Presentamos, en versión de Gustavo Osorio de Ita, una muestra de textos del poeta palestino Ghassan Zaqtan (1954), recientemente finalista del Premio Neustadt 2016. Ha publicado los poemarios Early Morning (1980), Ordering Descriptions: Selected Poems (1998), and Like a Straw Bird It Follows Me (2012). Además de poeta y activista político, Ghassan Zaqtan es novelista. Ha sido editor de la revista literaria de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Actualmente vive en Ramala.
Aquella vida
Voy a ver cómo murieron
yendo hacia los escombros
yendo para verlos ahí
tranquilos sobre la colina de la intervención
Querido Narciso de miércoles, qué hora es
qué muerte es esta
qué planeta en la mano de la viuda
¿cinco o tres?
Su vestido florecía
nosotros éramos
flores abandonadas sobre su vestido
Queridos umbrales de las mujeres, cuánto es una vida
qué tiempo es un río
cuántas dagas hay en la sangre
de la arremolinante tormenta
¿tres o cinco?
Dejamos que la ciudad jugara
y guardamos enrollados nuestros amplios velos
Voy a ver cómo murieron
yendo hacia los escombros
yendo para ver su muerte
colinas del norte
viento que se levanta del sur
voy a llamarlos por sus nombres
Muerte colectiva
La tarde no arribó sin su obscuridad
dormimos sin techo pero cubiertos
y ningún superviviente vino en la noche
para contarnos sobre la muerte de los otros.
Los caminos siguieron silbando
y el lugar estaba retocado con los asesinados
que venían desde el cuartel vecino
cuyos gritos escapaban hacia nosotros.
Nosotros vimos y escuchamos
a los muertos caminar sobre el aire
amarrados por el hilo de su conmoción
su susurro halando de nuestros cuerpos
afuera de nuestras mantas de paja.
Una reluciente cuchilla
caía una y otra vez sobre los caminos.
Las mujeres daban a luz sólo a aquellos que morían
y no lo harían más.
¿Creerán ellos?
¿Perdonarán los niños a la generación
pisoteada por caballos de guerra, exilio y preparación para la partida?
¿Pensarán en nosotros tal como fuimos:
emboscados en los barrancos
nos sacudíamos los celos
y marcábamos árboles en la superficie de la tierra
para sentarnos debajo
nosotros los peleadores facciosos
quienes disipaban las nubes de guerra con sus carros
y nos agrupábamos al rededor de nuestro eterno asedio
o atrapábamos a los muertos
como repentina fruta que cae sobre la tierra baldía?
¿Perdonarán los niños aquello que fuimos:
pastores de misiles y maestros del exilio y la caótica celebración
siempre que una guerra vecina nos hacía un ademán
nosotros nos levantábamos
para levantar en sus galones un lugar
bueno para el amor y la residencia?
El bombardeo raramente descansaba
los lanzadores de misiles raramente regresaban sin daño alguno
nosotros raramente recogíamos flores para los muertos o seguíamos
con nuestras vidas.
Si tan sólo aquel verano nos hubiese
dado un poco de espacio del tiempo
antes de nuestra demente partida.
Aquel que accidentalmente encontraste en el espejo
Éste que accidentalmente encontraste en el espejo
en su obscura esquina para ser exactos
estuvo ahí sólo, pensando en ti,
haciéndose amigo de tu soledad.
Aquel, pues tu ya no necesitas más compañía,
que llamabas para que saliera de su oscuridad y alimentabas
con tus manos.
Solías llamarlo y el venía
le apuntabas y él saltaba sobre sus píes
y tan pronto como le dabas la espalda el descargaba en ti
su mirada de hiena antes de regresar a su esquina.
Ahora recuerdas todo esto
ya que debes pasar mucho tiempo aquí
contemplando el espejo
y su oscura esquina para ser exactos
y él se sienta en tu silla
te alimenta con sus propias manos
y te da un poco de agua
te llama
y tu vienes.
Potros negros
El muerto enemigo
Piensa en mí sin piedad alguna en el sueño eterno
Fantasmas ascienden por las escaleras de la casa, doblando en las esquinas
Los fantasmas que yo levanté de los caminos
Recolectando los pecados al rededor de los cuellos de la gente.
El pecado cuelga en la garganta como un lastre
Es ahí donde crío a mis fantasmas y los alimento
Los fantasmas que flotan como negros potros en mis sueños.
Con el vigor de los muertos las últimas canciones de blues se elevan
Mientras me reflejo en los celos
La puerta está combada hacia afuera, el aliento se desliza por sus fisuras
El aliento del río
El aliento de los ebrios, el aliento
De la mujer que despierta en su pasado en un parque público.
Cuando duermo
Veo a un potro apacentando el pasto
Cuando me quedo dormido,
El potro vigila mis sueños
En mi mesa en Ramallah
Hay cartas sin terminar
Y fotos de viejos amigos
El manuscrito de un joven poeta de Gaza
Un reloj de arena
Y líneas de inicio que aletean en mi cabeza como alas.
Quiero memorizarte como a aquella canción de primer año
La cual recuerdo
Completa y
Sin error alguno
El ceceo, el inclinar la cabeza, fuera de tono
Los pequeños pies golpeteando el concreto con tantas ansias
Las palmas abiertas golpeando las bancas.
Todos ellos murieron en la guerra
Mis amigos y compañeros de clase
Sus pequeños pies
Sus ansiosas manos… aún golpean los pisos de cada cuarto
Golpean las mesas;
Y aún golpean el pavimento, las espaldas de los transeúntes, sus hombros.
A donde quiera que voy
Los veo
Los escucho.
Adiciones al pasado
Las cartas en la recámara de la viuda
En la cesta de paja
En la cama purgada de sueño
En la intención de ayuno que se esconde
En el aire del corredor.
Los vegetales, normalmente comprados en la mañana
Los boletos,
El autobús matinal en un jueves
Las almohadas
Las velas
La indulgencia…., donde las frases sacras están
Estridentemente grabadas
En las tallas.
El borde de la alacena dese la fisura de la puerta
La puerta misma…donde los himnos congregados
Aletean como pañuelos en la obscuridad de la llanura.
La sombra del aire
La novela que ella no ha devuelto al estante,
¡Ella no puede recordar!
Sus héroes caen muertos en el piso
Ella los barre
Uno tras otro
Con su escoba, sus reproches y sus plegarias.
Las cartas permanecieron cerradas
Los muertos
Regresaron por la fisura de la puerta
Para robar el florero
La sábana naranja
Y los velos.
La trinchera
Cuán extraños son los días de sal
Es como si hubiesen pertenecido a otros
Y como una tragedia con buena trama
Justo cuando los ponemos cerca
Empiezan a respirar en cuanto los recordamos
Las colinas olvidadas en el aburrimiento de las laderas
Las montañas que aspiran hacia el oeste
Las errantes caravanas de la muerte
La fe de los muertos, todos completos.
Las manos que emergen desde la oscuridad
Para decírtelo todo
La profunda fraternidad que no lleva a la sabiduría
Las palabras ya no aptas para altos lugares.
Extraños son los días de sal
Ahora solos en el abismo
Despreciados como semillas podridas
Y mientras ascendemos,
Pues es todo lo que podemos hacer
Los días se deslizan tras de nosotros en la distancia,
Abandonados, nunca podrán volver
Nuestras oscuras complexiones
Nuestros intentos por dormir
…Nombres, títulos largos sin fin
Dialectos también
Proclamando un paisaje
Ya innecesario.
Cuán extraños son los dais de sal
Ni siquiera valen lo suficiente para ser recordados.
La prostituta del campamento
Lo que aquellos pretenden quienes visitan su casa
Es palpablemente sensible
Tan pura, tan orgullosa.
Aquellos que permanecían hasta tarde en los campos
La encontrarán rondando los pequeños árboles
Los cinco musgosos escalones
Luego la bugambilia junta a la puerta.
Ella, sus brazaletes tintineando en sueños como un caballo fantasma
Su ropa interior coloreando los sueños de todos
Sus senos trillados como el camino hacia el molino
Sus movimientos rituales entre la cama y el cuenco de baño
Como una canción popular toda la ira.
La naturaleza muerta en la pared
Las sábanas y dos almohadas
El aroma de colonia barata
Las uñas detrás de la puerta
Donde el olor de sus ropas aún persiste
El jazmín afuera de la ventana
Las enumeradas convulsiones de su cuerpo
La tensión que por su silencio se extiende
Las intenciones de aquellos que pasan por su casa
Los transeúntes y los visitantes,
Los estudiantes, clérigos y gallinas
Las camionetas, los guardias y los perros,
Los conserjes, los gatos y los vendedores de vegetales
Los padres e hijos
Todos aquellos que han dejado su olor en los sueños rotos de ella
Todos ellos estuvieron ahí
Detrás de los niños
Del carro
Del ataúd
Tan puro, encaminándola hacia su destino.
Un joven hombre de Al-Jaheer expresa sus arrepentimientos
¡Debo dejar este pueblo:
un pueblo donde el sol nunca brilla para mí,
donde nunca hay ninguna sombra,
un pueblo sin bar en dónde ahogar mis penas,
un lugar donde nadie sabe ni siquiera que existo!
Debo avanzar subrepticiamente,
sin arrepentimientos ni amargura…
No tengo un lugar en las celebraciones oficiales,
ni en los jardines un asiento propio.
Aquellas aves me han mostrado el camino:
Puede que no tenga un caballo
pero no tengo nada que temer
y no hay paredes a mi alrededor…
¡Pero debo marcharme ya!
Debo arrojar estas viejas leyes a los perros,
y restregar estas tradiciones en el polvo,
luego escabullirme, bajo el manto de la oscuridad…
Era de noche la primera vez que llegué aquí –
aquellos días antes de que mi cabello se tornara gris –
Yo deambulaba en estas alturas a la deriva y confundido,
con tan pocas raíces como una planta de casa en un florero.
En aquellos días mi zancada era firme,
y mi voz nunca titubeaba,
En aquellos días nunca me sentí silencioso…
Ahora estoy exhausto por los rumores de este lugar,
estoy desgastado por la corrupción,
por aquellas obtusas, exaltadas mujeres
por los borrachos, extraviados desfiles de cada noche,
por los balbucientes viejos, los fanáticos que se lamentan y arrepienten…
¡Debo salir!
Debo sacudir de mis pies el polvo de este pueblo…
Así que mientras los pastores regresan del pozo,
mientras los indolentes ancianos se adentran en sus refugios,
mientras los predicadores salen de la oscuridad,
y las viudas se encierran entra la tormenta de arena,
al tiempo en que todos estén revolcándose en sus sueños
y las lineas se vuelvan borrosas
entre lo sagrado y lo profano
donde el día se vuelve noche…
-yo estaré en el lado lejano del valle,
por el límite de los bosques de cedro, en la cima de la colina.
Lobos
La partida de las aves de su corazón
deja las planicies blancas
donde la historia es blanca
y el sueño es blanco
y el silencio es el ícono del que convoca.
Una carcajada de arena brotará cuando se abra la puerta
desde el ángulo del miedo, un himno
para el gran invierno, y las voces
de aquellos que partieron hace mucho saltarán como cigarras
cuando se abra la puerta.
Espera, espera un momento
por nosotros para secar un momento
que hay en nuestras huellas
un lamento imprudente
y un pájaro de cerámica…
y ten cuidado de los collares en el techo
Porqué no enciendes las luces
o sé feliz mientras te sientas
y observas las frutas en el suelo
Tu voz en mi cuarto agota el silencio
el silencio de las macetas
el silencio de los estantes
el silencio de escribir
el silencio del relámpago
y el silencio de la supervivencia
el cuál he estado juntando por años
con la paciencia de aquel que está sólo con el jardín en el verano
o aquel que recupera ausencia
la ausencia
que nunca para.
El extraño en su ícono
La naturaleza que me ha dejado sin esperanzas
se volvió árida en los campos
mi abandonada casa en las memorias y hazañas de otros
las niñas en el muelle
con sus malas intenciones mientras esperan por mí
el sueño del lobo en su natural soledad
la hiena deseándome y a su vecino
el ciprés que escruté
los caminos donde dí vuelta
se vuelven distantes y similares
mientras olvido y recuerdo
Yo, que exageré todo,
me voy tan solo como mi madre me parió
y me siento en mi ícono.
Él no dormía
Hay una mujer indefensa en sus sueños
Una reclusa preocupada con simples pensamientos
y accesorios innecesarios
Una mujer que entra en su cuarto mientras él duerme
ella contempla su corazón
exactamente ahí, el corazón de él,
luego saca una flor del florero
antes de que él despierte para contar las flores y falta una
Cuando él dormita se encuentra a sí mismo errando
por infinitas bóvedas
y caminos en acuarela
fijo en el íntimo aroma de la ausencia de una mujer
como si él estuviese paseándose
entre las memorias de las flores ausentes
Hoy
a las cinco treinta AM
ella se paró detrás del vidrio
y lo miró fijamente a los ojos
y él no estaba durmiendo
Obscuridad
La obscuridad tiene un hueco,
con suficiente espacio para una mano,
negra, con cinco dedos y un brazo
La oscuridad tiene una casa,
atormentada por los muertos,
donde vuelve a enterrar sus secretos en los ladrillos
La obscuridad mata a las voces
que vocalizan desde las rocas,
ahogándose en las ortigas en el fondo del pozo
Y un lamento,
un duro grito de protesta,
se alza desde el obscuro corazón de la madera