62 voces de la poesía argentina actual: Marcelo Gobbo

En el marco del dossier, Modelo para armar: 62 voces de la poesía argentina actual, con selección e introducción de Marisa Martínez Pérsico, presentamos al poeta Marcelo Gobbo. Nació en 1966 en Buenos Aires. Es escritor y realizador audiovisual. Ha publicado: Contra la fatiga del arte. Notas sobre cine, literatura y otras yerbas (Ediciones de La Grieta, 2012), Barbarie y civilización (cuentos y relatos, Ediciones El Camarote, 2012), El humo de la noche (poesía, ilustrado por Viviana Errecalde, La Grieta, 2013), Olvido la marcha que tiene música (poesía, en colaboración, La Grieta, 2014), Mini (microficción y poesía en prosa, Vela al viento Ediciones, 2015 y segunda edición 2016), El repliegue (poesía, El suri porfiado, 2015) y Comoe (poesía, en colaboración, La Grieta, 2015). Otros textos de su autoría figuran en antologías de distintas partes del mundo. Obtuvo una veintena de distinciones, siendo la más reciente el Premio Único de la Rama Cuento en los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango 2015 por La última nevada. Vive en San Martín de los Andes, Neuquén, desde 2004.

 

 

 

 

 

 

 

Oceánico

(inédito)



hay un mar
en realidad hay una condición de mar
una disposición al agua y al abismo que no existe en otra parte

 

es una sustracción del señuelo para arrojarse
a su más mínima expresión
sin la actitud antojadiza de quien se hunde en sí mismo

 

en ese ir y venir que nunca es devenir sino oleaje
la superficie varía
tanto como se modifica la percepción del horizonte

 

la profundidad en las orillas es otra cifra a discutir
cuando el aire pierde la salinidad
en el otro extremo del continente

 

ahora bien
quién se somete a una prueba en la que los pulmones sean exigidos
a fabricar burbujas que más o menos se parezcan a la muerte

 

nadie jamás quiere sumergirse hasta el fondo que aguarda
un pie desde hace millones de años
allí donde la luz es tiniebla

 

dicho esto deberíamos discutir la predisposición del elemento oceánico
calcular la dimensión del factor emocional como sostén
de una instalación imposible

 

porque si en la ruptura con lo sólido aquello que llamamos alma no existe
en la penetración de lo inasible se demarca el ersatz de ese espíritu
cuya simetría no posee

 

y en todos los sustitutos que se repliquen habrá siempre una falla constitutiva
un manantial que lo lave y un río
que lo lleve de regreso al sitio de donde nunca salió

 

pero si erigir ese dislate es imposible
casi tanto como tallar el aire
qué hay de calmar la sed de sus líneas en la oceánica sal viva

 

qué de su sepultura sin tributos y su altar sin maledicencia
hundidos en la imaginación de cuerpos desaforados
a los que la ciencia ha inoculado con el temor del mundo

 

hacia allí tiende la madre de todos los venenos
y en ella se irá a zambullir la herida
para golpearse los ojos contra un reino de hipocampos

 

y en la argumentación de su acto no lidiar
con las sagas o el sueño
para justificar su pura furia y su voracidad de estragos

 

a fin de cuentas basta ser una barcaza un corazón una caricia
para fulminarse de un trago
en las sienes del océano

 

el resto es mar solo mar y apenas mar
en su oleaje perpetuo
contra nosotros anclados en el tiempo.

 

 

 

 

llueve

(inédito)

 

eso que se arrastra en el aire de la noche invoca más miedos que diatribas
es por eso que los ojos cierran sus párpados al mundo que se instala
justo por debajo de la almohada y mueve
la penumbra hacia otro sitio otra emboscada otra clientela

 

más allá del cambio hay algo que se agita en torno al caos
porque es caos eso que mueve al cielo al fuego y a los seres
no es el sueño que acaricia geometrías y reglas o esperanzas
solo es el apabullante caos que disemina en sí mismo un orden aparente
para burlarse de todo

 

y sobre esas sábanas arrastra su sosiego o su ardid y su certeza
como una aguja clava en la vena una burbuja
que circula y corta
la circulación

 

un niño llora al otro lado de la niebla
se rasga un velo donde nada debía ser revelado
un hombre muere poco antes de tener que morirse
una mujer pare un grito de hastío y ay de furia
y una multitud aclama el fin de un rito que era todo
lo que el mundo tenía
para sostenerse

 

qué hay de la alegría el tacto dócil de una piel sobre la otra
qué quedó del aliento que en el cristal talló fantasmas en vilo
qué de los nombres que se callaron y de los profanadores
de las buenas conciencias siempre horrendas
qué de tus ojos frente a los míos sin sombras todavía
cuándo

 

y eso sigue avanzando y la noche cediendo
y en el terso canto errático que se oye tras las cortinas hay un rey muerto
y un tuerto que han puesto de testigo para señalar al sombrerero loco
mientras se inflama la hoguera donde estas páginas
arderán para ahuyentar la helada de la mañana
y a las malas intenciones de los compasivos

 

luego vendrá la lluvia esa lluvia espesa que irascible
vuelve a quienes no se quedan durmiendo un rato más entre las sábanas tibias
o entre los muslos lustrosos de rocío
las gotas sobre ese orden que se vacía de vida
de verdad o de entereza
que se vacía
vacío
que se impregna

 

a la sospecha redonda como un sol como un aullido como un mirar de espanto
como la sombra impretérita que acude a la cita justo
cuando habíamos dejado de citarnos y el despertador suena en el momento del beso

 

ya no recuerdo ni se acuerda tampoco el hartazgo
la caricia del ensimismamiento
sobre la quemazón del periplo que marca el deambular en círculos
bajo la mirada de un lector distraído

 

eso tiende su mano o su cuerpo o su lastre o su lengua y nos toca
me toca te toca te somete
a su presencia solo con tocarte o rozarte quizás
apenas roce

 

lo siento

 

aquí está acá estremece el gemido el temor de estar de ser y el caos sin aurora
como la vecindad del miedo o lo cierto del aire que se exhala
o el mensaje de texto que se escribe para suponer la mueca
como un sucedáneo de la voz que nunca fue alzada

 

dame un like y te explico

 

eso se estira y te amedrenta te bosteza y te entumece
te carga sobre tu vida y te desplaza hacia el fondo de la voz que te asiste
cuando nadie piensa ir en tu socorro
de viaje hacia la nada

 

y si no me di cuenta todavía es porque llueve hasta en el margen de mi letra
justo donde el borrón es cuenta nueva y el señuelo señuela
como un signo sin traducciones

 

todavía no soy quien he sido y mucho menos sé ser en presente con tanta agua afuera
que persiste en caer y caer y chapotear
sobre este caos previsible que arrincona y espeja
todas las aristas de la ausencia

 

quiénes son los hombres que amanecen con su aliento fresco
los que vuelven blanquecinos los reflejos o los que saltan sobre sí mismos en el barro

 

y quiénes las mujeres que se besan contra las manos desiertas

 

esas que se arremolinan en el éxodo del chisme o quienes curan la sangre de la tierra

 

eso sigue escurriéndose del atrape sigue excavando en el colchón como una espina en un hueso
mientras la lluvia insiste en deshabitar las paredes con su reclamo hueco
y esparce en la tristeza un recuerdo que tuve en un otoño lejano
como si ceñirse a la mudez no fuera suficiente

 

para qué menoscabar la tarde que se instala sobre el calor inmenso
de ese otro cuerpo que fue el deseo y la instancia tibia
cómo no suponer que de esa saliva un hueco ahuyentaría la gravidez de un tiempo que nos eludía aún
como todo lo que no puede preverse
con un golpe de inocencia

 

había ahí yo pregunto una clave una llamada algún misterio
que requiriera un pie de página justo
al momento de estar en ella o tal vez no supe
cómo la hierba de la mañana se plasmaba de destellos cuando los pasos no asistían

 

hoy quisiera ser su ahora en el marco mismo donde mi nombre rompe contra el sueño
o un barco abriéndose al horizonte con el mar rugiendo en un océano de cine
y en tu piel la pantalla

 

nada de lo que asemejamos puede huirnos
siquiera cuando el desorden de estar siendo nos somete a la única certeza de estragarnos sin remedio
y en esa vacuidad lamentamos el vicio de la bondad
un artefacto sin centro

 

arrancados de la sensación de ser nos queda el diapasón que tañe la médula
que nos sostiene o el estruendo con que quebramos la risa
que fuimos

 

eso nos demuestra que también hubo lágrima y describe en los párpados el surco de otra lluvia
nos abofetea sin cariño y nos abre
los ojos a los golpes

 

la luz entra por las hendijas y susurra
su versatilidad de inmunda
soledad y espera

 

llueve
y ahora ya nada espero de esta lluvia y me quedo aguardando tus manos
que nunca llegan salvo a la oquedad de mí
o a esta madrugada
para quitar espacios
para ahuecar la atmósfera
para bruñir la superficie de un robot cansado de soportar sus tuercas
para empuñar reproches
para pasar
de página.

 

 

 

 

 

 

Lado B, surco  5 (a Mijail Lamas)

(inédito)

 

 

mi cuerpo no recuerda
konstantino
ni se acuerda de los brillos en los ojos

 

mi cuerpo se ha estancado
en la palabra cuerpo

 

tan escrita

 

que me duelen los huesos
cuando crujen
como versos

 

que riman cuando ya no me circula
más nada

 

apenas

 

la tinta con que recuerdo
aquello que mi cuerpo
se empeña en olvidar.
 

 

 

 

 

ketalar*
(inédito)

 

 

a veces pasa
la noche y deja un largo
camino de regreso

 

arriba mis entrañas
mi vómito
mi sangre

 

aquí el río atestado
de compañeros

 

se acordará
alguien
de nosotros
algún día

 

hará alguien
las preguntas
que debieran hacerse

 

o esta agua
marrón
fría ominosa

 

el agua de esta patria arrebatada

 

se llevará nuestros nombres
nuestros hijos
nuestros padres
el coraje
el dolor
el placer
el amor

 

a donde no hay justicia

 

se llevará todo
como el verdugo lleva

 

mis entrañas
mi vómito
mi sangre

 

a que un colimba los lave
los silencie
los niegue

 

mientras estos labios
que besaron tus manos
tu boca
tus hombros

 

esos que también
se hunden
embolsados
cerca de mí

 

se mantienen sellados
cosidos ahora
por los golpes
por los cortes
por el nylon

 

estos labios negros
mudos
ciegos
donde se agolpan los gritos
asordinados
de todos nosotros

 

sin entrañas
sin vómitos
sin sangre

 

nuestros gritos y tumbas
silenciados
por el hambre de peces
contra este lecho barroso.
 

 

__________
* Según confesó el capitán Eduardo Francisco Stigliano, durante la última dictadura militar el “método ordenado para la ejecución física de los subversivos prisioneros, los cuales sin ningún tipo de juicio de defensa se me ordenaba matarlos a través de los distintos médicos a mis órdenes” era “con inyecciones mortales de la droga Ketalar. Luego los cuerpos eran envueltos en nylon y preparados para ser arrojados de los aviones Fiat G 22 o helicópteros al Río de la Plata. Dichas máquinas partían en horarios nocturnos desde el batallón de aviación del Ejército 601. Las ejecuciones o asesinatos llevados a cabo por este método fueron cincuenta y tres, siendo cuatro de ellos extranjeros”.

 

 

 

 

8

Para la embarazada
dos disparos
delante del marido

uno en la panza
dos pájaros de un tiro
el otro en la sien

pero qué hizo
imbécil
no le dio tiempo al zurdito a abrir la boca

pero qué hizo
tagarna
no sabe que no somos abortistas

eso va contra
la tradición la familia
la e-co-no-mí-a

contra las sobremesas
y después
si no se para

bastaba con violarla hasta cansarnos
si estaba fuerte la mina
a pesar del bombo

o acaso es puto usté.

Librería

También puedes leer