En el marco del dossier, Modelo para armar: 62 voces de la poesía argentina actual, con selección e introducción de Marisa Martínez Pérsico, presentamos a la poeta Mercedes Araujo. Nació en Mendoza en 1972. Publicó los libros de poesía Ásperos Esmeros, Duelo, Viajar sola, La isla y la novela La hija de la Cabra. Recibió el Primer premio del Fondo Nacional de las Artes en novela en 2011 y el Tercer premio en poesía en 2009. En 2016 obtuvo la Beca Bicentenario del Fondo Nacional de las Artes en la categoría Letras. Sus poemas forman parte de la antología Poetas argentinas, 1960-1980, Ed. Del Dock y han sido traducidas al inglés y al francés.
Píldoras para la malaria, el cólera y la fiebre amarilla
un poema antiguo me indica adónde voy:
“una hiena presa con una correa, un pedazo de carne,
un poco de agua en un vaso puesto junto al fuego”
con el hocico cargado digo mis oraciones
-como una hiena-
mi bendición es mi maldición.
***
A mordiscos, dando coces
busco un árbol en la hierba
ancas rebosantes
al borde del río
rayas sobre la estepa
a mordiscos dando coces
con una pesadez que no es mía
a mordiscos dando coces
esa tarde
apacenté entre cebras dispersas
resoplando con esa
pesadez ajena
y volví a decir “dioses cebras”
a mordiscos dando coces
con el cuerpo vendado
hice movimientos inútiles
tensé músculos sanos
hasta el extremo.
***
Vi lo que vi
una jirafa con pestañas de mujer pisando
sus patas derechas a un solo tiempo
turbada, resoplando y turbada.
Una hembra a contraluz del sol
ofreciendo sus ojos.
Vi lo que vi: movimientos furtivos en la hierba
cuatro leones atraviesan la bruma
allí en la nada donde las plantas cambian
un bosque que luego es pradera
y nuevamente un bosque.
No me defendí esa noche ni la siguiente.
Vi lo que vi
cráneos de elefantes con memoria
hombres lince, mujeres con velos como murallas
una cafetera árabe en una plaza
custodiada por pastores.
Todos los animales tememos a otro.
***
Las sombras, las palabras, han cambiado
el tigre camina entre peñascos
y riscos, es príncipe del pelo blanco,
yo le digo el capitán de los tigres,
hay otros que son manchados, pero estoy
tan cerca de mí que no sé si creer en lo que veo,
si cometo un error al distinguirlo
de algunos que tienen piedras rojas en el lomo,
piedras como manchas.
A eso de las seis de la tarde
el gato hunde su cuerpo en el agua
la sangre se le agita
y la flor de la glicina se enlaza a palos secos.
***
Espero recibir hoy domingo una visita, como un gato
levantar las orejas y con los ojos detenidos
seguir el color azul, es uno de los consuelos
para mi cuerpo tan pesado como esa piedra violeta
que se mezcla con el verde en el silencio.
En días así el cuerpo arde
y vuelvo a buscar el verde hundido,
quisiera que lo oigas:
me rasco con los dientes y rasguño una manta
para convertir en sonido el movimiento de las uñas.