62 voces de la poesía argentina actual: Fabiola Rinaudo

En el marco del dossierModelo para armar: 62 voces de la poesía argentina actualcon selección e introducción de Marisa Martínez Pérsico, presentamos a la poeta Fabiola Rinaudo (Salta, 1964). Poeta. ensayista. abogada, periodista y docente. Reparte su tiempo entre Toronto, New Haven, Buenos Aires y Salta. Es columnista del periódico Identidad Latina, imparte clases de español y escribe crónicas. Se desempeñó en cargos de relevancia a nivel provincial y nacional y en el sector privado. Tiene publicados artículos en revistas especializadas, y cuentos y poesías en antologías y periódicos. De 2014 es su primer poemario Green Square (el Suri Porfiado).

 

 

 

 

 

 

 

I

Nada me pertenece,
ni siquiera los displicentes contornos de la poesía.
Los versos me han abandonado después de mi
repudio histórico.
Me negué sistemáticamente a ceder a su necesidad
y les llené la boca de comida rápida y globos de
azúcares ligeros.
La otra noche, cuando el rocío me humedecía los ojos
ojos,
tirada en el parapeto de aquella ventana que guarda
los secretos de los libros,
una mujer negra que los cantaba por un dólar me
los trajo de vuelta.

 

 

 

V

Como las rayas en la piel de los tigres lleva sus
cicatrices.
Las otras llagas se ven en su mirada fiera,
que no es otra cosa que el vano ropaje del miedo.
Son suyas la oscuridad y las colillas
de todo aquello que pueda meterse en el cuerpo,
sólo para huir del horror,
de las luces azules y rojas de los patrulleros
y de un borceguí aplastándole la cara.

 

 

 

VII 

Una cruz de hierro tiene escrita en la piel.
También otras marcas prefabricadas,
testimonio de batallas que sólo se piensan en la
juventud.
Partida que se repite en el crepúsculo,
cuando todos se van y hay que hacerse valer.
El cuerpo es el único territorio conocido.
Todo lo demás es hostil y rastrero.
Su cuerpo es látigo, es una emboscada,
y un día de desafío y derrota, tendrá precio.

 

 

 

VIII

Se diría un Buda de polyester.
Su vientre es una bóveda que el pantalón encierra.
Tiene la mirada asiática, a fuerza de donas y
malteadas,
y manos que engullen hamburguesas y aros de
cebolla frita.
Sentado en el banco espera el autobús,
para ubicarse por fin frente al plato.
Su hambre, terca como mi dolor no puede
moderarse.
Él sabe que la angustia,
perdida en los corredores de su estómago,
no podrá hallarlo. Yo, en cambio, estoy perdida.

 

 

 

XVII

Soy una de las voces de la plaza.
Un dólar por dos cigarrillos
vende el hombre camuflado
detrás de la parada de autobús,
y la chica, a su lado, se vende por algunos dólares más.
Mi voz y la plaza tienen la misma sed,
pero no somos hermanas.
Una es heredera de una historia
con muertos por recordar y un porvenir.
La otra…. la otra es una extranjera.

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