Presentamos en Círculo de Poesía, una muestra de la obra de Rafael Torres Sánchez (Culiacán, 1953), poeta, escritor, doctor en historia por la UNAM. Ha publicado distintos libros de poesía como Cuatro fechas y un son para niños (1982), Fragmentario (1985), El arquero y la liebre (1994), Ejercicios en el cementerio (1997), Bastón de ciegos (2007). También cuenta con publicaciones como Óscar Liera. El niño perdido (2000), Revolución y vida cotidiana. Guadalajara 1914-1934 (2004), La bottega de la Revolución (2008), Balzac para historiadores (2011). Ha merecido el Premio Internacional de Cuento Malcolm Lowry 1986 por Las disquisiciones del Che Garufa, así como el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 1986 por Fragmentario.
Domingo 10
(fragmento)
Te quiero porque tienes una manera amable
de llegarle a las cosas,
porque tu boca es, cuando te ríes,
tres o cuatro palomas volando hacia la tarde,
porque tiene tu cuerpo la belleza y la paz
de un gallo en una barda contra el amanecer,
porque cuando te veo se me para.
Yo te quiero por eso
no por nada.
Cuatro fechas y un son para niños (1982)
Un p(r)o(bl)ema de amor
Amor amor amanecí muy mal
No puedo levantarme
Soñé que un camaleón me seguía a todas partes
que no tenía parientes ni amistades
que me quedaban sólo una hoja de afeitar las venas el paisaje
Amor creí que al despertar besaría tus pechos como siempre
pero no reconozco las cosas de este cuarto
no huelo la canela de tu pubis
Amor amor tengo que destrozarle al animal su baúl de disfraces
Una noche es bastante para esos carnavales
Déjame un rato más en esta cama tan alta como un puente
aguardando que pase para lanzarlo al río en una limpia llave
No quiero averiguar cómo vine a parar en un hotel como éste
Sólo quiero cazar al camaleón
El resto se endereza con su muerte
Fragmentario (1985)
Yo tuve un águila,
un día yo tuve un águila,
qué bárbaro,
qué águila tuve yo.
Yo tuve un águila
que a su vez me tuvo,
qué bruto,
cómo me tuvo mi águila,
con cuanto orgullo,
qué pajarón aquél.
Nosotros nos tuvimos mutuamente
hasta que ellos nos destuvieron.
Nos mandaron a un insistente ra,
a la chiquitibum,
a 31 estados de humor negro,
a 31 insomnios.
Ahora yo tengo un periquito australiano,
chiquito,
una nada de pájaro.
Caso no me hace,
no se le nota orgullo de su dueño.
A ratos le tengo cierta inquina.
con todo, lo tapo por las noches:
no puedo dormir de la preocupación
al pensar que lo pierdo,
al pensar que hasta ese miserable animal
pierdo yo.
Fragmentario (1985)
El día que abras la puerta
y me sorprendas con la vista fija
si llegas a notar que algunas moscas
se pasean por mis labios
y que estoy como haciéndote gestos
desde la cama hundida,
como enseñándote algo en la ventana
–que tirará mordiscos como loca-
no precipites nada.
Te ruego discreción:
cierra despacio la ventana
ya que el ruido va a ser insoportable,
pon algo de orden sin perder la figura
(cierto vaso caído, alguna mancha, las moscas que molesten)
no busques recaditos de última hora.
Después sal en silencio de mi cuarto, mujer,
o acuéstate a mi lado sin gemidos
pero no me cierres los ojos.
Sobre todo
no me cierres
los ojos.
Fragmentario (1985)
Este dardo que alguna vez fue sedentaria punta de maguey
ahora llega lejos y se hunde rápido
puede marcar la línea que separa al mantel del sol que al irse cubre de sombra parte de la mesa
puede cortar el agua en antes y después de su silbido
Lo clavaré en el perno del reloj
haré lo que debía hacer el indio de juguete
a ver si es cierto que el tiempo revienta y se salen las puertas de sus quicios
y las gallinas cacarean estrafalariamente a las diez de la noche
y yo me quedo con los pies para arriba
y la sangre agolpada en los ojos
y todo choca y gira como en un ciclón
Fragmentario (1985)
¿Cómo podría el verso agregar más azul
al paisaje en que paces
bajar más animales de los montes?
De incompleto que está no tiene otros motivos
que el desierto y el mar de aquellas veces
en que se los dictaste.
Cómo podrías saberte para hablarte
Todo viene de ti y a ti conduce
Ni el alba puede si tú no lo consientes
y menos el arquero con la liebre
El arquero y la liebre (1994)
La trampa
¿Así que Orate Dedo echará las semillas
en la lumbre y hará que las raíces
se abracen a las piedras antes de extinguirse?
¿Sólo la oscuridad azulada y lechosa nos dejará,
las cucarachas, como en el principio?
Qué amargo desenlace.
Tan bien que se oye el piano.
Tan clara la ventana que un día llenará la destrucción.
Tan lámpara la luna en su única funcionar de iluminar
y Dedo Orate suelto, con ganas de chingar.
¿Así que no habrá palas suficientes
ni paraguas que usar ni quien los use?
A qué insensato trance nos condujo
haberle dado a Orate Dedo tanta llave.
Ejercicios en el cementerio (2004)
Amor, tengo el presentimiento de lo inevitable.
No me puedo quitar del tobillo derecho
ese perrazo negro que me muerde.
Duele, aunque sea un perrón viejo, sin dientes.
Una confusa aurora de malvas y violetas
envuelta en densa niebla
sobre el puerto se cierne.
La cera de sus cirios encanece de prisa.
La ceniza sofoca los colores.
Los azules lo mismo que los verdes.
Amor, dame a beber el agua de la luna:
Una hora del tiempo que se fue.
Ejercicios en el cementerio (2004)
Pródigo
Madre, ve lo que ha hecho el tiempo de tu hijo.
Los sueños de riberas, las ansias de infinito,
el descanso a la sombra de un álamo vetusto,
los puentes rechinantes sobre el río crecido,
todo se lo ha quitado doblándolo hacia el suelo.
Te lo digo contrito, aterido.
Sólo me queda este bastón de ciego,
este palo curvado que pusiste en mis manos
al enviarme al camino con un montón de encargos.
Mira que salió bueno. Toma, te lo devuelvo.
Bastón de ciego (2007)