Nueva poesía europea: Helen Mort

Versopolis es un programa europeo de literatura que cuenta con el apoyo de Europa Creativa, el propósito que tiene es el de promover la poesía escrita por los jóvenes poetas europeos a través de una serie de festivales con distintas sedes en Europa como los que dirigen nuestros amigos y colaboradores Ales Steger y Mite Stefoski, directores de los festivales Days of Poetry and Wine, en Eslovenia, y el Struga Poetry Evenings, en Macedonia, respectivamente; en Círculo de Poesía creemos en la literatura que están escribiendo estos jóvenes poetas y hemos decidido presentar a cada uno de los poetas que han sido seleccionados en este programa. En esta ocasión presentamos, en versión de Andrea Rivas, a Helen Mort (Sheffield, Reino Unido). En numerosas veces ganó el premio Foyle Young Poet. En 2010 se convirtió en la poeta más joven en la residencia de Wordsworth Trust. Su primera colección de poemas Division Street ganó el premio Fenton Aldeburgh, su colección No Map Could Show Them pertenece a la lista de recomendados por la Poetry Book Society. Carol Ann Duffy dice de ella que “está junto a las más brillantes estrellas de la nueva constelación de jóvenes poetas británicos”

 

 

 

Los perros

 

Algunas mañanas, despertando entre el whippet rubio

y el negro ―su aliento lento como el mío,

sus ojos con más dolor― me recuerdo que no soy un perro.

 

No es aceptable probar el pasto o rodar en el lodo hasta

que estoy disuelta en él. Hay venados en el bosque que nunca veré.

Mi sed discrimina. No me tiene inclinando

 

mi agradecida cabeza hacia los puddles, alcantarillas, y huecos

en las piedras.  No persigo conejos en mis sueños.

No conoceré amor como el de ellos, observado en muda proximidad

 

y si alguna vez me siento erguida en la oscuridad, percibiendo

un movimiento en el jardín, es solo porque he aprendido

un poco de su vigilancia. No soy como ellos:

 

algún día iré más allá de la pradera, más

abajo del arroyo, más allá del desdibujado perfil de Silver Howe

y nadie me llamará para que regrese.

 

 

 

The Dogs

 

Some mornings, waking up between the sandy whippet

and the black – their breathing slow as mine,

their eyes more sorrowful – I remind myself I’m not a dog.

 

It’s not acceptable to taste the grass or roll in moss until

I’m musked with it. There are deer in the woods I’ll never see.

My thirst discriminates. It does not have me bend

 

my grateful head to puddles, gutters, hollows

in the rock. I don’t track rabbits in my sleep.

I’ll not know love like theirs, observed in mute proximity

 

and if I sometimes sit bolt upright after dark, sensing

a movement in the yard, it’s only that I’ve learned

a little of their vigilance. I’m not like them:

 

one night I’ll set off past the meadow, down

behind the beck, beyond the blunt profile of Silver Howe

and nobody will call me back.

 

 

 

En defensa del cliché

 

Escribo: hielo en el fiordo tan pálido como si

luego escucho el parto de rostro en mi lengua

con un sonido como (como ¿qué?) como fuego de cañón

 

y la luna vista por nuestro telescopio

se rehúsa a ser pétalo, bola de nieve, mariposa nocturna,

mirándonos con su inhumano rostro.

 

El cielo no es la cubierta de un libro de pasta dura,

sino una hoja que intento levantar, imaginando las estrellas

como piel, hasta que la noche es un velo verdoso:

 

un cinturón primero, luego un curvo arco de hueso de ballena,

la tensión del tiempo que vio Hopkins

corrigiendo la preocupación del mundo

 

y estamos como si nada, sacudidos

de los bolsillos de nuestras vidas, nuestras bocas

atrapadas en la silenciosa palabra para asombro.

 

 

 

In Defence Of Cliché

 

I write: ice in the fjord as pale as thought

then hear the calving face crash through my language

with a sound (like what?) like cannon fire

 

and the moon seen by our telescope

refuses to be petal, snowball, sleeping moth,

regarding us with its inhuman face.

 

The sky is not the cover of a hardback book,

but a sheet I try to lift, imagining the stars

as skin, until the night is veiled green –

 

a belt first, then a curving whale bone arch,

that strain of time that Hopkins saw

correcting the preoccupation of the world

 

and we stand like nothing, shaken

from the pockets of our lives, our mouths

stuck on the silent word for awe.

 

 

 

Trapo y hueso

 

Mirando el carro y la llegua blanco-cuarzo

desde tu ventana, abierta a la calle,

quiero las cosas que otra gente no:

 

lentes de caparazón de tortuga con los que alguien debió

morir, la humedad brillante de una boa,

la taza de porcelana, quebrada con una riña final.

 

Quiero escalar dentro de la fortaleza hecha polvo

de un refrigerador ―que ya no enfría― o acostarme a tu lado

en un colchón moldeado por los huesos de otros,

 

conducir hacia el camino de la ciudad, reivindicar

a cada tienda en desuso, los árboles del invierno

aún buscando todas las hojas que han perdido.

 

Regresa: tomaremos la delgada, alguna vez deseada luna,

el cielo de pizarra pasada de moda. Nadie extrañará

al mundo esta noche. Tomémoslo todo.

 

 

 

Rag & Bone

 

Seeing the cart and quartz-white mare

from your window, open to the street,

I want the things that other people don’t:

 

tortoiseshell glasses someone must have

died in, a boa’s glossy soddenness,

the china mug, cracked with a final argument.

 

I want to climb inside the knackered stronghold

of a fridge – no longer cool – or lie beside you

on a mattress moulded by another’s bones,

 

drift down the City road, lay claim

to every disused shop, the winter trees

still reaching out for all the leaves they lost.

 

Come back: we’ll take the slim, once-wanted moon,

unfashionable blackboard sky. No-one will miss

the world tonight. Let’s have the lot.

 

 

 

Veintidós palabras para nieve

 

El pasto se congelaba

pero el aire permanecía vacío,

y me preguntó cómo llamarían los Inuit

a esta espera:

nuestra radio tocando para sí misma en el baño,

desde la calle los sonidos

de carros de helados fuera de estación

en esta ciudad donde no tenemos

 

veintidós palabras para nada,

donde aprendí el nombre

para colinas artificiales, el puente

donde un hombre fue derribado con ladrillos

en la huelga. Desde la ventana,

miro el cielo mientras comienza a llenarse.

En la cocina, papá cierne la harina,

aún esperando encontrar algo.

 

 

 

Twenty Two Words For Snow

 

The lawn was freezing over

but the air stayed empty,

and I wondered how the Inuit

would name this waiting –

our radio playing to itself in the bathroom,

the sound from the street

of ice-cream vans out of season

in this town where we don’t have

 

twenty-two words for anything,

where I learned the name

for artificial hills, the bridge

where a man was felled by bricks

in the strike. From the window,

I watch the sky as it starts to fill.

In the kitchen, dad sifts flour,

still panning for something.

 

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