Poesía de Chile: Teresa Wilms Montt

En esta nueva entrega del dossier Siete poetas suicidas que prepara y traduce al portugués Sandra Santos, presentamos tres poemas de la chilena Teresa Wilms Montt (1893-1921), quien tomó su propia vida, a los 28 años de edad, el 24 de diciembre de 1921  en París. Sus restos iluminan el cementerio de Père-Lachaise.

 

 

 

 

 

 

Siete poetas suicidas

 

Hay una primavera en cada vida – Antología de poetas-suicidas fue propuesta en la asignatura de «Tipologías de la Edición» del máster en Estudios Editoriales (Universidad de Aveiro, Portugal).

Esta no será más una antología de elección de poemas que condensen toda la obra poética de las siete poetas-suicidas presentadas, enseñando trazos psicológicos referentes a perturbaciones y recalcaduras que originarían su trágico final de vida. Por el contrario. La selección poética intentará señalar los temas alusivos a la esperanza, pasión, amor, alegría, felicidad, transformación, sensualidad, fuerza y arrojo. Como el verso de Florbela Espanca elegido para el título supone, se enfocará el lado luminoso, fuerte y fértil de las siete autoras. A pesar de que la expresión poetas-suicidas pueda no coadunarse con la intención basilar de esta antología, su utilización transmite el peso simbólico emanado de la relación umbilical entre la poesía, la muerte y la vida.

Por orden cronológico de nacimiento, las poetas escogidas son: Alfonsina Storni (Argentina), Teresa Wilms Montt (Chile), Florbela Espanca (Portugal), Anne Sexton y Sylvia Plath (Estados Unidos), Alejandra Pizarnik (Argentina) y Ana Cristina Cesar (Brasil).

Sandra Santos

 

 

 

 

 

 

AUTODEFINICIÓN

 

Soy Teresa Wilms Montt

y aunque nací cien años antes que tú,

mi vida no fue tan distinta a la tuya.

Yo también tuve el privilegio de ser mujer.

Es difícil ser mujer en este mundo.

Tú lo sabes mejor que nadie.

Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida.

Destilé mujer.

Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo.

Cuando me dieron la espalda, yo di la cara.

Cuando me dejaron sola, di compañía.

Cuando quisieron matarme, di vida.

Cuando quisieron encerrarme, busqué libertad.

Cuando me amaban sin amor, yo di más amor.

Cuando trataron de callarme, grité.

Cuando me golpearon, contesté.

Fui crucificada, muerta y sepultada,

por mi familia y la sociedad.

Nací cien años antes que tú

sin embargo te veo igual a mí.

Soy Teresa Wilms Montt,

y no soy apta para señoritas.

 

 

 

 

 

AUTO-DEFINIÇÃO

 

Sou Teresa Wilms Montt

e ainda que tenha nascido cem anos antes de ti,

a minha vida não foi assim tão diferente da tua.

Eu também tive o privilégio de ser mulher.

É difícil ser mulher neste mundo.

Tu sabe-lo melhor que ninguém.

Vivi intensamente cada intervalo e cada instante da minha vida.

Transpirei mulher.

Quiseram reprimir-me, mas não o conseguiram.

Quando me viraram as costas, eu dei a cara.

Quando me deixaram sozinha, fiz companhia.

Quando quiseram matar-me, dei vida.

Quando quiseram fechar-me, procurei liberdade.

Quando me amavam sem amor, eu dei mais amor.

Quando quiseram calar-me, gritei.

Quando me golpearam, contestei.

Fui crucificada, morta e sepultada,

pela minha família e pela sociedade.

Nasci cem anos antes de ti

no entanto sou igual a ti.

Sou Teresa Wilms Montt,

e não sou apta para madames.

 

 

 

 

 

 

ALTA MAR

 

De tanta angustia que me roe, guardo un silencio que se unifica a la entraña del océano.

En la noche cuando los hombres duermen, mis ojos haciendo tríptico con el farol del palo mayor, velan con el fervor de un lampadario ante la inmensidad del universo.

El austro sopla trayendo a los muertos cuyas sombras húmedas de sal acarician mi cabellera desordenada.

Agonizando vivo y el mar está a mis pies y el firmamento coronando mis sienes.

 

 

 

 

 

ALTO MAR

            De tanta angustia que me rói, guardo um silêncio que se unifica às entranhas do oceano.

            De noite quando os homens dormem, os meus olhos fazendo tríptico com a luz do cajado, velam com o fervor de um candelabro ante a imensidão do universo.

            O austro sopra trazendo os mortos cujas sombras húmidas de sal acariciam os meus cabelos desordenados.

            Agonizando vivo e o mar está a meus pés e o firmamento coroando as minhas têmporas.

 

 

 

 

BELZEBUTH

 

Mi alma, celeste columna de humo, se eleva hacia

la bóveda azul.

Levantados en imploración mis brazos, forman la puerta

de alabastro de un templo.

Mis ojos extáticos, fijos en el misterio, son dos lámparas

de zafiro en cuyo fondo arde el amor divino.

Una sombra pasa eclipsando mi oración, es una sombra

de oro empenachado de llamas alocadas.

Sombra hermosa que sonríe oblicua, acariciando los sedosos

bucles de larga cabellera luminosa.

Es una sombra que mira con un mirar de abismo,

en cuyo borde se abren flores rojas de pecado.

Se llama Belzebuth, me lo ha susurrado en la cavidad

de la oreja, produciéndome calor y frío.

Se han helado mis labios.

Mi corazón se ha vuelto rojo de rubí y un ardor de fragua

me quema el pecho.

Belzebuth. Ha pasado Belzebuth, desviando mi oración

azul hacia la negrura aterciopelada de su alma rebelde.

Los pilares de mis brazos se han vuelto humanos, pierden

su forma vertical, extendiéndose con temblores de pasión.

Las lámparas de mis ojos destellan fulgores verdes encendidos

de amor, culpables y queriendo ofrecerse a Dios; siguen

ansiosos la sombra de oro envuelta en el torbellino refulgente

de fuego eterno.

Belzebuth, arcángel del mal, por qué turbar el alma

que se torna a Dios, el alma que había olvidado las fantásticas

bellezas del pecado original.

Belzebuth, mi novio, mi perdición…

 

 

 

 

BELZEBUTH

 

A minha alma, celeste coluna de fumo, eleva-se até

à abóbada azul.

Levantados, implorando, os meus braços, formam a porta

de alabastro de um templo.

Os meus olhos extáticos, fixos no mistério, são duas lâmpadas

de safira em cujo fundo arde o amor divino.

Uma sombra passa eclipsando a minha oração, é uma sombra

de ouro ornado de chamas impetuosas.

Sombra formosa que sorri oblíqua, acariciando os sedosos

caracóis dos enormes cabelos luminosos.

É uma sombra que observa com um olhar de abismo,

em cuja margem se abrem as flores rubras de pecado.

Chama-se Belzebuth, sussurrou-mo na cavidade

da orelha, produzindo-me calor e frio.

Gelaram-me os lábios.

O meu coração converteu-se rubro de rubi e um ardor de frágua

me queima o peito.

Belzebuth. Passou Belzebuth, desviando a minha oração

azul até à negrura delicada da sua alma rebelde.

Os pilares de meus braços converteram-se humanos, perdem

a sua forma vertical, estendendo-se com tremores de paixão.

As lâmpadas de meus olhos reluzem fulgores verdes acesos

de amor, culpados e devotos a Deus; seguem

ansiosos a sombra de ouro envolta no torvelinho refulgente

de fogo eterno.

Belzebuth, arcanjo do mal, porquê turvar a alma

que se volta para Deus, a alma que havia esquecido as fantásticas

belezas do pecado original.

Belzebuth, o meu noivo, a minha perdição…

 

 

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