Presentamos dos poemas del poeta italiano Umberto Piersanti (Urbino,1941). Es autor de La breve stagione (1967), Il tempo differente (1974), L’urlo della mente (1977), Nascere nel ’40 (1981), Passaggio di sequenza (1986), reunidos todos en Tra alberi e vicende (2009). Con la editorial Einaudi de Turín ha pubblicado I Luoghi persi (1994), Nel tempo che precede (2002), L’albero delle nebbie (2008) que ganó los premios: Pavese Città di Chieri, San Pellegrino, Giovanni Pascoli, Tronto, Mario Luzi, Alfonso Gatto y Città di Marineo; y Nel folto dei sentieri (2015) con la editorial Marcos y Marcos de Milano, que ganó los premios: Ponte di legno, Tirinnanzi e ceppo. En 1999 en la colección I Quaderni del battello ebbro publicó la antología Per tempi e luoghi (1999) a cargo de Manuel Cohen que escribió también un ensayo introductorio. Piersanti es autor de cuatro novelas: L’uomo delle Cesane (1994), L’estate dell’altro millennio (2001), Olimpo (2006), y Cupo tempo gentile (2012) y un collección de cuentos Anime perse (2018). Hombre de cine y televisión, ha realizado el largometraje L’età breve (1969-70) y tres films-poemas. Sus poemas han aparecido en las más importantes revistas italianas y extranjeras. En España salió una muestra de su poesía, El tiempo diferente (Barcelona, 1989), los lugares perdidos (Madrid, 2010) y otra en EE.UU. Selected Poems 1967-1994 (Nueva York, 2002). Entre otros premios, obtuvo el Camaiore, el Penne, el Caput Gauri, Insula Romana, Mastronardi, Piccoli y Frascati. Las traducciones al español son del poeta Emilio Coco.
Muda mi tiempo cambian los sucesos
a mi hijo Jacopo que aún debía nacer
cuando fue medianoche en la mezquita
con sus lozas azules como el cielo
rodearon de blanco las gaviotas
los alminares bajando hacia el mar
eres la primera persona de este aňo
que veo en el cenador nos apretamos
del antiguo jardín con los esmaltes
también cerrado aquí en oriente como
los que están en los mosaicos de oro
siempre la vasta tierra que recorro
por sus muros me empuja y por sus cielos
a menudo me encierra una compaňera
dentro de un nicho cálido que el seto
protege del estruendo que me inquieta
regreso a mi colinas donde el aire
corta incluso en los días de bochorno
subo donde la mata de la rosa
alza sus bayas en la escarpadura
recuerdo que el invierno ya pasado
nos revolcamos en las castaňuelas
habías descubierto mi morada
tierra alta sobre el mar de robles y vientos
mientras huelo tu piel la hierba blanda
en tu mórbido vientre me sumerjo
encerrado por largos muslos cálidos
por el foso miraba de muchacho
cuando se vuelve la uva dulce y amarilla
tras el gran matorral que se despeňa
ciňe el tiempo de fresnos y mi casa
más allá, hacia el mar con grandes barcas
que a lugares diversos se dirigen
hoy me inquieta el tiempo que me aguarda
sus obras y los días que no viví
que no conozco y encuentro en el camino
de esta edad mediana que me espanta
que su curso cambió sin consultarme
esta vicisitud larga como la vida
quizás cambia a quien viene y no conozco
a la espera yo ando como siempre
por ahí, alrededor de mis colinas
luego me voy lejos y aquí vuelvo
Enero de 1986
La gente de la que vengo se disuelve
vuela la urraca azul en lejanos bosques
cruzamos el cielo del inmenso atlas
la larguisíma tira de cartόn
azul turquí, viene tras las figuras
de tierra y hierbas, de cursos de agua clara
la hace distinta sόlo la gran guata
que se adensa blanquísima, luego oscura
entra en el agua ya del todo negra
vuelven los surtidores que aclaran
el azul que desde el magma lacerado
aquieta los espacios, exactos los dispone
quizá son de vidrio oscuro las dos torres
se encieden al instante antes de la noche
ves luces suspendidas en el aire
saltan los faros en el cielo que se oscurece
espesos como saltamontes entre edificios
sale a la calle lenta en esta hora
la ardilla gris, sabia
conoce su suerte, que no muere
atropellada por una rueda en el asfalto
cuando entre las ramas lenta se disipa
la niebla de la maňana fría y clara
todavía una ardilla había bajado
del roble ya amarillo a la tarima
la casa de Nueva Inglaterra sabe un poco a cuento
olorosa de miel y parecida
a las remotas en la pantalla en el Nueva Luz
luego bordeé los largos bosques
los rodea la hierba estriada y los lagos
vio el muchacho que estaban llenos
de blanquísimos cisnes por la luz
que baja de los rojos arces, los cogiό
casi en el mármol, tiesos y absolutos
pero su efigie aquí fue sόlo en las maderas
en pocos signos apenas esbozados
y fue la luz sagrada de las plumas
que de lejos le abre la calay la chamiza
golpea las naves la lluvia oscura
anochece temprano en octubre
sόlo la iglesia queda blanca en la hierba
pero el verano estaba aún en tu traje
frágil, de lino casi azul
te hablé de la torre que desde siempre
espera su caída por el despeňadero
amo del apenino los lugares perdidos
los patios de piedra cuadrados y fuertes
apoyan en la arcilla insegura
mόvil como el aire que atravieso
en el larguísimo viaje de maňana
está la nueva casa lista para el regreso
han terminado ya todas las obras
lo reconozco, ha habido muchas prόrrogas
no puedo pedir más
y cada noche empiezo a subir
por tus escaleras
mantengo la promesa, bajo a los fosos
a cogerte el musgo del belén
están mis montes tras las caňas amarillas
arranco amplios terrones con las manos
en vano las caliento en la maleza
vuelvo a la nueva casa y aquí coloco
en la mesa de nogal el musgo verde
intento el dibujo que hacía Ana
en Villa Gloria en los inviernos lejanos
pero las estatuillas no son de barro
busqué por todas partes, sin hallarlas
muy fáciles de romper, mejor que no
es que ya no estamos acostumbrados
a manejar cosas delicadas
hoy nuestra luz está en la ventana
reverbera en la aldea de navidad
en estos mismos días las sirenas
chirriaban desde los barcos perdidos en el mar
fue también para mí anuncio de miedo
de que el mal me doblegara de repente
en el cuarto más grande tú dormías
perdido en el sueňo el niňo reclinado
él era claro como son los otros
nacidos en la paja en estos días
tú eras morena como las muchachas
que se asoman a los pozos en Palestina
pero la casa trae olores grasos
que manchan sus juguetes de madera
en los humos calientes se hunden las horas
¿quién me lleva al viento, a los ribazos hondos
al frío matorral, el más apartado
donde jugábamos entre las bellotas?
volví un día entero a Castilla,
el gran convento entre las encinas
la lluvia arrecia negra e insistente
pero la luz en mí como desde el retablo
que aclara los nichos, arde en los cristales
la gente de la que vengo se disuelve
y muere en otro sitio quien me sostuvo
en mis primeros pasos en las Cesane
raramente los veo en los entierros
el tiempo que rechacé yo también lo vivo
mi madre dice que ya le fallan las piernas
ya no está la abuela que era inmortal
yo todavía sueňo con el viaje
la fuga que recomienza
Diciembre de 1989