Publicamos tres textos inéditos del poeta español Heberto de Sysmo, seudónimo de José Antonio Olmedo López-Amor (Valencia, 1977). Además de poeta, también es crítico literario y cinematográfico, ensayista, cronista, articulista y divulgador científico. Redactor y colaborador en medios de comunicación, nacionales e internacionales, digitales e impresos, como: Revista de Letras (La Vanguardia), La Galla Ciencia, El Coloquio de los Perros, CaoCultura, Periódico de Poesía (UNAM, México), Crítica (Universidad de Puebla, México) y así hasta más de cuarenta, en los que realiza una intensa labor crítica y periodística. Miembro del consejo editorial y Delegado Territorial en la Comunidad Valenciana de Todoliteratura.es.
PALABRA MANDÍA
Tu belleza me increpa.
Sí, pienso en desvestirte
y desglosarte inmune.
Mi cuerpo es amasijo de materias
desconcertadas, su ínfula inasible,
transfigurada y sísmica,
reconfigura la cartografía:
mi craquelada piel.
Cróbilos, frondas, lazos: fractaria porcelana
en reverberación por ti:
estruendo mudo.
Encallar en tu costa inexplorada
invita a desguazar mentira y muerte,
dolor anacoluto, sobreexpuesto
a ardidas luminarias de tus orbes.
Cincelo el petroglifo que en tu carne
horada la avenida del delirio,
tiento la algarabía de una música
entre la esquizofrenia y el milagro;
lloro tendido, soy espejo
de tu mundana herida.
Desollar tu epidermis,
ser tatuaje, no: hueso;
columna que vertebre tu inocencia
para, después, herirla y corromperla
como jamás se ha visto.
En tu cuerpo, mi escombro
recuerda que fue muro.
Siento —metralla inmóvil—
haber explosionado
frente a una flor que nace.
Palabra fuego.
Nuestras lenguas en celo
—apéndices comunicantes—,
no saben más idioma que el contacto
de los cuerpos, cercados y ateridos
a este tiempo caníbal, distancia sin espacio,
de quien por hambre come.
HOMEOLOGÍA
(Receta casera de la poesía)
«Solo aquellos que ardieron como cirios
en los templos vacíos del silencio,
son dignos de fervor y seguimiento».
Ignacio Caparrós
Revierte tu tristeza en un cuaderno.
Añádele dos lágrimas.
Ahora ciérralo bien fuerte.
Apriétalo contra tu pecho.
Agítalo.
Transfiérele tu fe y confianza.
Guárdalo en un lugar fresco y seguro.
Espera un tiempo.
Sí, mucho tiempo.
Tiene que fermentar en el olvido.
Y cuando aquel dolor
que dio origen a su escritura
te impulse a regresar a sus páginas,
comprobarás que debes ofrecerlo;
ya que tal vez, no a ti,
pero sí a otros muchos
será capaz de restaurar su daño.
TATUAJE
Arrugas en la frente son renglones vacíos.
Las “haches” por detrás de las rodillas
son insonoras huellas.
La “i griega” entre tus ingles y tus muslos
es el canope vaso que contiene la vida.
La “o” duerme en tus ojos,
los paréntesis en tus nudillos;
en la cartografía de la carne
también se manifiesta esta tragedia.
En esta anatomía de asterisco
vibra una turbamulta de pulsiones,
impulsos que en el signo encuentran cauce.
“La uve” está en el óvalo del rostro,
tu sexo en su cabello porta un mundo
—mosaico enrevesado de formas y textura—,
por eso cuando hacemos el amor
somos palabras nuevas.