Poesía chilena: Vicente Oyarzún

Presentamos algunos textos del poeta chileno Vicente Oyarzún (Punta Arenas, Chile, 1992). Estudia Licenciatura en Lingüística y Literatura Inglesas en la Universidad de Chile. En 2016 fue becario de la Fundación Pablo Neruda. Publicó la plaquette de poemas El neón de la mañana (Hojas Rudas 2017). Estación Adversa, próximo a publicarse en Nadar Ediciones, es su primer libro.

 

 

 

 

 

El sol despierta las habitaciones

 

Las tablas del piso duplican el cielo raso,

repiten la operación del mar en quietud.

Cuatro metros de altura, dos ventanas:

la opacidad que no llega a un acuerdo

entre el vidrio y el ojo.

 

Se mueve en círculos la corriente que te salva

del sol y la humedad,

de este enero que se alarga como la sombra

verde oliva de una botella proyectada

sobre la mesa o luz insípida

en la que naufragan partículas de polvo.

 

La corriente esparce polen

de plátano oriental, el olor del desayuno

en las cocinerías. Crepita el aceite

de maravilla al final del pasaje.

En los cajones, se pueblan de gorgojos

el frasco de eneldo,

el arroz y otros carbohidratos.

 

Cuando cuelgas de una vista del centro

quisieras despertar de esta isla de calor

como de una larga crisis de ausencia.

Se acerca el inicio de la tarde, la pensión

vuelve a poblarse y todavía postergas

la caricia de la luz.

 

 

 

 

 

 

Artesanía

 

Caída de los paños en cámara lenta

sobre las veredas aún frías,

retazos de tela comprados

por vendedores ambulantes en calle Rosas.

 

Primer café bajo la luz matutina,

carne, fruta, ropa americana,

en los puestos dispuestos al azar

de una mañana de domingo.

 

Más tarde, el tarot de Marsella

arriba de una caja, te sitúa en el mundo,

miente buenos augurios

a cambio de un aporte voluntario

y la promesa de un favor en un futuro improbable.

 

No parece un precio tan alto

aunque lo mejor sería no deberle nada a nadie

¿Pero se puede pedir algo más

que salir de esta constante repetición

de los ciclos que ahora te impulsan

a la lectura de las cartas?

 

Señor, ten piedad de los que hacen

pequeños cambios de actitud

porque lo recomendaba el tarot

o el horóscopo.

 

La brisa del noreste se queda sin ideas,

mientras piensas una última pregunta

que se pueda responder con un sí o un no.

 

 

 

 

 

 

Más allá de los límites del lago

 

A la entrada del parque, los vendedores

rematan los últimos tamales.

Los libreros cierran sus puestos

mientras sacan cuentas en la cabeza:

los números son aves o aviones diminutos

planeando entre sus cabellos.

 

Los cirros adquieren tonos

azulados y violeta en el poniente.

Crujen hojas secas de jacarandá

pisadas en el césped crecido,

centro geográfico de la ciudad y el parque.

 

Carpas tornasoladas se acercan

a tu reflejo en el lago artificial:

Tu rostro en la superficie del agua

te parece un símbolo

cuyo significado se te escapa

y se hunde.

 

Un pez volador salta de un día a otro.

 

A unos pocos metros de distancia

cocinan asado de tira

en un carro de supermercado.

Calan el aire, capean el calor

con una caja de vino.

 

Las risas lejanas, los murmullos

y ladridos, de alguna forma,

también se reflejan

en el silencio del lago. Atardece.

 

El petricor y el olor a humo

te transportan a otro sitio,

que quisieras se trocara con éste,

cosa que bien podría suceder,

 

si te lo propusieras.

 

 

 

 

 

 

Hace poco más de un siglo este río era navegable

 

Quietud espantosa de los álamos

recortados del fondo amarillo

donde el calor nos hace alucinar.

 

El río a través de persianas entreabiertas,

bebemos de esa tranquilidad:

el reflejo del puente Chacabuco

y quienes lo cruzan trotando.

 

La corriente eleva cortinajes,

ondulaciones tardías,

perfectas como las de un vestido

sobre una pasarela.

 

Imaginar veleros

donde ahora hay retroexcavadoras

debatiéndose en la tundra

sin que nadie comprenda realmente

qué hacen allí.

 

Lejos de la costa, podemos presentirla

al menos con los ojos,

paciencia casi infinita

de naves que se balancean en el aire.

 

Hora exacta a la que se activa

el riego automático del jardín:

en el centro del ánimo una preocupación

gira como chinchinero y se aburre.

 

Permanece el rastro del calor de la tarde

en el balcón, hasta que tu mano

abre la ventana corredera y

 

los veleros siguen trayectorias distintas

hacia el estío de un océano aun por redactar.

 

 

 

 

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