Soy una elección. Soy una revolución. La poesía de Lêdo Ivo

Presentamos, como parte de la columna Il calcio, un texto de Álvaro Solís que repasa Estación final, Antología de poemas 1940-2011, de Lêdo Ivo, en traducción, selección, prólogo y notas de Mario Bojórquez. Un libro indispensable para conocer una de las voces más delicadas y potentes de la poesía iberoamericana del siglo XX.

 

 

 

Soy una elección. Soy una revolución. La poesía de Lêdo Ivo

 

Hay presencias que jamás nos abandonan. Así sucede con algunos poemas, que son una extensión de la presencia de los poetas en el mundo. Lo anterior me sucede con varios textos de la obra del gran Lêdo Ivo. Supe de él por primera vez en el Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer Cámara, allá por el 2005 o 2006. En aquella ocasión Waldo Leyva me lo presentó. Era pequeño, sobresalían sus lentes de pasta que no dejaban apreciar con claridad las facciones de su rostro. Siempre lucía un saco gris y calzaba tenis. Era agudo en sus observaciones, le llamaban la atención pequeños detalles que le hacían reír a carcajadas. Era como un niño cuyo cuerpo había envejecido por alguna razón y sus lentes decían sí a todo.

Fueron varios los Encuentros de poesía en los que coincidimos en Tabasco y en otros sitios. Siempre leía los mismos poemas, que no dejaban de ser magníficos. En 2006, cuando junto con Mario Bojórquez, Alí Calderón, Mijail Lamas, entre otros, nos tocó organizar el Encuentro Iberoamericano de Poesía Ciudad de México 2006, naturalmente invitamos a Lêdo y a cada uno nos regaló su Obra Completa 1940-2004, aunque todavía alcanzó todavía a publicar nuevo material después de ello. De allí le habrá venido la idea a Mario Bojórquez de hacer una Antología del poeta nacido en Maceió, que reuniera su trabajo más representativo, desde poemas tempranos hasta lo más nuevo de su producción, el nombre que llevó el libro fue Estación final, Antología de poemas 1940-2011. La antología se publicó primero en la colección Los Torreones/Agenda Cultural del Gimnasio Moderno, en Colombia. Posteriormente con el mismo título apareció en Valparaíso España y finalmente en la Taberna libraria editores en México. Tanto la traducción, la selección, así como el prólogo estuvieron a cargo de Mario Bojórquez. Fue un trabajo arduo sin duda, tan sólo la selección implicó leer minuciosamente la Poesía completa 1940-2004, más de mil páginas. El producto, reveló a un poeta totalmente desconocido. ¿Cómo pudo ser eso? Quizá porque Lêdo Ivo se sentía tan lejano a esos poemas que juventud que ya no los leía nunca, pero la verdad es que en muchos de esos poemas que hacía a un lado latía un poeta de tremendo fuelle. Se trata de textos en su mayoría de índole narrativa, cargados de un enorme dramatismo, de esos poemas hondos, que dejan huella. Las historias más curiosas aparecen en los textos como fundamento de un mundo que sólo tiene cabida en una obra como la de Lêdo. En el tercer poema de la Antología titulado Caballo muerto, las muchachas se entregan al amor con los soldados. El poema pertenece a su primer libro As imaginaçoes, se trata de un poema dispuesto en prosa aunque con una carga rítmica obtenida por cierto paralelismo presente en el texto. Ese lugar llamado Caballo muerto se va entretejiendo entre muchachas que sólo saben amar entre la selva. El poema tiene un corte humorístico y por varias razones nos hace recordar al “Pantita” de Vargas Llosa, claro que esta obra del autor peruano se publica hasta 1973.

Otros poemas que destacan de este mismo periodo son Poema a la memoria de Éber Ivo, El bombero, Vals fúnebre a Hermenegalda, Adriana y la poesía y el maravilloso Justificación del poeta. Todos fueron escritos entre los diecisiete y los veinte años y al leerlos uno descubre que el rayo de la poesía cayó sin duda sobre el corazón del entrañable Ledo. Justificación del poeta, por ejemplo, es un poema en donde se busca el porqué de los poetas, no al modo de Hölderlin, sino una justificación mucho más de carne y hueso y menos filosófica, más sangre en cada letra y menos reflexión. Uno enmudece ante versos como: “…el tiempo no existe en el alma del poeta/ todo es universal y abarca todos los tiempos/ los poetas, papá, son los corazones del mundo/ son las manos de Dios escribiendo los poemas del mundo inseguro“ y más adelante, “… en silencio/ los poetas son los pianos del mundo/ sólo ellos permanecerán inalterables delante de las musas y de Dios/ sólo ellos tendrán la noción de la agonía del mundo…” y el final: “Soy una elección. Soy una revolución”. Música y poesía parecen ser una misma cosa, la prevalencia del sonido sobre el silencio, los poetas como los grandes intérpretes de una realidad que encuentra su reflejo perfecto en el corazón del poeta.

Otro poema memorable es El mar lame los pies del poeta, se trata de unos mares metafísicos, los mares soñados e inalcanzables. El poema pertenece al periodo de trabajo de entre 1950 y 1951. Adelante aparece su célebre poema Los murciélagos, del periodo entre 1969 y 1972. De A noite misteriosa (1973-1982), Los pobres en la estación de autobuses. De Calabar (1985) La viuda de Calabar, un poema que recrea, a manera de biografía en verso, algún pasaje de aquel lugar que lleva el nombre de aquel militar asesinado. Un poeta macerado en el odio y en el “no olvido”. De Mar océano (1983-1987) destaco El sueño de los peces. De Curral de peixe (1991-1995), La perra, A mi madre, Reaparición de mi padre. De Plenilúnio (2001-2004), Mi patria. Después Requiem (2008), Acechanza de la muerte, y La nieve y el amor, en Mormaço (2011).

Leo y releo todos estos poemas. Una y otra vez me conmueven como si no los hubiera leído nunca. Pienso que la verdadera poesía es siempre sorpresiva, desata los nudos de la vida y del odio y nos hace amar y odiar por pequeños instantes. Sin duda Lêdo Ivo es uno de los más grandes poetas con quien he tenido la fortuna de compartir algún tramo de la vida en este mundo. Celebro cada día su poesía leyéndolo, siempre en las versiones de mi querido y admirado Mario Bojórquez. “Los poetas son los pianos del mundo”, me digo en silencio mientras recuerdo a Ledo gritando en una lancha porque un ave, su cadáver, quedó detenido entre dos cables de alta tensión y pienso nuevamente, el poeta es esa ave detenida entre dos realidades de alta tensión, la realidad del mundo, la profana, y una realidad superior, la que sólo habita en el corazón de ciertos poetas.

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