Al cumplirse 245 años del fallecimiento del poeta inglés Thomas Chatterton, con apenas 17 años de edad, presentamos sus tres églogas. A pesar de su carácter fundamental para la comprensión del movimiento poético en la Inglaterra del siglo XIX (fue alabada por Wordsworth, Keats, Byron, y posteriormente por Wilde), la poesía de Thomas Chatterton (1752-1770), y de su heterónimo, el monje medieval Thomas Rowley, resulta mucho menos conocida que su leyenda: el jovenzuelo que escribía poemas en un dialecto único, que fusiona características del Inglés de varias épocas, desde los doce años y hasta su muerte en un cuartucho a los diecisiete. Las versiones son de Sergio Eduardo Cruz (Estado de México, 1994).
Introducción mínima
El poeta inglés Thomas Chatterton, punta de lanza del movimiento romántico en las islas Británicas, llama la atención por tres razones: su léxico único, producto medievalizado de la modernidad industrial naciente, su exploración de voces poéticas fuera de la propia, y su extrema juventud al escribir; dicha juventud lleva consigo como, quizás, condición necesaria, una imperfección notable en el oficio poético. Chatterton es un poeta de tropiezos: podemos sentirlos al leer lo forzado de sus estrofas spenserianas, los abruptos cambios tonales en su verso, los extraños quiebres en la estructura de sus poemas; tales tropiezos, sin embargo, nos dicen mucho de la importancia (acaso involuntaria) del poeta como punto de quiebre para la lírica de su tiempo. Lo que en tiempos del poeta hubiera sido leído como error, como inmadurez poética, nos es ahora familiar gracias a los flights of fancy de Poe y Coleridge, a la fragmentación de imágenes de Eliot, a los extraños ritmos semánticos de nuestros Cuesta y Gorostiza; Chatterton, de los doce a los quince años y quizás sin planteárselo, presagió una revolución en el lenguaje poético.
En las Odas de Thomas Rowley, célebre heterónimo chattertoniano que se quedó en el proceso de conseguir una voz poética aparte de la de su autor, encontramos muchos indicadores de la auténtica temporalidad de los poemas: hay momentos de crítica social quietamente disfrazados de discurso patriotero, referencias a la circunstancia auténtica del poeta, mezclas de métrica poco ortodoxas que otorgan una especie de “fiabilidad” dramática al origen y forma de hablar de las voces poéticas. El hecho de que todo está articulado en una mescolanza poco ortodoxa, un palimpsesto artificial, de lenguajes arcaicos y modernos, solamente intensifica esa característica única de los poemas. Estas traducciones, trabajadas en el proceso de varios meses e intentando evidenciar (en lugar de tapar o “curar”) los tropiezos formales que otorgan a Chatterton una especie extraña de originalidad en su contexto, se esfuerzan por reinterpretar (siendo que la representación de la experiencia resulta imposible) el lenguaje del poeta para que el público hispanoparlante comprenda, desde el ángulo de su propia tradición, las cualidades y sutilezas particulares de uno de los nombres que mayor reverberación ha tenido en el panorama de la literatura universal, referenciado por autores tan dispares como Valéry, Keats, Borges y Bukowski. Acérquense, pues, a Chatterton, y dejen que el enigma sea resuelto por su lectura.
Sergio Eduardo Cruz
Égloga Primera[1]
Fue cuando Albión, humo brotando de letal herida
y de alto cuello fermoso arrancadas sus cadenas,
observaba cómo sus hijos notables, alrededor, caían
(mas victoriosos, pues alto honor obtenían),
que en un valle oculto de grises rocas serenas
dos solitarios pastores en abrupto camino iban
(oír a las hojas crujiendo el corazón espantaba)
y blanco búho, en los árboles temblando, se lamentaba;
primero a Roberto, pastor de vacas, el corazón dolió
y cayendo en lamento a la tierra, así habló:
habla Roberto
¡Ay, Rafael! Mira cómo las horas vienen incesantes
y aún nosotros a más lejanas penas viajamos:
a pesar de la fuerza, nuestra voluntad falla constante
y cada peligro adelanta los pasos que damos.
¡A maldades cometidas más aún añadimos
la Guerra, el dolor, la miseria imperante!
Y yo, que he vivido, de ninguna he escapado,
y el terror que es la vida mis propios sentidos evaden.
¡Pues, Rafael!, considera ahora mi triste ejemplo,
atiende a la historia del tordo en el valle.
habla Rafael
No digas más, pues reconozco tu pena en la mía
y la historia que contaré desciende de Satanás mismo.
Bellas flores, límpidos bosques, hijos del terso paraje,
cuevas apenas notorias desde la celda Eremita
mientras música de dulce violín canta por el valle;
alegres danzantes en cortes y hosterías
dan sus adioses a la canción gloriosa del día,
a la sombra del justo placer ya distante:
crueles venganzas en mi cabeza nacidas se revelan
y ningún santo habrá de guardarnos del terror imperante.
habla Roberto
¡Ay! Podría llorar en regios caminos manchados de cobre
por mi rebaño de ovejas como campos de lirio,
mi paraje de tiernas manzanas y adustos árboles,
las pasturas que cuido a lo eterno estrechándose,
mis tiernas vacas, sus fuertes becerros peleando,
mi jardín por altas hortensias emblanquecido,
las damasquinas que entre luces y sombras llegan
y todas las bendiciones que el cielo me dare.
Sin embargo, duras ventiscas endurecieron mi lengua
y en dicha costumbre lágrimas han de guardarse.
habla Rafael
Aquí seré atado hasta que la muerte aparezca,
aquí como un árbol mortífero y envenenado
que corta la vida de todo el que se acerca:
con raíces fijadas en estrecho espacio, creceré.
Yo, ante todo, tengo más aún que lamentar,
pues el padre que amo yace muerto en la guerra;
¡ay!, alegre al perpetrador yo habría de asesinar
y cerrar mis ojos frente a él, hacia la vida eterna.
Aquí sangraré, despojado de felicidad cualquiera,
pues los escombros de mi hogar arden sin tregua.
habla Roberto
Unidas nuestras penas, unido será nuestro destino.
Mi hijo, el único, ha muerto en la guerra también;
aquí me quedaré, y terminaré la vida junto a ti
pues siento llegar la frontera última del camino.
Ahora que de toda casa la felicidad ha escurrido
sólo los monasterios aún llevan el Sello Sagrado;
ahora que Albión todo es vestido con prendas de sangre
y con la muerte de sus campeones se pinta el rostro
la paz ha huido, se muestran señales de desorden
y aquél que reste es condenado por siempre a andar
[entre los restosde su patria.
Eclogue the First
Whanne Englonde smeetheynge from her lethal Wounde,
From her galled necke dyd twytte the chayne awaie;
Kennynge her leegeful sonnes falle all arounde,
(Myghtie theie fell, ’twas honoure ledde the fraie,)
Thanne inne a dale, bie eve’s dark surcote graie,
Twayne lonelie shepsterres dyd abrodden flie,
The rostlyng liff dothe theyr whytte hartes affraie,
And wythe the owlette trembled and dyd crie;
Firste Roberte Neatherde hys sore boesom stroke,
Then fellen on the grounde and thus yspoke.
ROBERTE
Ah Raufe! gif thos the howres do comme alonge,
Gif thos wee flie in chase of farther woe,
Owre fote wylle fayle albeytte wee bee stronge,
Ne wylle owre pace swefte as oure danger goe.
To owre grete wronges we have enheped moe:
The Baronnes warre! oh! woe and well-a-daie!
I haveth lyff, bott have escaped soe,
That lyff ytsel mie Senses doe affraie.
Oh Raufe, comme lyste, and hear mie dernie tale,
Comme heare the balefull dome of Robynne of the Dale.
RAUFE
Saie to mee nete; I kenne thie woe in myne;
O! I’ve a tale that Sabalus mote telle.
Swote flouretts, mantled meedows, forestes dygne;
Gravots far-kend arounde the Errmiets cell:
The swote ribible dynning yn the dell;
The joyous daunceynge in the hoastrie courte;
Eke the highe songe and everych joie farewell,
Farewell the verie shade of fayre dysporte,
Impestering trobble, onn mie heade doe comme,
Ne on kynde Seyncte to warde the aye encreasynge dome.
ROBERTE
Oh! I coulde waile mie kynge-coppe-decked mees,
Mie spreedynge flockes of shepe of lillie white,
Mie tendre applynges, and embodyde trees,
Mie Parkers Grange, far spreedynge to the syghte,
Mie cuyen kyne, mie bullockes stringe yn fyghte,
Mie gorne emblaunched with the comfreie plante,
Mie floure Seyncte Marie shotteyng wythe the lyghte,
Mie store of all the blessynges Heaven can grant.
I amm duressed unto sorrowes blowe;
I hanten’d to the peyne, wil lette ne salte teare flowe.
RAUFE
Here I wille obaie untylle Dethe doe ‘pere,
Here lyche a foule empoysoned leathel tree,
Whyche sleaeth everichone that commeth nere,
Soe wille I fyxed unto thys place gre.
I to bement haveth moe cause than thee;
Sleene in the warre mie boolie fadre lies;
Oh joieous I hys mortherer would slea,
And bie hys syde for aie enclose myne eies.
Calked from everich joie; heere wylle I blede,
Fell ys the Cullys yatte, of mie hartes castle stede.
ROBERTE
Oure woes alyche, alyche our dome shal bee.
Mie sonne, mie sonne alleyn, ystorven ys;
Here wylle I staie, ande end mie lyff with thee;
A lyff lyche myne a borden ys ywis.
Now from een logges fledden is selyness,
Mynsterres alleyn can boaste the hallie Seyncte,
Now doeth Englonde weare a bloudie dresse
And wyth her champyonnes gore her face depeyncte;
Peace fledde, disorder sheweth her dark rode,
And thorow ayre doth flie, yn garments steyned with bloude.
Égloga Segunda[2]
¡Ánimas benditas!, rogaba Nigel en la arena,
¡bendecid a mi padre que se ha ido a la guerra!
Ricardo Corazón de León ahora se embarca,
por el gigantesco mar vislumbro estandartes:
sobrecogidas naciones, en ruinas, contemplan
surgiendo una flota enorme, aún bella, aún grande.
Brutales, amplios cascos chocan: tumulto bramante
y, ola sobre ola, grandes miembros de roble se alzan.
Fuelles marítimos impulsan los dulces sonidos
que se confunden con aire, y hacia el cielo avanzan.
¡Ánimas benditas! en vuestros tronos celestes,
bendigan al padre que marcha a su muerte.
Color sangriento brota de negras mareas
extrañamente labradas, que al brillar se elevan
a tierra, empujando de guerreros el orgullo
como estrellas de muerte en cielo muy oscuro;
escudos de renombre entre altísimas lanzas
semejan invención de flores junto al mar plantadas;
de costa a costa, el límpido brillar de cada nave
se mueve por los aires como hermosura errante.
Acciones de los Santos y espíritus Sagrados,
untad a mi padre con certero buen hado.
Los sarracenos miran hacia el este, pues sienten
por los hijos de Albión resguardado el camino.
Como ciervos cazados, ahí y allá van reinando
en triste inocencia de en dónde se encuentra
la imponente bandera que es nuevo designio:
Jerusalén, ciudad más bendita, más imponente
que al mirar, ya sabiendo, el guerrero se aflige
y evade la mirada queriendo olvidar su suerte.
¡Ánimas benditas!, rogaba Nigel en la arena,
¡bendecid a mi padre que se ha ido a la guerra!
Fragatas y buques, vastos en inmensa marea,
aparecen de la costa sarracena a cada lado;
caballeros famosos, ejemplos de alto oficio,
gran lanza y escudo al sirviente hacen cargo.
Las armas tintineantes entrechocan y brillan
mientras, juntas todas, corren a su muerte
y sus dueños, unidos, forman exacta huella.
También en carrera, enemigos piensan si atreverse:
si la oscura espada es meritorio empuñar.
¡Ánimas benditas! en vuestros tronos celestes,
bendigan al padre que marcha a su muerte.
Mortales, tremendos, llegan los sarracenos;
Ricardo, el rey vuelto león de batalla,
como áurea creatura, cual meteoro cayendo
sacude entre todos su espada, y de lejos es visto.
¡Vislumbrara yo estrella más grande, de lejos,
entre fierros y sangre del cielo arrancados,
desahuciado, el sol mismo perdería su carácter
que ninguna otra luz hubiera podido más darnos!
Acciones de los Santos y espíritus Sagrados,
untad a mi padre con certero buen hado.
Caen los enemigos, la Real Cruz es mojada
de olas sangrientas: horror de la guerra;
el Rey Ricardo, aunque en él todo tenga
y hordas enemigas devuelva a la tierra,
ve cómo en su nombre tantos son matados:
los gritos, los llantos más que el sol brillando
y valientes a su lado, surgen sus soldados
que se recuperan, habiendo proezas ya realizado.
¡Ánimas benditas!, rogaba Nigel en la arena,
¡bendecid a mi padre que se ha ido a la guerra!
Ganada la guerra, el más grande es Ricardo;
ya de Albión la bandera se mueve en el aire;
también el ejército está de gusto arrobado:
se nota en todos un ceño de donaire.
Ya van a Inglaterra, ahí serán adorados
en fiesta, por amigos de orgullo muy grande;
no hay más pena en cara de los combatientes,
y del dolor pasado no son más conscientes.
Acciones de los Santos y espíritus Sagrados,
untad a mi padre con certero buen hado.
Así estaba pensando Nigel, cuando de los mares
brumosos regresó la maltrecha, descuidada nave;
ágil cual trueno, el hijo caminó hacia la playa
encontrando en las costas, con vida, a su padre.
Dejad que estos hombres, que tanto se quieren,
consideren cuánta razón hubo en aquella suerte.
Eclogue the Second
Sprytes of the bleste, the pious Nygelle sed,
Poure owte yer pleasaunce, onn mie fadres hedde.
Rycharde of Lyons harte to fyghte is gon,
Uponne the brede sea doe the banners gleme;
The amenused nationnes be aston,
To ken syke large a flete, syke fyne, syke breme.
The barkis heafods coupe the lymed streme;
Oundes synkeynge oundes upon the harde ake riese;
The water slughornes wythe a swotye cleme
Conteke the dynynge ayre, and reche the skies.
Sprytes of the bleste, on gouldyn trones astedde,
Powre owte yer pleasaunce onn mie fadres hedde.
The gule depeyncted oares from the black tyde,
Decorn wyth fonnes rare, doe shemrynge ryse;
Upswalynge doe heie shewe ynne drierie pryde,
Lycke gore-red estells in the eve merk skyes;
The nome-depeyncted shields, the speres aryse,
Alyche talle roshes on the water syde,
Alenge from bark to bark the bryghte sheene flyes;
Sweft-kerv’d delyghtes doe on the water glyde.
Sprites of the bleste, and everich Seyncte ydedde,
Poure owte youre pleasaunce on mie fadres hedde.
The Sarasen lokes owte: he doethe feere,
That Englondes brondeous sonnes do cotte the waie,
Lyke honted bockes, theye reineth here and there,
Onknowlachynge inne whatte place to obaie.
The banner glesters on the beme of daie,
The mittee crosse Jerusalim ys seene;
Dhereof the syghte yer corrage doe affraie,
In balefull dole their faces be ywreene.
Sprytes of the bleste, and everich Seyncte ydedde,
Poure owte your pleasaunce on mie fadres heade.
The bollengers and cottes, soe swyfte yn fyghte,
Upon the sydes of everich bark appere;
Foorthe to his offyce lepethe everych knyghte,
Eftsoones hys squyer, with hys shielde and spere.
The jynynge shieldes doe shemre and moke glare;
The dosheynge oare doe make gemoted dynne,
The reynyng foemen, thynckeynge gif to dare,
Boun the merk swerde, theie seche to fraie, theie blyn.
Sprytes of the bleste, and everich seyncte ydedde,
Poure owte yer pleasaunce onne mie fadres hedde.
Now comm the warrynge Sarasyns to fyghte,
Kynge Rycharde, lyche a lyoncel of warre,
Inne sheenynge goulde, lyke feerie gronfers dyghte,
Shaketh alofe hys honde, and seene afarre.
Syke haveth I espyde a greter starre,
Amenge the drybblett ons to sheene fulle bryghte;
Syke sunnys wayne wyth amayl’d beames doe barr
The blaunchie mone or estells to gev lyghte.
Sprygtes of the bleste, and everich Seyncte ydedde,
Poure out your Ppeasaunce on mie fadres hedde.
Distraughte affraie, wythe lockes of blodde red die,
Terroure, emburled yn the thonders rage,
Deathe, lynked to dismaie, dothe ugsomne flie,
Enchafynge echone champyonne war to wage.
Speeres bevyle speres; swerdes upon swerdes engage;
Armoure on armoure dynn, shielde upon shielde;
Ne dethe of thosandes can the warre assuage,
Botte falleynge nombers sable all the feelde.
Sprites of the bleste, and everich Seyncte ydedde,
Poure out youre pleasaunce on mie fadres hedde.
The foemen fal arounde; the cross reles hye;
Steyned ynne goere, the harte of warre ys seen:
Kynge Rycharde, thorough everyche trope dothe flie,
And beereth meynte of Turkes onto the greene;
Bie hymm the floure of Asies menne ys sleane;
The waylynge mone doth fade before hys sonne;
Bie hym hys knyghtes bee formed to actions deene,
Doeynge syke marvels, strongers be aston.
Sprytes of the bleste, and everych Seyncte ydedde,
Poure oute your pleasaunce onn mie fadres hedde.
The fyghte is wonne; Kynge Richarde master is,
The Englonde bannerr kisseth the hie ayre;
Full of pure joie the armie is iwys,
And everych one haveth it onne his bayre;
Agayne to Englonde comme, and worshcepped there,
Twyghte into lovynge Armes, and feasted eft;
In everych eyne aredynge nete of wyere,
Of all remembrance of past peyne berefte.
Sprites of the bleste, and everich Seyncte ydedde,
Syke pleasures powre upon mie fadres hedde.
Syke Nigel sed, whan from the bluie sea
The upswol sayle dyd daunce before his eyne;
Swefte as the wishe, hee toe the beeche dyd flee,
And founde his fadre steppeynge from the bryne.
Lette thyssen menne who haveth sprite of loove,
Bethynck untoe hemselves how mote the meetynge proove.
Égloga Tercera[3]
¿Conocerías tú a la naturaleza en su mayor gloria?
Ve, busca las casas y habitáculos de la gleba;
Cuando algo tienen, es de creación salvaje:
En ellos puedes ver la más pura naturaleza.
¿Tiene tu mente algo parecido a consciencia?
¿Podría ella conocer cada cosa como es en su arte,
Podría ella diferenciar lo vulgar de la pureza
Sin usar viejas filosofías ni espurio conocimiento?
Si así, lee estas palabras que del aire yo tejo
Sin más que ellas mismas, y que mis rimas te aprovechen.
Hombre
Pero adónde, bella dama, va usted;
¿Cómo se tuerce su camino?
Quiero saber adónde va usted
Y no permitiré no ser respondido.
Mujer
Veré a Robin y Nell, allá abajo en el campo,
pues juntos hemos de trabajar.
Hombre
Sir Roger, el párroco, ahí me ha contratado;
Ven, ven, déjame viajar a tu lado;
Trabajaremos, cantaremos, y después beberemos
Hasta que muera el día veraniego.
Mujer
¡Qué difícil maldición es mi trabajo!
Qué dura mi pena:
Agnes, la dama, descansa en la Iglesia
Con brazaletes de oro
Y broches plateados que sostienen su cabello,
¿Vale ella más que yo, que no puedo hacerlo?
Hombre
Veo a Sir Roger desde lejos
Cabalgando sobre la montaña;
Pregunto por qué el hijo del noble
No debe sufrir nuestra desesperanza.
Sir Roger
El sol ebúrneo debe apaciguar sus caballos.
En cada rayo, la luz un poco desciende;
Rápido y ágil se acomoda el heno en el campo,
Y noto que la sombra del gallo crece:
Todo esto es nuestro dominio, lo chico, lo grande,
Todo lo que se pudre entre los dedos de la Muerte;
Miren cómo las dulces flores ya pierden lo dulce
y cómo el pasto verde se hace todo igual.
Hechicero, guerrero y sabio se van mezclando
Al momento de secarse, con aquellos a quienes hicieron mal.
Hombre
Por su voluntad, señor Preste, por su voluntad,
Diga usted sus plegarias al alma que perdí:
¿Sir Gaufryd, caballero, que sufre aventuras,
por qué tendría que ser más grande
en honor, caballerazgo y estado,
que lo que yo nunca fui?
Sir Roger
Todos a tu alrededor eso me han preguntado;
Mira atento el campo alrededor de la iglesia,
Pues en él encontrarás tu mejor respuesta:
Esta flor marchita te contará una lección;
Rediviva existió, floreció e hizo bien
Decorando en belleza nuestro vecindario,
Y aún con el verdor establecido, su gloria cayó,
Y con el tiempo se perdió entre los campos,
Y dejó de mirar, mientras ahí se detuvo
Para morir en la gloria, con Natura integrarse;
Conoció nada más, cuando ahí se paró,
Su cabeza arrancada por algún perro errante.
Tal es el camino de la vida: por el bolso de los nobles
El ladrón es inspirando a asesinar:
Si aceptáis lo que eres, bienestar de la sombra,
confía en esta verdad: que no hay nada más santo que tú
Si trabajas rectamente; ¿eso podría, acaso, ser problema?
La pereza te cansaría más que el día más pesado,
Podrías tú el reverso oculto del alma vislumbrar,
Pronto sabrías distinguir verdad en lo que estoy diciendo;
Pero déjame escuchar tu forma de vida; y entonces
Escucha desde mí la vida de otros hombres.
Hombre
Me levanto con el sol,
Como él para manejar el carro
Y cuando acaba la labor
Canto una canción o dos.
Sigo las colas del arado
Con un gran baúl de cerveza,
Pero de las damas, ¡ay!,
Nada puedo decir con certeza.
Señor preste, no distingo pena,
Como no la distinguen los toros
Porque bailo en las mejores danzas
Y formo mentiras auténticas.
En cada celebración de los Santos
Me pueden ver con el cantante,
Todo lo que hago en el aire,
Con damas recostadas en el pasto
Pero, ¡ay! Espero ser más grande
en renombre, moral y estado.
Sir Roger
¿Has visto alguna vez en la colina
Un árbol con ramas más allá de la vista?
Cuando graves tormentas derrumban el cielo,
Aquél vibra en pecado y en miedo,
Mientras el arbusto florido se mantiene digno
Y yace intacto, por tormentas nunca tocado;
Tal es imagen de la vida: el hombre de poder
Está lleno de tempestades: altas penas como su porte
Y tú, un arbusto de pequeño alcance
Sentirías demasiado el viento si te volvieras más grande.
Eclogue The Third
Wouldst thou kenn Nature in her better parte?
Goe, serche the logges and bordels of the hynde ;
Gyfe theye have anie, itte ys roughe-made arte,
Inne hem you see the blakied forme of kynde .
Haveth your mind a lycheynge of a mynde?
Woulde it kenne everich thynge as it mote bee;
Woulde ytte here phrase of the vulgar from the hynde,
Wythoute wiseegger wordes and knowlache free,
Gyf soe, rede thys, whych Iche dysporteynge pende,
Gif nete besyde, yttes rhyme maie ytte commend.
MANNE
Botte whether, fayre mayde do ye goe,
O where do ye bend yer waie?
I wile knowe whether you goe,
I wylle not be asseled naie.
WOMANNE
To Robyn and Nell, all downe in the Delle,
To hele hem at makeynge of haie.
MANNE
Syr Rogerre the Parsone hav hyred mee there,
Comme, Comme, lette us tryppe ytte awaie;
We’lle wurche and wylle synge, and wylle drenche of stronge Beere,
As longe as the merrie sommers daie.
WOMANNE
Howe harde ys mie dome to wurch!
Moke is mie woe:
Dame Agnes whoe lies ynne the Chyrche,
With birlette golde;
Wythe gelten aumeres stronge ontolde,
What was shee moe than me, to be soe?
MANNE
I kenne Syr Roger from afar,
Tryppynge over the Lea,
Ich ask whie the loverds son
Is moe than mee.
SIR ROGERE
The sweltrie sonne dothe hie apace hys wayne .
From everich beme, a seme of lyfe doe falle;
Swythyn scille oppe the haie uponne the playne,
Methynckes the cockse begynneth to gre talle:
Thys ys alyche oure doome , the great, the smalle,
Moste withe and be forwyned by Deathis darte;
See the swote flourette hathe noe swote at alle;
Itte wythe the ranke wede berethe evalle parte,
The cravent , warriour, and the wyse be blent :
Alyche to drie awaie, with those thele did bemente .
MANNE
All-a-Boon Syr Priest, all-a-boon,
Bye yer preesteschype nowe saye unto mee:
Sir Gaufryd the knyghte, who lyveth harde bie,
Whie should hee, than me
Bee moe greate,
Inne honnoure, knyghtehoode and estate?
SIR ROGERE
Attourne thine eyne arounde thys haied mee,
Tentyflie loke arounde the chaper delle ;
An answer to thie barganette here see,
Thys welked flouertte wylle a leson telle
Arist , it blew , itte florished, and dyd welle,
Lokeynge ascaunce upon the naighboure greene,
Yet with the deigned greene, yttes rennome felle,
Eftsonnes ytte shronke upon the daie-brente playne,
Didde not yttes loke, whilest ytte there dyd stonde,
To croppe ytte in the bodde move somme drede honde.
Syke ys the waie of lyffe: the loverds ente ,
Mooveth the robber hym therfor to slea:
Gyf thou has ethe , the shadowe of contente,
Believe the trothe , theres none moe haile yan thee:
Thou wurchest ; welle, canne thatte, a trobble bee?
Slothe moe wulde jade thee, than the roughest daie,
Couldest thou the kivercled of soughlys see,
Thou wuldst eftsoones see trothe, inne whatte I saie;
Botte lette mee heere thie waie offe lyffe; and thenne
Heare thou from mee the lyffs of odher menne.
MANNE.
I ryse wythe the Sonne,
Lyche hym to dryve the wayne
And eere mie wurche is don
I synge a Songe or twayne.
I followe the plough tayle,
Wythe a long jubb of ale.
Botte of the Maydens, oh!
Itte lacketh notte to telle;
Syr Preeste mote notte crie woe,
Culde hys bull do as welle
I daunce the beste heiedeygnes ,
And foile the wysest feygnes.
On everych Seynctes his daie,
Wythe the mynstrelle am I seen,
All a footeynge it awaie,
Wythe maydens on the greene
But oh! I wyshe to be moe greate,
In rennome, tenure and estate.
SIR ROGERRE.
Has thou ne sene a tree uponne a hylle,
Whose unliste braunces rechen far toe syghte;
Whan fuired unwers doe the heaven fylle,
Itte shaketh deere yn dole and moke affryghte:
Whilst the congeon flowrette abessie dyghte ,
Stondeth unhurte, unquaced bie the storme;
Syke is a picte of lyffe: the manne of myghte,
Is tempest-chaft : hys woe greate as hys forme
Thieself a flourette of a small accounte,
Wouldst harder felle the wynde, as hygher thee dydste mount.
Notas del traductor
[1] A pesar de su carácter fundamental para la comprensión del movimiento poético en la Inglaterra del siglo XIX (fue alabada por Wordsworth, Keats, Byron, y posteriormente por Wilde), la poesía de Thomas Chatterton (y de su heterónimo, el monje medieval Thomas Rowley, cuya historia podemos vislumbrar en los poemas) resulta mucho menos conocida/difundida que su leyenda: el jovenzuelo que escribía poemas en un dialecto único, que fusiona características del Inglés de varias épocas, desde los doce años y hasta su muerte en un cuartucho a los diecisiete; ha pasado a la historia más por lo llamativo de su vida que por la calidad de su obra. Este poema, primero en una serie de interpretaciones de lo que Chatterton escribió bajo Thomas Rowley, busca dar a conocer las particularidades de un trabajo único para su época y que presagia al Romanticismo en su recuperación de lo medieval como fuente de poesía.
En sus Églogas, Chatterton (desde Rowley) entrega su propia interpretación de la poesía bucólica virgiliana; el uso del diálogo pastoril y de temas clásicos, sin embargo, se encuentra con un carácter sumamente excéntrico de imágenes que chocan entre ellas y generan un sentimiento de angustia e incertidumbre. De alguna manera, por su uso de personificaciones y estructuras metafóricas, podríamos hablar del joven poeta inglés como un antecesor de William Blake y Samuel Taylor Coleridge que buscó la recuperación de formas medievales para llevarlas a un carácter profético de su propia época. Esta es la Égloga Primera, escrita en seis décimas spenserianas irregulares (semejantes a las que se usaron para la composición de “The Faeire Queene”) y en la que se trata el tema bélico.
[2] También en spenserianos, pero con una técnica visiblemente menos “perfecta” que en la Égloga Primera, este poema nos presenta (a primera lectura) un canto de celebración a una victoria armada. Cuando es leído más de una vez, sin embargo, las ambigüedades aparecen: existe una profunda contradicción entre la brutalidad de las imágenes de batalla y lo diáfano de las imágenes nacionalistas; la última estrofa, de sintaxis bastante ambigua, hace tal contradicción más profunda. ¿Podríamos tildar los abruptos cambios de tono, entonces, como deficiencias formales de un poeta extremadamente joven acariciando viejas formas, o como reflejos de una angustia poética integral al discurso chattertoniano? Es posible construir un caso para ambas alternativas; optar por una o la otra, es negocio del lector.
[3] Este poema representa una de las primeras ocasiones de integración de la forma poética popular inglesa, el Ballad Metre, en un poema producido en el siglo XVIII. El carácter que se ha dado a Chatterton de “predecesor del romanticismo” es particularmente visible en estas líneas: el estilo ambiguo, indirecto, del poema nos presenta con varias posibilidades de interpretación, mientras que el contraste entre el verso inicial (particularmente descuidado) y las voces poéticas, que hablan con complejidad acorde a su rango social nos muestra una habilidad superior de parte del joven poeta para utilizar recursos formales. La Égloga Tercera, último poema de la serie bajo el nombre de Thomas Rowley, también puede ser considerado una ventana hacia el autor: en este poema se reflejan particularmente las aspiraciones de grandeza, riqueza y disposición a la aristocracia que el poeta esperaba conseguir mediante su trabajo; también se puede ver, sin embargo, la resignación y el sentimiento de impotencia que no haber logrado lo que quería le provocaba. Los poemas de Thomas Rowley, heterónimo medieval de Chatterton son, a fin de cuentas, reflejo de todo el potencial no-realizado que la muerte cortó al joven poeta inglés: su visión cercana al romanticismo, llena de añoranza por los temas pastoriles y medievales, y la inventiva métrica que dota a sus primeras obras de extrañas texturas, serían coartadas por la sátira social y la simplicidad métrica dieciochesca que informarían la poesía escrita poco antes de su muerte.