Poesía española: Unai Velasco

Presentamos una muestra del trabajo del poeta español Unai Velasco (Barcelona, 1986). Es poeta, crítico cultural, editor y traductor. Ha ganado el Premio Nacional de Poesía Joven «Miguel Hernández» de 2013 con el libro En este lugar (Esto no es Berlín, 2012). Su poemario más reciente es El silencio de las bestias (La Bella Varsovia, 2014). Actualmente, dirige la editorial de poesía Ultramarinos Editorial junto a Julia Echevarría.

 

 

 

 

 

 

Del poemario En este lugar, Esto no es Berlín, 2012: Premio Nacional de Poesía Joven:

 

 

 

PELIGROSA ES LA NOCHE EN LA PÁGINA 167

 

«Dieron las nueve, y Hans

aún no había llegado a casa.»

Hesse, Bajo las ruedas, Alianza, p. 167

 

 

Peligrosa es la noche en la página 167

si resulta

que es de día, y eso

tal vez no pase hasta el capítulo siguiente.

Si resulta que interrumpes con besos envasados

al vacío para el trabajo pero

resulta que, deja, aguanta, que se me está muriendo Hans

Giebenrath en estas últimas líneas.

 

Peligrosa es la noche para Hans

Giebenrath si decido

cerrar el volumen verde

porque es de noche y te dejaste la luz

del pasillo

encendida la muerte del joven Giebenrath

entre interruptores blancos y no quieres

llorar con grasa en los dedos tú buscas

lo lírico

en una lata de aceitunas.

Y resulta que a mi se me está muriendo Hans,

que Hans Giebenrath se muere ya

en la 166

y, oh, cuánta muerte manoseada y blancoamarilla

rugosa

y negra sin la dignidad

siquiera

de morir en cursiva, sin que yo le deje morir

en las páginas que Hermann planeó

figuras de plomo en aquel

todo a cien, su muerte

en ciento y pico páginas

interrumpida y peligrosa porque

llegas tarde a tus cosas y tengo la comida

enfriándose

en la mesa

como se está enfriando

en la alberca

el cuerpo frío de Hans Giebenrath

en la peligrosa página 167.

 

 

 

 

 

 

 

LOS HELECHOS

 

‘Parque Jurásico’: «rodeados de plantas…»

La Enciclopedia Salvat, vol. 15

 

 

 

Todavía siguen ahí todas aquellas películas     (los helechos

inadvertidos)

que no querríamos volver a ver más,

ya pasó, dijimos

habituales fáciles de palabra rápida

todo el peso de los días recostado       (en los helechos)

en el gesto acostumbrado.

Ignorando que

más allá de la extensión infinita de los contenidos extra

más allá del montaje del director, permanecerán

ante todo

no las películas más audaces

sino las más felices,

sostenidas

no rescatadas

nostálgicos no,

como se recupera aquello que nunca se ha ido.

Permanecerán para bien o para mal                      (los helechos)

como pequeñas piedras de adoración

secas y precisas,

manutención en los bolsillos

irreversibles

del bañador.

 

Hoy siguen ahí con su insistencia sana     (y lanceolada)

que algún día parecerá salvarnos

o nos salvará, quién sabe,

porque merecía la pena citarse en el cine

como una gran decisión adulta y aún

no estaba demasiado claro qué demonios era

aquello del dolby surround. Ahora

sus voces sigilosas                                     (sus hojas)

nos rodean o nos envuelven.

Siguen ahí, en efecto,

urdieron una espesura apropiada,

autoridades del tránsito de nada sirve

tener miedo                                                       (de los helechos)

si su presencia

el día en que volvamos

es más vívida que todo lo que alguna vez tuvimos

que lo que no tuvimos jamás,

si su presencia

de golpe

nos acorrala

si se impone sin publicidad y sin cortes

si su emulsión nos deja secos en el sofa

en el interior

del coche volcado de una noche tormentosa y selvática

a retazos nuestras ropas

los cristales rotos del parabrisas

la pierna herida de Jeff Goldblum

perseguidos por el Tiranosaurio Rex

huid

huid

hacia la valla

hacia el perímetro electrificado

(en dirección a los helechos)

atravesadlo

de nuevo atrapados por decenas de

 

gallimimus         gallimimus         gallimimus

 

gallimimus             gallimimus

 

 

 

 

 

 

Del poemario El silencio de las bestias, La Bella Varsovia, 2014:

 

 

 

 

INTROITO

 

                                                                             Para Gema, que giró conmigo

                                                                              «Omnes in…»

 

 

Lo que se lleva esa casa de ahí por delante es un viento muy fuerte.

 

Por eso queríamos crecer a salvo buscar

un lugar mejor nos llamaban los cazatornados

era la mayor serie de tormentas en doce años mejor

permanecer juntos vivíamos

para esto nos decíamos

que vivíamos para esto comiendo hamburguesas en casa

de la tía Meg y todo el rato pensando en el área de succión

cuál

pensábamos y no sabíamos hacia dónde crecer qué viento

volteaba los postes sin desperdigarlos no teníamos

ni idea teníamos a Dorothy I y a

Dorothy II y a cuatro Dorothys más y las hamburguesas sabían

tan bien y el cielo se estaba poniendo verdaderamente verde

por donde crecía crecíamos juntos en la canción o el

torbellino buscar el eje cuál comer la carne

de Oklahoma besar la mejilla de la tía Meg siempre

siempre siempre juntos Rabbit Joey Heinze y

Dusty y Joe y Bill también hacia el centro hacia el eje de succión

cuál

crecer como un perro que corretea junto al porche

y no se aleja demasiado era

la mayor tormenta de los últimos doce años y nos parecíamos

tanto a las mazorcas ni te imaginas uno y luego otro y otro como

postes de pino en hilera poderosa

al viento

al viento distinto que nos reúne

que no nos tumba y nos mantiene aquí porque

gira sobre sí mismo.

 

Hacia ese lugar crecíamos.

 

 

 

 

 

 

QUE SOMOS BUENOS

 

Para Jade, que trajo los ciervos

 

«también las fieras salvajes»

Salmo VIII

 

 

 

Tengo miedo de las avispas

tengo miedo amarilla ictericia amarilla

hueso de pollo alojado en la garganta   de las bestias

alojadas en la garganta.

 

Caballos blancos cinchas azules ¿qué has de temer?

de cincha amarilla y caballo ictericia temes

las patas otorgadas de los ciervos

que duermen sobre las hojas.

(Detente y escucha.)

Mientes cristal venido abajo.

 

No no tendré no tengo miedo soy bueno y observé

ciervos blancos ciervos traducidos de sol

contra mi ventana.

 

Mientes cristal venido abajo vienen a tu portal

por la mañana.

 

No temo al temor temo al portal

temo tu anillo negro de los malhumores

los camellos de adoración despacio

su camino incierto soy muy bueno

tengo el control sobre mi cuerpo y no temo que nada temo

no temo amarilla ictericia. Que somos buenos.

(Detente y escucha.)

Caballos blancos de pezuñas buenas ofrecidas

no tengas miedo de los ciervos de tendida pezuña hendida

y ligera

en su lugar

tendido azul abierto manillar del pecho ¿quién oye el

zumbar? también hizo a las fieras salvajes las avispas

el amarillo pollo entretenido hizo tu garganta

zumbaran porque enmendamos el temor

aquí

porque nos da la gana zumbaran alejándose de rica miel

zumbando y sin miedo sin miedo tu voz arrebatada hollada

ligeramente habla.

 

Quiero hablar quiero decirte que no deseo que a nada aspiro

que no temeré no temo a la avispa ictericia pero

tengo un hueso de pollo alojado en la garganta

tarasca de dientes por contar cervatillos blancos.

Yo tengo

el anillo azul de la ataraxia

somos buenos sabemos que

somos buenos que las avispas miden de un centímetro a

centímetro y medio amarillo punzón blanco de ciervo

que duerme en la ventana mentira

que duerme en los árboles y baja de día al portal.

 

Tengo miedo del miedo de las avispas del miedo de los ciervos

no dejes

no que somos buenos que ofrecemos nuestro cuerpo

en pira de bondad detente

y escucha sobre todo escucha y que así sea y que así

sea.

 

 

 

 

 

ALELUYA

 

Arrojábamos cal viva a las mansiones temibles

y por eso nuestra alegría era más blanca.

 

Quizá ninguno dijera jamás

nunca una palabra sobre el júbilo

pero es cierto que no podíamos dejar de hablar

y sacudirse el salitre llegó pronto,

pronto llegaron las costas y fue cierta la bahía,

nos convencieron los acantilados.

 

A veces nos enfundábamos mal las mallas verdes y los ojos se abrían

y nos confundíamos como reptiles

o el pelo se nos ponía lacio, somnoliento y fingido

o íbamos por ahí con los dedos detenidos de hadas,

pero siempre había alguno que trastabillaba a medio calzón

y en seguida saltábamos y el puerto se llenaba de luces,

suficiente  para seguir conversando, golpeando las mesas,

alborotando el pan. Anochecía al este de la isla.

Anochecía como una industria secreta,

un país alargado de códices, parlante y silencioso,

que averigua mástiles tras la vegetación.

 

Así que este es el país que crece hacia adentro,

este es el país del árbol inmenso

y bailábamos a su alrededor esforzando a las aves

a su alrededor del árbol

inmensos alígeros en sombras sospechosas

con transparencias estrictas del país

inmenso bailando

bailando

alrededor de un árbol en el país

con festines transparentes a qué son por los puertos

al pie cantando

en el puerto cantando los apaches pies peluches

sin sombra, sin sombra.

 

También hubo momentos en las playas lúcidas

para confesar que apenas sabíamos el nombre de los árboles

que en nuestra lengua no crecía el gran magnolio ni la menta medicinal,

pero el agua disimulaba las piernas y los cangrejos dijeron: enmudeced.

 

 

Habíamos pasado los días antiguos de andar la tabla

de esquivar las culebrinas de tambor dorado,

se nos pusieron los pies duros

y la ropa envejeció.

 

Al fondo, quieto, un farallón:

el tiempo empobrecido por las anémonas.

 

 

 

 

 

Poema escrito para la antología Serial (El gaviero, 2014):

 

 

 

la tira elástica del bañador deja pequeñas marcas en la cintura

 

 

 

«the slow breeze in the pines»

Robert Hass

 

 

Para salvar una vida humana hay que tener

la taquilla limpia y el corazón templado

Michael Newman tenía un brazo ligeramente más

largo que el otro toda clase de información sobre las aves

de Santa Monica L. A. y cierta inclinación progresiva

hacia la tristeza pesaba la playa por las tardes gaviotas volaban

al ras y se desconcentraba triste si estaría triste Pam bajo las

palmas su primer ahogado le costó cuarenta quilómetros a medio

gas entre los pinos y un reguero de pinocha estremecida           en la segunda

pensó en Paul ojos azules sin saber que escribirían de su brazada

en el Tampa Tribune con los años también

con los años se adjudicó un método para el miedo a mediodía

cuando el hambre administraba mal los riesgos Newman

medía su caseta de vigilancia de un modo digamos místico y el  miedo y el

calor quedaban sometidos a una figura rectangular casi casi transparente

como una cometa desarbolada por el sol o

una toma subacuática

y aun pensaba en lo extraño de titular en México el serial

Guardianes de la bahía pero la extrañeza

duraba poco y las aves volaban más bajo era la hora de ir a cambiarse

prácticamente

 

 

 

 

 

 

 

Datos vitales

Unai Velasco (Barcelona, 1986) es poeta, crítico cultural, editor y traductor. Ha ganado el Premio Nacional de Poesía Joven «Miguel Hernández» de 2013 con el libro En este lugar (Esto no es Berlín, 2012). Ha publicado poemas, artículos y entrevistas en medios como Quimera, El Cultural o Qué Leer. Ha sido incluido en las antologías Tenían veinte años y estaban locos (La Bella Varsovia, 2011), Serial (El Gaviero, 2014) o Réquiem por Lolita (Fundación Málaga, 2014) y ha participado en festivales de poesía como el Perfopoetry de Murcia, el Cosmopoética de Córdoba o el Kosmópolis de Barcelona o la Mostra Espanha de Lisboa. Su último poemario es El silencio de las bestias (La Bella Varsovia, 2014). Ha traducido al poeta neoyorquino David Fishkind para la antología de joven poesía norteamericana Vomit (El Gaviero, 2013). Actualmente, dirige la editorial de poesía Ultramarinos Editorial junto a Julia Echevarría.

 

 

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