En esta entrega de nuestro dossier de poesía británica contemporánea curado y traducido por Luis David Palacios, presentamos tres poemas de Jack Underwood (Norwich, 1984). Poeta, músico y doctor en escritura creativa. Egresó del Goldsmith’s College donde ahora es profesor de literatura inglesa. Coedita la influyente antología Stop Sharpening Your Knives y las revistas Poetry London y Poetry Review. Ganó el premio Eric Gregory en 2007. Su primer libro, Happines, fue publicado en julio de 2015 por la editorial Faber.
Sapo
Sapo, ya te lo he dicho,
esta no es tu casa. ¿Por qué insistes
en quedarte debajo del fregadero?
No puedes comer así el jabón,
enferma tus entrañas.
Recuerdo, sapo, la cabaña donde solíamos sentarnos.
Cómo, en la luz efervescente de un bulbo de veinte watts,
eras movido para desabrochar el amor, para voltear
tus bolsillos y examinar la pelusa y la arena
en la palma de aceite de tu mano de sapo.
Eras simpático en el aserrín, entonces;
tu cara de sapo ancha como el ala de tu sombrero.
No puedes comer así el jabón.
Sapo, enferma mis entrañas.
Tu caballo
ha llegado y se arquea a sí mismo dentro de la habitación
redoblando sus piernas. Froto su nariz
y me recuerda el brazo de una silla.
Habla bajo y seguro,
rodando el ojo para atrás hacia su cerebro castaño.
Palabras de hombre ascienden por su larga garganta.
Le muestro el baño
y se avergüenza. Luego trota
por tu álbum de fotos.
Hay más de mí que de él.
Estamos crujiendo mentas juntos
y recordando la manera en que tu cuerpo solía moverse.
Poema de amor
Las calles lucen como si quisieran freír huevos
en sí mismas. Estoy pensando en ti y saliendo
irritado de ello. Sigo esperando ver una hemorragia nasal
en el caliente y amarillo pavimento. Cada idea es
una mosca de caballo. Cuando no estás aquí me concentro
en llegar a un lugar seguro; y cuando llego
al lugar seguro rasgo el día hasta que estás en casa.
Toad
Toad, I have told you already,
this is not your house. Why do you insist
on staying there under the sink?
You cannot eat the soap like that,
it makes your insides sick.
I remember toad, the shed we used to sit in.
How, in the fizzing light of a twenty-watt bulb
you are moved to unbutton love, to turn
your pockets out and inspect the lint and sand
in the oil palm of your toad hand.
You were friendly in the sawdust then,
your toad face wide as the brim of your hat.
You cannot eat the soap like that.
Toad, it makes my insides sick.
Your horse
has arrived and is bending himself into the room,
refolding his legs. I knuckle his nose,
which reminds me of the arm of a chair.
He is talking low and steady,
rolling back an eye towards his chestnut brain.
Man-words are climbing his long throat.
I show him to the bathroom
and he is embarrassed. Next he is hoofing
through your photo album.
There are more of me than of him.
We are crunching on polo mints together
and remembering the way your body used to move.
Love Poem
The streets look like they want to be frying eggs
on themselves. I’m thinking of you and going
itchy from it. I keep expecting to see a nosebleed
on the hot, yellow pavement. Every thought is
a horse fly. When you’re not here I concentrate
on getting somewhere safely; and when I get to
somewhere safe I gnaw the day until you’re home.