustia e incertidumbre. De alguna manera, por su uso de personificaciones y estructuras metafóricas, podríamos hablar del joven poeta inglés como un antecesor de William Blake y Samuel Taylor Coleridge que buscó la recuperación de formas medievales para llevarlas a un carácter profético de su propia época. Esta es la Égloga Primera, escrita en seis décimas spenserianas irregulares (semejantes a las que se usaron para la composición de “The Faeire Queene”) y en la que se trata el tema bélico.

 

Sergio Eduardo Cruz

 

 

 

 

 

 

Égloga Primera

 

 

 

Fue cuando Albión, humo brotando de letal herida

y de alto cuello fermoso arrancadas sus cadenas,

observaba cómo sus hijos notables, alrededor, caían

(mas victoriosos, pues alto honor obtenían),

que en un valle oculto de grises rocas serenas

dos solitarios pastores en abrupto camino iban

(oír a las hojas crujiendo el corazón espantaba)

y blanco búho, en los árboles temblando, se lamentaba;

primero a Roberto, pastor de vacas, el corazón dolió

y cayendo en lamento a la tierra, así habló:

 

 

            habla Roberto

¡Ay, Rafael! Mira cómo las horas vienen incesantes

y aún nosotros a más lejanas penas viajamos:

a pesar de la fuerza, nuestra voluntad falla constante

y cada peligro adelanta los pasos que damos.

¡A maldades cometidas más aún añadimos

la Guerra, el dolor, la miseria imperante!

Y yo, que he vivido, de ninguna he escapado,

y el terror que es la vida mis propios sentidos evaden.

¡Pues, Rafael!, considera ahora mi triste ejemplo,

atiende a la historia del tordo en el valle.

 

 

            habla Rafael

No digas más, pues reconozco tu pena en la mía

y la historia que contaré desciende de Satanás mismo.

Bellas flores, límpidos bosques, hijos del terso paraje,

cuevas apenas notorias desde la celda Eremita

mientras música de dulce violín canta por el valle;

alegres danzantes en cortes y hosterías

dan sus adioses a la canción gloriosa del día,

a la sombra del justo placer ya distante:

crueles venganzas en mi cabeza nacidas se revelan

y ningún santo habrá de guardarnos del terror imperante.

 

 

            habla Roberto

¡Ay! Podría llorar en regios caminos manchados de cobre

por mi rebaño de ovejas como campos de lirio,

mi paraje de tiernas manzanas y adustos árboles,

las pasturas que cuido a lo eterno estrechándose,

mis tiernas vacas, sus fuertes becerros peleando,

mi jardín por altas hortensias emblanquecido,

las damasquinas que entre luces y sombras llegan

y todas las bendiciones que el cielo me dare.

Sin embargo, duras ventiscas endurecieron mi lengua

y en dicha costumbre lágrimas han de guardarse.

 

 

            habla Rafael

Aquí seré atado hasta que la muerte aparezca,

aquí como un árbol mortífero y envenenado

que corta la vida de todo el que se acerca:

con raíces fijadas en estrecho espacio, creceré.

Yo, ante todo, tengo más aún que lamentar,

pues el padre que amo yace muerto en la guerra;

¡ay!, alegre al perpetrador yo habría de asesinar

y cerrar mis ojos frente a él, hacia la vida eterna.

Aquí sangraré, despojado de felicidad cualquiera,

pues los escombros de mi hogar arden sin tregua.

 

 

            habla Roberto

Unidas nuestras penas, unido será nuestro destino.

Mi hijo, el único, ha muerto en la guerra también;

aquí me quedaré, y terminaré la vida junto a ti

pues siento llegar la frontera última del camino.

Ahora que de toda casa la felicidad ha escurrido

sólo los monasterios aún llevan el Sello Sagrado;

ahora que Albión todo es vestido con prendas de sangre

y con la muerte de sus campeones se pinta el rostro

la paz ha huido, se muestran señales de desorden

y aquél que reste es condenado por siempre a andar

                                                           [entre los restos

                                                                       de su patria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Eclogue the First

 

 

 

Whanne Englonde smeetheynge from her lethal Wounde,
From her galled necke dyd twytte the chayne awaie;
Kennynge her leegeful sonnes falle all arounde,
(Myghtie theie fell, ’twas honoure ledde the fraie,)
Thanne inne a dale, bie eve’s dark surcote graie,
Twayne lonelie shepsterres dyd abrodden flie,
The rostlyng liff dothe theyr whytte hartes affraie,
And wythe the owlette trembled and dyd crie;
Firste Roberte Neatherde hys sore boesom stroke,
Then fellen on the grounde and thus yspoke.

 

ROBERTE

Ah Raufe! gif thos the howres do comme alonge,
Gif thos wee flie in chase of farther woe,
Owre fote wylle fayle albeytte wee bee stronge,
Ne wylle owre pace swefte as oure danger goe.
To owre grete wronges we have enheped moe:
The Baronnes warre! oh! woe and well-a-daie!
I haveth lyff, bott have escaped soe,
That lyff ytsel mie Senses doe affraie.
Oh Raufe, comme lyste, and hear mie dernie tale,
Comme heare the balefull dome of Robynne of the Dale.

 

 

RAUFE

Saie to mee nete; I kenne thie woe in myne;
O! I’ve a tale that Sabalus mote telle.
Swote flouretts, mantled meedows, forestes dygne;
Gravots far-kend arounde the Errmiets cell:
The swote ribible dynning yn the dell;
The joyous daunceynge in the hoastrie courte;
Eke the highe songe and everych joie farewell,
Farewell the verie shade of fayre dysporte,
Impestering trobble, onn mie heade doe comme,
Ne on kynde Seyncte to warde the aye encreasynge dome.

 

 

 

ROBERTE

Oh! I coulde waile mie kynge-coppe-decked mees,
Mie spreedynge flockes of shepe of lillie white,
Mie tendre applynges, and embodyde trees,
Mie Parkers Grange, far spreedynge to the syghte,
Mie cuyen kyne, mie bullockes stringe yn fyghte,
Mie gorne emblaunched with the comfreie plante,
Mie floure Seyncte Marie shotteyng wythe the lyghte,
Mie store of all the blessynges Heaven can grant.
I amm duressed unto sorrowes blowe;
I hanten’d to the peyne, wil lette ne salte teare flowe.

 

 

 

RAUFE

Here I wille obaie untylle Dethe doe ‘pere,
Here lyche a foule empoysoned leathel tree,
Whyche sleaeth everichone that commeth nere,
Soe wille I fyxed unto thys place gre.
I to bement haveth moe cause than thee;
Sleene in the warre mie boolie fadre lies;
Oh joieous I hys mortherer would slea,
And bie hys syde for aie enclose myne eies.
Calked from everich joie; heere wylle I blede,
Fell ys the Cullys yatte, of mie hartes castle stede.

 

 

 

ROBERTE

Oure woes alyche, alyche our dome shal bee.
Mie sonne, mie sonne alleyn, ystorven ys;
Here wylle I staie, ande end mie lyff with thee;
A lyff lyche myne a borden ys ywis.
Now from een logges fledden is selyness,
Mynsterres alleyn can boaste the hallie Seyncte,
Now doeth Englonde weare a bloudie dresse
And wyth her champyonnes gore her face depeyncte;
Peace fledde, disorder sheweth her dark rode,
And thorow ayre doth flie, yn garments steyned with bloude.

 

 

 

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