Una conversación con Tony Hoagland

Presentamos una entrevista con Tony Hoagland(North Carolina, 1953)realizada en el año 2006 durante el Festival de Poesía Geraldine R. Dodge en Stanhope, Nueva Jersey. Hoagland ha publicado los libros de poesía Sweet Ruin (1992, Brittingham Prize), Donkey Gospel(1998, James Laughlin Award), What Narcissism Means to Me (2003), Rain (2005) y Unincorporated Persons in the Late Honda Dynasty (2010). También publicó el libro de ensayos sobre poesía  Real Sofistakashun (2006). Hoagland es uno de los críticos fundamentales para entender la poesía contemporánea. La traducción es de Raúl Garza.

 

 

 

 

 

 

En conversación con Tony Hoagland

 

 

Poets.org: ¿Podrías recordar algún momento en particular en el cual decidiste dedicarte seriamente a la poesía?

Tony Hoagland: Bueno, descubrí la poesía cuando era un adolescente lleno de conflictos. En retrospectiva, me doy cuenta que era misteriosa para mí; era atractiva porque intentaba, al parecer, resolver los problemas de la naturaleza humana y del mantenerse con vida que eran los problemas con los que yo estaba lidiando.

Pero creo que me sumergí cada vez más y más en el mundo de la poesía simplemente porque era la única cosa que se mantenía constante en mi vida, persistía año tras año, y después década tras década. Me parecía que no podía mantener continuidad en ninguno de los otros ámbitos típicos de la vida: en las relaciones personales, en la educación, y la idea de seguir una carrera era algo ridículo para mí. Pero la poesía siempre estaba ahí, y yo permanecía absorbido leyéndola y escribiendo mis pésimas versiones de ella– carecía increíblemente de talento.

Pero en retrospectiva, como comencé diciendo, la poesía –los poemas en sí –se convirtió en una cultura para mí, una cultura que cargaba conmigo. Mis padres estaban desconectados de sus padres. Éramos de clase media. No había religión en mi familia. Así que había una ausencia de conocimiento ceremonial, había una ausencia de conocimiento hereditario, había una ausencia de historias familiares, y había una ausencia de instrucción.

En retrospectiva, puedo ver que mi sucedáneo en cuanto al tipo de conectividad que otras personas pudieran tener en una manera mucho más convencional fueron los poemas que estaba leyendo. Tendría una experiencia y pensaría en un poema de Philip Larkin, o en uno de W. H. Auden, o en un poema de Louise Glück, o en uno de James Tate. Las historias de los poemas se relacionaban directamente con mi experiencia de andar por el mundo, y el conocimiento emocional– o las instrucciones conductuales que necesitaba –estaban de alguna forma saliendo de los poemas. Y así era muy instructiva para mí.

Sé que la gente dice a menudo “quieres aprender poemas de memoria y así, si alguna vez vas a prisión puedes decirlos para ti, y podrás encontrar consuelo, alivio y compañía.” Me parece que eso es cierto para mí, y creo que sigue siendo cierto para mí. Soy un Americano muy típico: soy des-arraigado, no tengo raíces, no tengo un sistema enraizado. Por lo menos un típico Americano clase mediero, me parece. La poesía ha sido esa cultura para mí.

 

Poets.org: ¿Cuáles son algunas de las influencias o tributarios que entran en tu obra?

Hoagland: Creo que esa es una muy buena pregunta, porque sí percibo a la poesía como venida de diferentes líneas sanguíneas, se podría decir. Y líneas espirituales, líneas de imaginación, líneas de experimentación lingüística.

No me parece que pueda nombrar todas las líneas que me han atraído, y que he intentado integrar en mi propia vida de lector y escritor. Pero ciertamente puedo decir que existe una línea de vulgaridad que ha sido siempre importante en mi obra, algo como una violencia de adolescente, o sensibilidad, o lenguaje,  o explosión emocional, la cual para mí valida un poema, lo hace parecer un documento verdadero de una persona verdadera que ha estado en el mundo de la experiencia, y que está en el mundo de habla en el momento en el que escribe el poema. Así que, personas como Apollinaire e indudablemente Frank O’ Hara, y W. S. Merwin, son solo algunos de los poetas que mencionaré. Ni siquiera imagino a quién estoy olvidando. Pero eso es parte de mi línea: una poesía coloquial, una poesía que también está involucrada con la cultura popular.

Al mismo tiempo, hay una línea de wisdom poetry de la que siempre he estado prendado, esta se entrega en sí con un tipo de elegancia sintáctica y de dicción. Para proveerme de un modelo de voz culta, Auden fue para mí muy instructivo. Wallace Stevens fue muy importante musicalmente, y hasta cierto punto también como un wisdom poet, pero creo que Stevens pudo haber sido uno de los poetas en quién escuché primero lo que las personas durante años habían estado entendiendo como la música del lenguaje. Era un lenguaje cómico, era rítmico, tenía al mismo tiempo un aire de elegancia y comedia, y momentos de dignidad – toma un poema como “Una postal desde el Volcán”, por ejemplo.

Entonces, mientras seguía, los poetas que manipulan como ventrílocuos muchas voces juntas en su poesía son importantes para mí, poetas como John Berryman. La poesía, así como la crítica, de Robert Pinsky me fue de mucha ayuda para sistematizar lo que ya estaba escuchando y estudiando, sin saberlo, en términos de dicción y tonalidad, y en sus argumentos de que un poema es un aparato integrador que sirve para reunir y conjuntar en la conversación todas las voces de diferentes clases y elementos de la sociedad Americana, o de cualquier cultura. Esas son algunas de las influencias que puedo nombrar de memoria.

 

Poets.org: ¿Crees que los poetas o la poesía pueden efectuar un cambio político o social?

Hoagland: Esa es una gran y difícil pregunta. Una y otra vez, conozco poetas de todas edades, pero especialmente poetas viejos, que de verdad están amargados por la falta de distinción cultural o de fuerza que la poesía tiene en América. Si eso es cierto, sufro de una feliz ceguera al respecto. No deseo amargarme por eso, aunque puedo ver cómo puede ocurrir. Una de las vías en las que discutiría conmigo mismo en cuanto a una posición de futilidad, acerca de la utilidad de la poesía, es que la veo enormemente útil para las personas.

En mis primeros poemas, la poesía me ayudó a pelear las batallas psicológicas, y a construir el conocimiento psicológico, información, y arquitectura, que necesitaba para entender mi experiencia, y participar de ella. Todavía encuentro que gente joven, y gente de todas edades, encuentran eso enormemente útil.

Mientras envejezco, y menos preocupado de mis estados anímicos, y ese sentir de aprisionamiento emocional que los jóvenes tienen tanto– y yo tuve demasiado –mi atención se ha volcado a darme cuenta de que el Yo y la vida se componen no solo de relaciones familiares o problemas psicológicos, sino también de problemas económicos, raciales, y de consumo cultural. Y así mis poemas han tomado en cuenta ese tipo de material y de textura, ambas cosas como fuente de entretenimiento y como fuente de meditación, compromiso, y razón.

Siento que nos ahogamos en una cultura cuyas fuerzas mediáticas y sus medidas paliativas de control de daños son tan fuertes, tan extensivas, y tan difíciles de ignorar, que la poesía esta de hecho bien equipada para presentar un modelo de cómo luce nuestra experiencia ahora mismo. Es capaz de nombrarla, de nombrar la aflicción la cual es muy, muy difícil de nombrar. De nombrar esa aflicción que un Americano ordinario experimenta cuando vaga por ahí: la enorme confusión de jerarquías; el valor y la información; el bombardeo; la dificultad de encontrar quietud.

Siento que la poesía es un instrumento que puede diagnosticar, y también proclamar, qué es de valor y qué es contaminación y enfermedad. Por nombrar qué es de valor y qué no es de valor, uno puede de alguna manera encontrar una salida del laberinto. Una cosa que creo que la poesía puede hacer es sostener una bola-de-nieve de experiencia Americana contemporánea, para que así podamos verla desde un lugar seguro, desde afuera y decir “Sí, de verdad es una locura, y existen de verdad alternativas para aminorar mi locura y mi complicidad con estas estructuras de demencia colectiva.”

 

Poets.org: ¿Cuáles son algunas de las tendencias que ves en la poesía contemporánea, y cómo se acomoda tu obra a ellas?

Hoagland: No hay duda de que un cambio de paradigma llegó a la poesía Americana en la década de los noventa que se aprecia en general, sin embargo, no sé si es tan profundo como las revoluciones de los años cincuenta con la poesía Confessional, Deep Image, Beat, Projective Verse, New York School, todas esas revoluciones poéticas, como también el gran cambio paradigmático que se llevó a cabo a principios de siglo.

Históricamente, parece que hay tres maremotos de cambio estético en la poesía Americana del siglo veinte, y nosotros estamos justo en medio de la tercera de esas revoluciones.

Parece predicarse para un número general de cosas: la inestabilidad del lenguaje como la describe la crítica literaria Francesa; la dificultad de decir cualquier cosa con cierto grado de verdad; y el sacrificio de eso como criterio para hacer poesía– el sacrificio de una obligación para con la verdad o con el saber. Acompañando a esos tipos de desilusiones hay un gran sentido de juego lingüístico o semiótico, el cual está informando mucha poesía escrita por jóvenes en este momento. No quiero mencionar a la Poesía del Lenguaje porque no entra en este asunto en realidad. Y es que ésta es una era de enorme ingenio y de juego verbal lingüístico, y de muchos y variados juegos retóricos que no hemos visto desde hace mucho tiempo.

Esas son las buenas nuevas. Se trata de una poesía bastante efervescente la que se está escribiendo ahora mismo. Pero es también una poesía que no demuestra demasiada fidelidad a la experiencia, y no necesariamente una visión profunda de cómo ésta tiene consecuencias en la vida y en el andar por el siglo veintiuno. En otras palabras, pareciera que se trata en su mayoría de una poesía del entretenimiento. Es una poesía que podría ser etiquetada como “esteticismo.”

Como sea, suficiente acerca de esas cosas. Mi poesía es diferente de eso. Creo que es bueno tener en cuenta a la lingüística, comprender que el lenguaje es una sustancia plástica, y estar consciente de la inestabilidad innata del lenguaje y del nombrar. Tener una consciencia del nombrar parece importante, pero mi poesía tiene una lealtad hacía la experiencia. Tiene una lealtad a la poesía que crece del sufrimiento, y la cual intenta nombrar las fuentes y la arquitectura del sufrir como un acto de empatía y análisis.

Mi poesía es bastante congruente con la poesía de mitad de siglo, y también con lo que es todavía la corriente principal de la poesía. Continúo creyendo en la poesía– creo en sus valores, de ayudarnos a vivir nuestras vidas, y de conectarnos con el otro y en el de su continuar operando sobre los pacientes enfermos de la cultura Americana y sobre las psiques individuales.

 

 

 

 

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