Al cumplirse 100 años del levantamiento que inició la Guerra de Independencia Irlandesa, presentamos la elegía que William Butler Yeats escribió en aquella fecha. Las palabras del poeta quedan, más allá de la conmemoración, como una meditación sobre cada acto revolucionario, y sobre los seres humanos que están detrás de él.
La traducción del inglés es de Sergio Eduardo Cruz.
El Premio Nobel de Literatura 1923 le es conferido a William Butler Yeats:
«Por su siempre inspirada poesía, en la que da expresión al espíritu de una nación entera en forma altamente artística»
Pascua, 1916
Los he encontrado al anochecer
llegando con vívidos rostros
desde un escritorio, un anaquel,
entre casas del siglo XVIII.
He pasado asentando la cabeza
y diciendo palabras inútiles,
o, después de pasar por la puerta,
he dicho palabras inútiles;
las he pensado antes de dar cuenta
de algo gracioso a un amigo
sentado por la fogata en reunión
seguro de que ellos, en el mismo
círculo que yo, vivían una sola división.
Todo ha cambiado, cambiado del todo:
una belleza terrible nació.
Los días de aquella mujer pasaron
llenos de bondad ignorante,
y sus noches en vela desplazaron
entre desacuerdos constantes,
hasta que su voz se hizo de alambre.
¿Con qué voz otrora más bella,
otrora más dulce, como la que antes
tenía, habrá incitado a guerra?
Y aquél hombre tenía una escuela,
dominaba nuestro corcel alado
y su amigo, siempre a la derecha,
estaba llegando a su mejor estado:
hubiera ganado fama o fortuna,
al final, porque parecía dispuesto
así en pensamiento y en forma.
Al otro parezco haber soñado
como un hombre ebrio, vanidoso.
Recuerdo que hizo mucho daño
a algunos que bien conozco;
ahora, sin embargo, aquí está:
también ha actuado su parte
en esta comedia casual:
él, este día, cambió también.
Cuánto se ha transformado:
una belleza terrible nació.
Los corazones que tienen un solo
propósito parecen encantados,
en cada estación, como sujetos
a una piedra frente al arroyo
destinada a cambiar el curso del agua.
Los caballos, bajando el campo,
y sus jinetes, marcas y águilas
que bajan entre nubes, en tanto,
cambian. Las formas nubladas
debajo del río, cambian también;
una espuela se desliza por la grava,
y un caballo, en efecto, cae;
las aves del barranco se devanean
buscando otras con que emparejar;
viven y cambian minuto a minuto,
la piedra por siempre ahí está.
Con qué fuerza puede un sacrificio
tornar el corazón en piedra.
¿Cuánto sufrimiento ha de bastar?
Eso es cosa del cielo: la nuestra
es, a cada uno de ellos, nombrar
como la mujer a su hijo en cuna
cuando es hora de dormir, murmura
canciones para llevarlo a soñar.
¿Qué es esto, sino anochecer?
No, no anochece: esto es muerte,
pero, ¿fueron inútiles las muertes?
Porque Inglaterra, ahora, sabrá
que todo lo dicho es hecho.
Conocemos su sueño: tan grande
que ellos soñaron y están muertos;
¿y qué razón de amor constante,
incendiaria, los empujó al sacrificio?
La nombro ahora en mis versos—
para MacDonagh, para MacBride,
para Connolly, para Pearse,
aquí, ahora, y donde estén,
dondequiera que se vista el verde
todo ha cambiado, cambiado del todo:
una belleza terrible nació.
Easter, 1916
I have met them at close of day
Coming with vivid faces
From counter or desk among grey
Eighteenth-century houses.
I have passed with a nod of the head
Or polite meaningless words,
Or have lingered awhile and said
Polite meaningless words,
And thought before I had done
Of a mocking tale or a gibe
To please a companion
Around the fire at the club,
Being certain that they and I
But lived where motley is worn:
All changed, changed utterly:
A terrible beauty is born.
That woman’s days were spent
In ignorant good-will,
Her nights in argument
Until her voice grew shrill.
What voice more sweet than hers
When, young and beautiful,
She rode to harriers?
This man had kept a school
And rode our wingèd horse;
This other his helper and friend
Was coming into his force;
He might have won fame in the end,
So sensitive his nature seemed,
So daring and sweet his thought.
This other man I had dreamed
A drunken, vainglorious lout.
He had done most bitter wrong
To some who are near my heart,
Yet I number him in the song;
He, too, has resigned his part
In the casual comedy;
He, too, has been changed in his turn,
Transformed utterly:
A terrible beauty is born.
Hearts with one purpose alone
Through summer and winter seem
Enchanted to a stone
To trouble the living stream.
The horse that comes from the road,
The rider, the birds that range
From cloud to tumbling cloud,
Minute by minute they change;
A shadow of cloud on the stream
Changes minute by minute;
A horse-hoof slides on the brim,
And a horse plashes within it;
The long-legged moor-hens dive,
And hens to moor-cocks call;
Minute to minute they live;
The stone’s in the midst of all.
Too long a sacrifice
Can make a stone of the heart.
O when may it suffice?
That is Heaven’s part, our part
To murmur name upon name,
As a mother names her child
When sleep at last has come
On limbs that had run wild.
What is it but nightfall?
No, no, not night but death;
Was it needless death after all?
For England may keep faith
For all that is done and said.
We know their dream; enough
To know they dreamed and are dead;
And what if excess of love
Bewildered them till they died?
I write it out in a verse —
MacDonagh and MacBride
And Connolly and Pearse
Now and in time to be,
Wherever green is worn,
Are changed, changed utterly:
A terrible beauty is born