Visor dedica su número 1,000 a Antonio Machado

Presentamos a unos pocos días del aniversario de Antonio Machado, una muestra del libro Estos días azules y este sol de la infancia. Poemas para Antonio Machado, que la editorial Visor ha preparado, en su título 1,000, como un sentido homenaje al poeta español. Se han reunido 85 poetas para escribir un poema con el famoso verso que se encontrara en el bolsillo el día de la muerte de Machado: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Los cuatro poetas mexicanos que a continuación publicamos, fueron los participantes de México en este libro.

 

 

 

ALÍ CALDERÓN

 

Carta a los Corintios

 

 

Soy poco, soy apenas

estos días azules,

esta legión de nadies

y este sol de la infancia,

vestigio de la ruina.

Hay campanas que quiebran el silencio

en los rebaños. Es Corinto.

Andamos por el pueblo, predicamos

la pálida esperanza, la rosa de los vientos.

Estamos solos. Nos borramos

en la memoria oculta de las cosas.

Sin rumbo solamente los perros se nos unen.

Qué más da si Daniela y todo lo demás está perdido.

Cae la noche en Éfeso.

¿No escribió desde allí el apóstol

que sería la angustia leve

y pasajera? Leo

en lo que me rodea

los signos del derrumbe.

Rebusco en los bolsillos. 

Tengo sólo palabras

que hacen arder al aire:

estos días azules y este sol de la infancia.

 

 

 

 

MARIO BOJÓRQUEZ

 

Retrato de Glafira

 

Qué leve, qué sencillo

el soplo colorido que deja tras de sí

la alegre mariposa.

 

Su ingrávido aleteo

es menos huracán

que tenue vaho o suspiro.

 

Es suave, es tibio el aire

de estos días azules

y este sol de la infancia.

 

Zozobras de su vuelo

dan maravilla al ojo

y calma al corazón.

 

Soy la flor que se abre

en la frágil penumbra de tu ala nerviosa;

si hubiera miel en mí,

sea para tu boca.

 

 

 

 

MARCO ANTONIO CAMPOS

 

Estos días azules…

 

Estos días azules y este sol de la infancia,

ah las niñas volaban de un árbol a otro árbol,

la poesía no se veía ni valía nada entonces,

el libro no se leía ni lo abría nadie entonces,

dinero no tendríamos que causara envidia,

y para vivir la calle yo huía tras la noche,

y en la calle encontraba la libertad y el sueño,

y nadie hablaba nunca del invierno o verano

porque en Ciudad de México diario nace el otoño,

y sólo supe en verdad del dolor que desangra

al alejarse en fuego el cuerpo de Graciela,

y quedé solo, en clases, el cuaderno vacío,

y alguien quiso tal vez, amigo o compañero,

decir veladamente que ya se oscurecían

estos días azules y este sol de la infancia.

 

 

 

 

ANTONIO DELTORO

 

Con Machado en Cuernavaca

 

Puede al fin encerrarse

en este tiempo

que se extiende

por unas horas

con su wiski y sus libros.

 

No va a llamar a nadie.

No irá a ninguna parte.

No responderá si tocan.

 

Está cansado de su cuerpo

y resignado a la última palabra

de lo físico,

pero estas horas quebradizas,

minadas por el tiempo,

son libres como las otras,

plenas y abiertas,

en las que nadaba y trepaba

por la alberca y las ramas;

las siente ahora

iluminándolo;

son un ayer presente:

 

nunca se han ido

estos días azules

y este sol de la infancia.

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