Poesía española: Manuel Vilas

Presentamos uno de los textos representativos del poeta español Manuel Vilas (Barbastro, 1962). Además de poeta, Vilas es narrador. Ha merecido premios como el Generación del 27 por El hundimiento, Ciudad de Melilla, Fray Luis de León, etc. Visor publicó este año su Poesía completa (1980-2016).

 

 

 

 

 

 

AMOR

 

Una mañana Manuel Vilas sacó todo su dinero de los bancos.

Fue a las cajas de ahorro, fue a las compañías de seguros,

vendió su coche, anuló su plan de pensiones,

se lo llevó todo en efectivo, un buen fajo de billetes calientes.

Qué bien, dijo, qué fuerte,

y todos los empleados y los directores querían disuadirle

pero Vilas tenía unas ganas infinitas de pasarlo bien.

Y luego se fue a ver enfermos,

a ver emigrantes, incluso se fue  a las cárceles.

Quería ser un santo espectacular, tenía esa marcha,

tenía esa gran ilusión.

Quería ser Cristo, Lenin, San Pablo,

quería ir más allá del orden, de la naturaleza y de la vida.

Recorrió la ciudad de Zaragoza repartiendo dinero.

En Conde de Aranda, dio mil euros a tres árabes,

que le besaron los pies, y las manos, y se arrodillaron.

En el barrio de Delicias, en la calle Barcelona,

dio trescientos euros a una negra africana,

y ella quería comerle el sexo al buen Vilas,

pero Vilas dijo “no, nena, hoy soy un santo,

hoy soy San Vilas,

consérvate para tu marido, él te necesita,

y yo os bendigo; anda, nena, ve en paz”.

Y Vilas se echó a reír.

Fuego, qué fuego más grande,

y siguió repartiendo, a una vieja china

de un todo cien le dio seiscientos euros,

y la vieja le hizo una foto de diez millones de megapisels

y la amplió y la enmarco y la colgó

en mitad de su tienda con dos velas debajo.

A un vendedor de La Farola, ese  periódico

de los pobres, le dio ochocientos euros.

Y el vendedor se echó a llorar y ardía

como una vela en mitad de las catedrales antiguas.

Vilas quería ser un santo, tenía esa marcha.

Toda la mañana y toda la tarde estuvo quemando su dinero.

Miró la atmósfera y se estaban abriendo los palacios celestiales.

Estaba enamorado de sus semejantes.

Nunca vimos a nadie tan enamorado.

 

 

 

 

 

 

 

 

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