Poesida | Navegación en Yoremito, de Abigael Bohórquez, edición argentina

Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2015: El suri porfiado, en coedición con Círculo de Poesía, ha publicado en Argentina, Poesida y Navegación en Yoremito de Abigael Bohórquez (Caborca, 1936- Hermosillo, 1995). Bohórquez se ha convertido en uno de los poetas de culto de la tradición lírica mexicana. Los poemas de este libro, recién publicado en Argentina, constituyen, sin duda, una de las cimas líricas de nuestra tradición.

 

 

 

 

 

 

 

Abigael Bohórquez, al menos desde Las amarras terrestres (1969), había ofrecido una poesía madura, muy personal, intensísima. Navegación en Yoremito (1993) y Poesida (1996) son momentos casi insuperables de la poesía mexicana. En él encontramos, sin duda, una de nuestras cimas líricas.

            Su poesía es una especie de escándalo del lenguaje, un decir que no sólo se aparta brillantemente de la norma lingüística sino que es, también, altamente emotivo y vertiginoso. En sus poemas asistimos a una puesta en operación de la lengua que retoma la fuerza del arcaísmo y aún construcciones sintácticas propias de los Siglos de Oro y la Edad Media. A lo anterior incorpora sorprendentes neologismos, no vacila en el uso de palabras o estructuras de ese dialecto parasitario, variado y vivo que es el slang o la castellanización de vocablos en inglés. Estos elementos, dispuestos sintagmáticamente por una inteligencia aguda e ingeniosa, generan un complejísimo tejido verbal que resulta sumamente atractivo no solamente por el extrañamiento que causa sino por su lirismo y por el tratamiento del tema homosexual. Su música es intrincada, con una especie de candorosa aspereza que se suma al ritmo que impone la silva, visitada no pocas veces por él. El libro póstumo de Abigael Bohórquez, Poesida, es terriblemente emotivo y doloroso. Sus giros lingüísticos, que producen una sorpresa que nos asalta, verso a verso, con el corazón contrito, son indicadores de la calidad de esta poesía.

 

 

 Alí Calderón

 

 

 

 

 

 

De Poesida

 

 

 

Desazón

 

 

Cuando ya hube roído pan familiar

untado de abstinencia,

y hube bebido agua de fosa séptica

donde orinan las bestias;

y robado a hurtadillas

tortillas y sal y huesos

de las cenadurías;

y caminado a pie calles y calles,

sin nómina,

levantando colillas de cigarros;

y hubime detenido en los destazaderos,

ladrando como perro sin dueño,

suelo al cielo, mirando a los abastecidos.

 

Cuando ya hube sentido

en pleno vientre el hueco

resquebrajado y yermo

del hontanar vacío,

y metido las manos a los bolsillos locos

y, aun así, levantando la frágil ayunanza

del alma en claro,

me conformo, me he dicho:

Dios asiste, y espero.

 

Cuando ya hube saboreado

sexo y carne y entraña,

y vendido mi cuerpo en los subastaderos,

cuando hube paladeado

boca, lengua y pistilo,

y comprado el amor entre vendimiadores,

cuando hube devorado

ave y pez y rizoma

y cuadrúpedo y hoja

y sentado a la mesa alba y sofisticada

y dormido en recámara amurallada de oro,

y gustado y tactado y haber visto y oído,

me conformo, me he dicho:

Dios asiste. Y camino.

 

Cuando ya hube salido

de cárceles, burdeles, montepíos, deliquios,

confesionarios, trueques, bonanzas, altibajos,

elíxires, destierros, desprestigios, miseria,

extorsiones, poesía, encumbramientos, gracia,

me conformo, me he dicho:

Dios asiste. Y acato.

 

Por eso ahora lejos

de lo que fue mi casa

mi solar por treinta años,

mi heredad amantísima,

mis palomas, mis libros,

mis árboles, mi niño,

mis perras, mis volcanes,

mis quehaceres, la Chofi,

sólo escribo a pesares:

Dios asiste.

Y confío.

 

Y de repente, el Sida.

¿Por qué este mal de muerte en esta playa vieja

ya de sí moridero y desamores,

en esta costra antigua

a diario levantada y revivida,

en esta pobre hombruna

de suyo empobrecida y extenuada

por la raza baldía? Sida.

Qué palabra tan honda

que encoge el corazón

y nos lo aprieta.

 

Afuera, al sol,

juguetean los niños,

agrio viento,

con un barco menudo

en mar revuelto.

 

 

 

 

 

 

Duelo

 

 

Vengo a estarme de luto por aquellos

que han muerto a desabasto,

por los que rútilos o famélicos,

procurando saciar su corazón o su hambre,

cayeron en la trampa;

eran flores de arena, papirolas,

artificios de bubble gum, almas de azogue,

veletas de discotheque, aleteos, dispendio,

pero eran también un alma, una palabra,

un esqueleto de pan y sal,

con rincones amables

como el tuyo o el mío, compañero,

un pensamiento hermoso o ruin,

mas cosa como nosotros,

hechos un haz de sangre todavía

entre el verdor y el agua de la vida.

Vengo a estarme de luto

por aquéllos

que recibieron prematuramente

su funeral de escándalo,

su ración, su camastro, su obituario velado,

pero más por aquellos

que, desde que nacieron,

son confinados, etiquetados, muertos

en sus propios rediles,

herrados, engrillados a un escritorio oculto,

a un cubículo negro.

Ah, caravana de las carcajadas,

carne desamparada de la arcaica matanza,

paredón de la pública befa,

arrimaditos, amontonaditos

en el muro del asco.

 

Vengo a estarme de luto porque puedo.

Porque si no lo digo

yo

poeta de mi hora y de mi tiempo

se me vendría abajo el alma, de vergüenza,

por haberme callado.

 

Qué natalicio nuevo de la ausencia,

qué grave el día

qué turbio el sol

apenitas ayer abeja de oro,

qué viento de crueldad este domingo,

qué pena.

Pero está bien;

en este mundo todo está bien:

el hambre, la sequía, las moscas,

el appartheid, la guerra santa, el Sida,

mientras no se nos toque a Él;

Ese no cuenta,

simplemente está Allá,

loco de risa,

próspero de la muerte,

agusto.

 

 

 

 

De Navegación en Yoremito

 

 

 

De cómo los pastores suelen abandonar su hato para aposentar otras ovejas de mejores maestrías en usos del otro amor

 

 

Dexó sus cabras el zagal y vino:

¡qué resplandor de vástago sonoro!

¡qué sabio verdecer sus ojos mansos!

¡qué ligera y morena su estatura!

¡qué galanura enhiesta y turbadora!

¡qué esbelta desnudez túrgida y sola!

¡qué tamboril de niño sus pisadas!

 

Dexó sus cabras el zagal y vino…

ah libertad amada dixe

éste es mi cuerpo, laberinto, avena,

maduro grano que arderá en tus dientes,

esquila, choza, baladora oveja,

tecórbito y aceite, paja y lumbre:

¡baxa a llamarme, a reprenderme, a herirme,

a serenar turbadas hendiduras!

 

¡Baxa, pupila de avellana, baxa,

rústico centelleo, ráfaga de rocío,

colibrí de ardimentos,

soy también tu ganado! Ven, congrégame,

descíñete, sorpréndeme

asido a tu cintura, dulce ramo,

caramillo de azahares en mi boca.

 

…………………….

 

Y, ante mis ojos,

como un tañido de frescura,

triunfal y apasionado desconcierto,

emergió de sus piernas, trascendiendo

hacia todos mis dedos como galgos,

liebre espejante, mórbida espesura,

la suntuosa epidermis respirando,

temblando, endureciéndose

en la gallarda péndola

el orgulloso endurecido bronce

de su intocada parte de varón:

estallido, mordisco, ávida lengua, indómito pistilo,

pródigo arquero,

dulzorosa penetración,

novilúnido semen plenamar de su espasmo,

de su primer licor abeja de oro,

se me quedó en el pecho, pecho a tierra,

un gemido de manso entre los álamos.

Luego estuvimos mucho tiempo mudos,

vencedores vencidos,

acribillados, cómplices sobre las pajas ásperas:

él junto a mí sonando todavía

y yo, mi cara sobre sus genitales de salvaje pureza.

 

…………………….

 

Recordé que se olvida,

que no se dixo nada

más.

 

Dexó sus cabras el zagal y vino.

¡Qué blanco,

qué copioso

y dul

ce

vino!

 

 

 

 

 

Al éster, estando según algunas dicen, como quiere

 

 

El éster, mi mancebo,

alto de carnetrigo, miembros ópimos,

cabeza agraz, purísima noticia,

pelo duro y sentado y colorado,

esbeltura de espigos aromosos,

ojos claros de gato tras el vino,

nariz breve, enfrenada, respingosa,

boca en estadogozo embebecida,

la maña y fuerza mucha y lujuricio,

con el ávido oficio amenazante.

Pescuezo como quiero, frutüoso,

convidando a llegar a dulce trato,

pecho para estar a lamer,

ombligo oasis,

brazos remeros de diestra mancebía,

pies generosos,

piernón loco de ascensos exprimillos,

y mi temor del áspero enemigo

las espaldas mordiendo

con que el común deseo y alegrías

de entrares y salires se volunta;

oy’ese liro, tútuli,

tan presto como aquesta venturanza,

óyeme lo que digo, corrimiento

de ver mi vida entre las cosas tuyas

más mortíferas siempre; y entretientes,

aprenderé seguido.

 

El éster, mi zagal,

escucha siempre a los Yonics, Traileros, Caminantes,

Invasores de Nuevo Lión,

y lee vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía;

presume esa barba partida yoremita que su madre doña Eva

fermosa le parió,

y yo escribo esta gana de estar a solas hasta la tumba

querer juraste amarme,

mientras se baba jando el zípper de su Lee

y se encabrona porque canta la Piaf y no Cornelius Regnus

en el primer telón de la catástrofe.

 

 

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