Un acercamiento a Luis Cernuda

La ensayista Citlaly Aguilar Sánchez nos acerca a la poesía de Luis Cernuda, a propósito del aniversario de su nacimiento. Miembro de la Generación del 27, Cernuda es un poeta clave para la comprensión de la poesía hispanoamericana del siglo XX. Libros como Los placeres prohibidos, Donde habite el olvido, Como quien espera el alba y Desolación de la quimera, son algunos de colecciones de los versos del poeta español que estuviera exiliado en México.

 

 

 

 

ESCRIBIR EL DESEO. LA REFLEXIÓN POÉTICA DE LUIS CERNUDA EN “LA CANCIÓN DEL OESTE”

 

 

Citlaly Aguilar Sánchez

 

 

No sabe vivir y está vivo. Su sitio no está en parte alguna.

Siempre deseará un lugar diferente. Es el “extranjero”. Busca la realidad;

es decir, la verdad y la poesía. ¿Dónde están?

Tal vez sea él mismo la verdad, él mismo la poesía.

Luis Cernuda, “El espíritu lírico”.

 

 

 

Los poemas de Luis Cernuda son una invitación a reflexionar sobre la vida, el amor y  la poesía misma. En la colección Un río, un amor el poeta reflexiona sobre tales temas en una de treinta composiciones fechadas entre abril y agosto de 1929, todas ellas escritas, según Derek Harris, bajo la influencia surrealista[1]; sin embargo, en el poema “La canción del oeste”, como en otros incluidos en este poemario, el surrealismo aparece de manera muy discreta.

“La canción del oeste” está compuesta por cuatro estrofas de métrica irregular y sin rima; aparte de algunos adjetivos que sorprenden al crear imágenes desconcertantes, sobre todo en las dos primeras estrofas, es difícil encontrar rastros surreales. El poeta no evoca estados oníricos, ni acude al automatismo, que son dos de las técnicas asociadas con la poesía de dicha estética vanguardista. En el poema es evidente un especial cuidado tanto en la forma como en el fondo, pero sobre lo que realmente preside el texto es la reflexión del poeta sobre la realidad y sobre la escritura.

En su poesía el poeta suele reflexionar sobre temas vitales como señala Jenaro Talens explica que para Cernuda la poesía no es sino “el resultado de la meditación sobre la experiencia vivida. Si esa experiencia se eleva a un plano abstracto, que traza la lucha entre elementos opuestos, no es de extrañar que su poesía  adquiera relieves de tinte filosófico”[2]. Por otra parte y como también señala Talens, el sevillano consideraba la poesía como algo surgido “del contacto del poeta con el mundo [] es la realidad la que actúa sobre el hombre, moviéndole a la meditación, de la cual saldrá posteriormente el poema”[3]. De este modo, la lírica cernudiana contiene elementos de profunda reflexión, trazados con detenimiento y precisión. De ahí también el interés de Cernuda por entender la propia actividad poética, tal y como lo confirman varios de sus escritos en prosa como “El espíritu lírico” y “Palabras antes de una lectura”. En este artículo propongo analizar la reflexión que estructura su “La canción del oeste”. La primera estrofa del poema reza así:

Jinete sin cabeza,

Jinete como niño buscando entre rastrojos

Llaves recién cortadas,

Víboras seductoras, desastres suntuosos,

Navíos para tierra lentamente de carne,

De carne hasta morir igual que muere un hombre.[4]

 

El carácter metapoético del poema se sugiere desde el título pues indica su perfil de  “canción” que, como sabemos, es una forma poética. Los primeros dos versos hablan de un “Jinete sin cabeza”, imagen que sugiere a un sujeto que cabalga sin esa parte del cuerpo donde reside el intelecto y la razón; es una imagen lúgubre que en el segundo verso contrasta con la imagen de un niño: “Jinete como un  niño buscando entre rastrojos / Llaves recién cortadas”. Es significativo que del primero al segundo verso el jinete pasa de no tener cabeza a parecerse a niño; es decir, un jinete liberado de la cabeza / intelecto / razón, adquiere la inocencia de un niño. Aunque hay una coma que separa una idea de la otra, de todos modos se conserva cierta relación entre ambos enunciados: el jinete sin cabeza puede ser, a la vez, “como un niño”; el comparativo “como” implica la posibilidad simultánea de ambos significados. Lo que no se sabe todavía es la relación que este jinete y este niño tengan con el yo lírico.

Jinete y niño buscan “llaves recién cortadas”, elemento que también recuerda al jinete sin cabeza, ya que en ambos existe una mutilación. El poema se mantiene en un estado de irracionalidad manifiesta pues, es muy desconcertante la lista de cosas que se buscan. Y es que la lista no se limita a las “llaves recién cortadas”, también incluye: Víboras seductoras, desastres suntuosos, / Navíos para tierra lentamente de carne, / (vv. 4-5). La adjetivación en estos versos es de particular importancia, pues entre sustantivo y adjetivo se crea una tensión que se va cargando de cierto erotismo. Si bien la imagen de las “víboras seductoras” resulta curiosa, la descripción de los desastres como suntuosos es aún más sorprendente, pues asigna cierto valor positivo (“suntuosos”) a una realidad que suele considerarse del todo negativa (“desastres”). Por su parte los navíos están navegando en tierra, como surcando “lentamente” la piel y el músculo de alguien y quizá eso explique el que la carne conlleve a “morir igual que muere un hombre” (v. 6). Esta primera estrofa revela un deseo tanto de buscar como de erotizar.

La segunda estrofa inicia con el verso “A lo lejos”, lo cual introduce cierta relación entre el que contempla y el objeto de su contemplación. Dicha lejanía tiene una significación especial, pues la noción se reitera en cada estrofa a partir de la segunda. En esta segunda estrofa leemos lo siguiente:

A lo lejos

Una hoguera transforma en ceniza recuerdos,

Noches como una sola estrella,

Sangre extraviada por las venas un día (vv. 7-10).

La perspectiva de lejanía plantea la imagen de “una sola estrella” como una continuación  de la metáfora de la  “hoguera”, ya que en ambos casos la luz disuelve “recuerdos” o “noches”. La relación entre las dos partes de este binomio queda continuada por el hecho de que ambos son sustantivos plurales, mientras que “estrella” y “hoguera”  son singulares. En este sentido, en el siguiente verso “sangre” se corresponde con estrella-hoguera y “venas” con recuerdos-noches. Lo singular refiere a aquello capaz de destruir, anular o extraviar, pero se asocia también con la luz y con el color, mientras que lo plural es aquello fulminado o perdido. Los tres versos siguientes, presididos por la lejanía, exponen la importancia de la distancia:

Furia color de amor,

Amor color de olvido,

Aptos ya solamente para triste buhardilla (vv. 11-13).

Por medio de la lejanía es posible contemplar el “color” del amor y del olvido y sin embargo, son sólo sus colores, pues lo que realmente hay es una furia y un amor, unidos bajo un mismo signo y un mismo color: el de la destrucción luminosa mencionada en los versos que les anteceden. Ambos sentimientos vertebran el poema alimentando su tensión, pues la imposibilidad de acceder a lo que el amor desea, sólo sirve para agudizar la furia.

La distancia anunciada desde el primer verso de esta estrofa habla no sólo del plano espacial. El tiempo también aparece aquí gracias al único verbo utilizado en presente, “transforma”; la alusión a “recuerdos” y “olvido” en el complemento del verbo también nos remite al pasado; de esta forma la lejanía espacial es el medio que permite distinguir entre el presente desde el cual el poema habla y el pasado al que apunta. Sin esta distancia entre el yo lírico y el objeto de su deseo, el yo lírico no puede saber qué es lo que desea, no puede contemplarlo, pero es justamente esta distancia lo que hace que el objeto de deseo sea inalcanzable. En “Palabras antes de una lectura”, al explicar la creación de La realidad y el deseo, Cernuda dice que:

El instinto poético se despertó en mí gracias a la percepción más aguda de la realidad, experimentando, con un eco más hondo, la hermosura y la atracción del mundo circundante. Su efecto era, como en cierto modo ocurre con el deseo que provoca el amor, la exigencia, dolorosa a fuerza de intensidad, de salir de mí mismo, anegándome en aquel vasto cuerpo de la creación. Y lo que hacía aún más agónico aquel deseo era el reconocimiento tácito de su imposible satisfacción. [5]

La misma sensación también es evidente en “La canción del oeste”, pues el poema evoca el abismo que separa el deseo de su realización en el mundo real. Cernuda apunta: “el deseo me llevaba hacia la realidad que se ofrecía ante mis ojos como si sólo con su posesión pudiera alcanzar certeza de mi propia vida”[6]. Con ello manifiesta que el deseo es el medio por el cual se accede a la realidad y la escritura es una manera de sublimar este deseo.

La tercera estrofa inicia también con una alusión a la distancia: “Lejos canta el oeste”. Tanto el adverbio “lejos” como el sustantivo “oeste” reafirman la idea de lejanía. Aquí el aspecto metapoético del poema aparece de forma explícita, pues se anuncia al oeste como el cantor. Si el oeste representa la lejanía, y es ésta la que canta, entonces la composición reafirma una vez más la importancia de lo lejano, es decir, que la poesía es algo que se desea desde la lontananza.

En el par de versos “Aquel oeste que las manos antaño / Creyeron apresar como el aire a la luna” (vv. 15-16) la temporalidad es importante pues, mientras que en el primer verso el tiempo es el presente (“canta”), en estos el pasado impera por medio del adverbio “antaño” y el tiempo pretérito del verbo (“creyeron”). El encabalgamiento que se da entre estos dos versos representa bien la cualidad huidiza de la luna airosa[7] y una vez más, aparece cierta lejanía entre el yo poético y aquello de que habla; sin embargo no es la luna lo que se creyó apresar, sino al oeste, lo cual sugiere una significativa relación entre las manos y el oeste. En este sentido, el oeste puede ser entendido como una representación de la escritura poética, pues según las concepciones cernudianas de la misma:

Un poema es casi siempre un fantasma, algo que se arrastra lánguidamente en busca de su propia realidad. Ningún sueño vale nada al lado de esta realidad, que se esconde siempre  y sólo a veces podemos sorprender. En ella poesía y verdad son una misma cosa. Tal vez, y felizmente, sean sus más nobles cualidades rareza y fugacidad: no hay, en efecto, seguridad en ella. Siempre queda tiempo, pues, para dejarse caer en la inmensa mentira, la mentira, el único patrimonio del hombre, lo único que en definitiva es propiamente suyo.[8]

La idea que Cernuda tiene de la poesía como algo fugaz y cambiante se ve ejemplificada en “La canción del oeste”, donde resulta vano cualquier intento de atrapar la realidad, de atrapar lo que en ella haya de poético. Poesía es algo que, en un primer momento, antes de escribirse, se percibe como una belleza  inalcanzable y alejada del poeta; pero a veces, cuando la poesía se materializa en poema, el yo lírico puede rozársele; mas nunca poseerse del todo, ya que la poesía queda entre las manos como una luna de madera. Por ello mismo, el poema es únicamente la expresión del deseo de alcanzar esa realidad bella.

Los siguientes versos nos vuelven al presente: “Mas la luna es madera, las manos se liquidan / gota a gota, idénticas a lágrimas” (vv. 17-18). El encabalgamiento que figura aquí pone especial relieve en la relación entre “liquidan” y “gota”; ambas imágenes llevan una connotación acuosa[9] que culmina con “lágrimas”; en estos versos el poeta contrasta al agua con el aire de los dos versos anteriores, logrando así una oposición entre lo intangible (el aire) y lo tangible (el agua), aunque los dos elementos se caracterizan por ser escurridizos. Estos componentes, el aire y el agua, sugieren también una confrontación entre pasado y presente: entre lo que en el pasado se creía aire y lo que ahora es agua; otra vez se confirma la hipótesis de que la idealización es posible por medio de la oposición antes / después.

En los versos citados la imagen de las manos que intentan apresar algo tan inasible como el aire ratifica la idea del deseo que nunca se alcanza. En este entendido, las manos, ya en el tiempo presente, se destruyen al encontrar que la luna está hecha de madera. Según Derek Harris en Un río, un amor:

La evocación de unos paraísos terrenales forma una contrabalanza a la tristeza corrosiva que domina en el libro. Los paraísos, aunque ofrecen la posibilidad de un amor libre de fracasos, son siempre lugares muy distantes, sueños inalcanzables, como el sur idealizado de los Estados Unidos, captado de la letra de un foxtrot de la época, o lugares norteamericanos como Nevada y Daytona, o las islas de Tahití que aparecen en una película que vio [el poeta] durante su estancia en París.[10]

Así, el oeste / escritura poética es una especie de paraíso terrenal en el que se intenta estar a salvo de la decepción constante de lo real inmediato; en este tenor, aún si el oeste refiere a tierras vistas a través de una pantalla de cine, el hecho de escribir sobre ellas e intentar encerrarlas en un poema remite a un esfuerzo por materializar lo que en principio es una imagen idealizada de la realidad.

La última estrofa del poema es una exhortación: “Olvidemos pues todo, incluso al mismo oeste; / Olvidemos que un día las miradas de ahora / Lucirán a la noche, como tantos amantes, / Sobre el lejano oeste, / Sobre amor más lejano.” Los dos primeros versos están imperativo con cierta idea de futuro, mientras que en el tercero, por primera vez en el poema, aparece el futuro, me refiero al tiempo del verbo “lucirán”. Estos versos presagian la imposibilidad de que el deseo posea su objeto en un “ahora”, y la maldición de siempre volver a contemplar el objeto del deseo idealizado en la lejanía, donde se consume en recuerdo. El propio Cernuda dice que “las palabras están vivas, y por lo tanto traicionan; lo que expresan hoy como verdadero y puro, mañana es falso y está muerto”[11]. Estas palabras revelan la conciencia que el poeta tiene de su oficio y de la mutabilidad de su sentido: si las palabras tienen vida y cambian de un día a otro, la escritura poética no resulta menos inasible, y lo que ésta cree captar, el amor o la realidad, también es inasible. Para Harris “la desilusión se declara tajantemente en ‘La canción del oeste’, con el deseo de suprimir en un olvido total las memorias tristes del amor y toda esperanza del futuro que el oeste simboliza”[12]. Esto es cierto y sin embargo el deseo, aunque de destrucción, se alza como el punto medular de la composición.

“La canción del oeste” encierra una reflexión sobre la creación poética que se articula a lo largo del poema. La reflexión sugiere que para el poeta la poesía es algo que no se puede apresar, y de la que se tiene que tomar distancia para poder contemplarla, al igual que frente a cualquier otro objeto de deseo, como el amor por ejemplo. En su ensayo “El espíritu lírico” lo resume así: “Sólo en la vacación del amor las fuerzas líricas se aplican para tender a la poesía el pobre lazo del verso. En tal sentido, el poeta escribe sus versos cuando no puede hallar otra forma más real a su deseo”[13]. Lo que pervive en la lejanía es el deseo y ese mismo deseo es el que intenta materializarse a través de la escritura.

En “Palabras antes de una lectura” Cernuda apunta que “el poeta, pues, intenta fijar la belleza transitoria del mundo que percibe, refiriéndola al mundo invisible que presiente, y al desfallecer y quedar vencido en esa lucha desigual, su voz […] llora enamorada la pérdida de lo que ama”[14]. Ese llanto es la poesía y esa poesía es el anhelo de apresar la belleza; pero como este deseo nunca se satisface, quedan sólo la idealización de la realidad y la crónica de una búsqueda vana.

Para Cernuda la poesía, al igual que la realidad, es un objeto de deseo. La poesía se alza desde el momento en que el poeta intenta cristalizar al deseo. Pero como hemos visto, el objeto del deseo es inalcanzable, razón por la cual el deseo es condenado a la insatisfacción. La realidad es algo fuera de él, ajena a él; lo único que tiene es el deseo. Es por esto por lo que el poema terminar anulando la concepción misma del deseo en los versos “Sobre el lejano oeste / Sobre amor más lejano”, pues la lejanía confirma la imposibilidad de asir al oeste, en tanto símbolo de la poesía, lo mismo que al amor, en tanto epítome del deseo.

 

 

 

Bibliografía

 

Cernuda, L., La realidad y el deseo. 1924-1956, México, FCE, 1958.

__________ “Palabras antes de una lectura” y “El espíritu lírico” en Obra completa, Prosa I, eds. Derek Harris y L. Maristany, Siruela, Madrid, 1994.

Harris, D., “Introducción” en Luis Cernuda, Un río, un amor. Los placeres prohibidos, Derek Harris (ed.), España, Cátedra, 1999.

Talens, J., El espacio y las máscaras. Introducción a la lectura de Cernuda, Barcelona, Anagrama, 1975.

 

 

[1] Derek Harris, “Introducción” en Luis Cernuda, Un río, un amor. Los placeres prohibidos, Derek Harris (ed.), España, Cátedra, 1999, p. 15.

[2] Jenaro Talens, El espacio y las máscaras. Introducción a la lectura de Cernuda, Barcelona, Anagrama, 1975, p. 213.

[3] Ibid, p. 209.

[4] Luis Cernuda, La realidad y el deseo. 1924-1956, México, FCE, 1958, p. 60, vv. 1-6 (Todos los versos citados son de esta edición, en adelante cito el número de verso entre paréntesis).

[5] Luis Cernuda, “Palabras antes de una lectura”, Obra completa, Prosa I, eds. Derek Harris y L. Maristany, Siruela, Madrid, 1994, p. 602.

[6] Idem.

[7] Tal vez, esta imagen se deriva de la frase hecha “pedir de luna”, que significa ir en busca de algo que se sabe inalcanzable.

[8] Luis Cernuda, “El espíritu lírico”, op., cit., p. 48.

[9] Aunque “liquidan” es la conjugación de liquidar, en este verso Cernuda utiliza este verbo en otro nivel de significación, donde remite a lo líquido.

[10] Derek Harris, op., cit.., pp. 29-30.

[11] L. Cernuda, “Palabras antes de una lectura”, op, cit., p. 605.

[12] Derek Harris, op., cit., p. 27.

[13] L. Cernuda, “El espíritu lírico”, op., cit., p. 48.

[14] L. Cernuda, en op., cit., p.  605.

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