Poesía joven de México: Jimena Jurado

Presentamos a la poeta Jimena Jurado (Cuernavaca, 1991). Ha colaborado con poemas, ensayos y reseñas en revistas como Tierra Adentro, Revista Penumbria, Hýbris Magazine, Revista Himen, entre otros. Tiene un canal de YouTube llamado ThePoemTube donde comenta sobre literatura y libros. También formo parte de Libros before tipos, colectivo que difunde el trabajo intelectual femenino.

 

 

 

 

Las nadies

 

I

15 de junio 1998

 

Te busco en la repetición del día,

cuando la lluvia arrecia y ​mancha las ventanas:

tú te quedabas absorta escudriñando

la violencia invisible de las hojas,

la transformación del polvo.

 

Ahora la tarde estalla como tú, se apaga,

se escapa del recuerdo

en estas manos tocándome,

más amarga,

cada vez más cerca

de mi muerte y la tuya,

cada vez más lejos del principio.

 

 

 

II

3 de abril 1997

 

Te busco en la cintura del sendero

por donde caminaste esa mañana

—no sé si habrá sido agosto o invierno o siempre—

y te perdiste con tu madre,

te encogiste en la tierra ya sin fuerzas:

las piernas casi rotas, el gesto desprovisto

de quien ya no ve su casa al final de la pradera.

 

Te busco,

miro a un lado, al otro,

a ver si encuentro

la piel de las naranjas que esparciste,

después de succionar su último ámbar.

 

Y silbo, la reverencia del bosque te silba,

reverbera y te busca.

Pero tus huellas se hundieron con el cieno,

este errar en círculos, el musgo,

la andanza de otras huellas,

las mías.

 

Tal vez tú también te perdiste buscándome.

 

 

 

III

Carta abierta

 

Cuando no me veas más,

pero me sepas al otro lado del campo,

entrampada de flores sospechosamente vivas,

laberinto de amapolas,

no me llames,

no cruces por las sierpes que abrieron las veredas,

no atiendas al silencio del sol desposeído

ni a la disposición de su rayo señalando mi refugio,

no busques mi respuesta ni en la lluvia,

ni en las hojas hundiéndose

en lo profundo del monte,

no confundas tu eco con mi voz.

No me reinventes.

 

Olvídame.

 

Que tus gestos no dibujen mi rostro

y tus ojos no figuren mis gestos,

fantasmas de otrora;

que tu mente no entreteja,

con la sonrisa de un émulo,

retratos ni memorias.

 

Cuando no me veas más

acepta mis leyes, las tuyas,

pero si acaso no me escuchas,

tan sólo escríbete

hasta borrarme.

 

Entonces,

imitaré el paciente atisbo de la estatua,

aprenderé a dormir bajo las lilas.

 

Habré dejado de buscarte también yo.

 

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