En el marco de nuestro dossier de poesía actual de Nueva Zelanda, preparado y traducido por Andrea Rivas, presentamos la poesía de Makyla Curtis. Nació en Nueva Zelanda con ascendencia escocesa. Estudia un Master en Artes en inglés en la Universidad de Auckland, junto con un Certificado de Lenguas en maori. Es impresora tipográfica, poeta y grabadora con interés especial en lenguas y dialectos, publicaciones de DIY (Do It Yourself o Hazlo tú mismo) y tipografías.
Poéticas de género
―gente demasiado grande en la habitación, ella lamenta ser numerosa
ella empieza
a dibujar pasajes de verdad, declara un humor, un modo:
luz solar en pisos vacíos, su propio patio trasero, haciendo dinero en el
puente que se desvanece
encrucijadas cerradas
intercambiando normas binarias
Ella rechaza ser numerosa.
Ella empieza de nuevo
el cuerpo de la mujer, ella dice, cuerpos en el texto
formando sonidos, como labios de amantes
Ella se pregunta
dialécticamente
sobre su vulva:
imagina las inhibiciones estructurales que titubean en las bases.
Ella empieza
traducción problemática
Ella describe
una cercanía distinta a las relaciones corporales distninta a las nociones preformadas.
Su lengua cuelga, seguida por su poesía
y el lenguaje ― dardos y:
casi tocando el brazo de él en partes de lenguaje
Ella lo nombra
innombrado
Con sus ojos cerrados ella lo conoce, moviéndose de estrofa en estrofa
sus largos dedos pálidos, dislocando la diferencia sexual
pero replicando
gravedad y reclamando su peso
Ella empieza de nuevo
diseccionando, escéptica.
Ella lo conocería con los ojos abiertos
cerrados
o sin ellos.
Dentro, se ha implicado en poemas dos páginas antes.
Más austero: rechazando el nombre que ella misma se dio
Ella
se renombra Él
y Él escapa de una categoría
descifrada.
E innombrada, como una hoja, flota en la superficie
Él, en el acto de beberlo todo
me encuentra
tú
diseño de frustración legible.
Él bebe, tragos
austeridad conceptual
y rechaza la metapoética;
existir solo provee de oportunidad
para soledades inmensas.
Él empieza de nuevo
desempacando una libreta, una barra labial y cigarrillos
sus motivos, parcialmente prudentes, son como el cigarrillo sin terminar
Cómo llegamos a tierra
Había armonía preestablecida
de lluvia cayendo como diptongos
pánico en las manos
blanco estridente
lento granizo
incesante.
El suelo del bote se hizo más débill
el mundo se hizo más audaz
la mano de voces
hizo eco en el matorral.
Perdí mi bicicleta
pero el auto circundaba inversamente
― nada ha cambiado ―
Espectáculo en agua:
sobresaliendo más allá de la vida salvaje de una nymphalidae.
Dulce vidente, llamando a
los tenientes del mar, el glastig
en las grietas y hendiduras de piedra
voces que se intercalan
entre los acordes vocales y el silbido
del viento ― una cadencia de tradición
un obstáculo de tiempo.
Las hermosas hendiduras en las colinas cubiertas de musgo son
solo voces que doblan en las curvas
un vapor blanco que envuelve
una estrecha separación de labios.
Una cuchara se sumerge: gruesa avena y sal.
La distancia de la manija sostiene el verde océano en la bahía
anhela que llegue a la orilla
mientras los fantasmas de nuestra memoria
desgarran la tierra.
Todo lo que era, descansa bajo
un terrón y césped turbulento.
Todo lo que es se sostiene encima.
Todo lo que será cuelga sobre nosotros en la niebla.
Bajo las huellas del bosque en la cañada
estamos meramente congelados, congelándonos, derritiéndonos, moviéndonos
con la cuchara que sumergimos
colmada de una cortina negra
alzamos el tazón
en la oscuridad
y comemos.
Madre
la mujer que come
come
come el viento
extendiendo poder en su llamado
―pies agrietándose en la tierra
diez semanas abandonando
y el empuje empuje de ella
pero el río se alza
en rigor de escala
en la izquierda central
pequeños cúmulos
un ojo en la pared
ya en la oscuridad
ella bombea bombea
bombea el pedal
una capa de aire frío pasa a través
en la tercera sección
apogeo de navegantes
en busca del viento
la sal
ignora el empuje de la marea
lenta
y la orilla del mar
es el rítmico mecer de su crucifijo
amplia onda / un lento
susurro en su garganta
escapa
su aliento
archipiélago, paria, abandonado
clemente en momentos
a lo largo del horizonte
cashmere curvéandose como humo de cigarrillo
moviendo al oeste sobre el oeste
mientras el viento se levanta
historias ilegibles que ella penetra
el texto
iluminado en sus ojos la mecha
atrapada en llamas
puntos de apoyo en los esquies
coros levantándose, una banda condensada
midiendo nuestra escala
seguimos el rastro ― rastro
bebe la lluvia y espera
ella toma lectura del viento, las nubes, el viento
muelle condensándose en el frío
pero el puerto golpea y agrieta
recubre el suelo de ollín
el viento en la chimenea
y el lamento aullado de
el viento habla
Ella esperaba al hogar
sobre las brasas de la estufa
y el dulzor del hogar
un otoño negro llega
torrencial
y las colinas acarician crudeza
crudeza
en morado escosor crudo
sobre las brasas de la estufa
ella nos escucha, nos huele
ella nos ve llegando
en patrón de panal de abejas
el humo gira
antes de que la lámpara se encienda
y las voces sean tangibles
ella olfatea
y el aire se hunde
el delgado sobre de humedad, el hedor amargo
‘’¡Ellos dijeron que estarían en casa para mañana!”
pero ella no alza la vista
redondas nubes cerradas
distanciadas y
encontrando una voz
tierra a la vista
nos acercamos al salino goteo
goteo
goteo