Círculo de Poesía ha publicado recientemente la antología En el lugar de la luz, que reúne a los poetas invitados al Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México 2018, que ocurriera el pasado mes de julio. A continuación presentamos una muestra de esta antología, así como la cuarta de forros que explica los motivos de esta publicación.
En la antigua civilización náhuatl el templo o teocalli, no sólo cumplía la función de espacio religioso o político, sino que también era el escenario en que se congregaban los poetas y en el que se entonaban los cantos. Es ahí, en el lugar de la luz, el lugar del mando, en que los príncipes se dirigían al dador de la vida, a la vez que reflexionaban sobre la belleza del mundo o lo breve de su paso por la tierra.
Así como ese espacio en que los antiguos mexicanos se reunieron, En el lugar de la luz convoca a catorce poetas de los cinco continentes. El resultado es una reunión plural de voces de los más distintos registros y procedimientos; cada uno de los poetas aquí publicados expresa, con su poesía, una manera distinta de darle sentido al mundo por medio de las palabras. Catorce caminos que, en el marco del Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México, tienden lazos a través del español y nos explican los diferentes matices de la sensibilidad de nuestro tiempo.
Mijail Lamas
Enrique Solinas
Argentina
Escrito a fuego
Uno va por la vida
como quien regresa al lugar donde se cantan
las canciones de cuna,
a paso de guerrero,
con la lanza quebrada
y una herida que nunca se termina de sanar.
El cuerpo que soporta
las mordidas del tiempo
es el cuerpo de la Historia.
Y uno va
preparado a golpear las puertas dela Casa del Orden
–las manos tan cansadas,
la sangre que corre por la vida–,
bajo el brazo
el tejido de los sueños:
tejer y destejer
los distintos caminos que me nombran.
Con un hilo brillante, con un hilo de noche,
con la sombra de un hilo que se incendia.
Así escribiré.
Y aunque caiga sobre mí toda la violencia del mundo,
y aunque la muerte me lleve cada vez más lejos,
y aunque recuerde el nombre perdido del comienzo,
así,
escribiré.
Ko Un
Corea del Sur
Línea de Armisticio
Hoy de nuevo el sol se pone
Las calladas crestas
Y valles están
Abriendo sus anchos oídos
Y el sol se pone sobre las 155 millas de la Línea de Armisticio
Cómo ansío gritar
Como un mudo, como un…
¿Qué palabras podrían quedarnos
En las aguas congeladas de las orillas del Imjin?
¿Qué quedaría en las Alturas de Baekma, en la montaña Daesung
En los cascos oxidados bajo el pico de Hyangno?
Cincuenta años de Línea de Armisticio han pasado como un rayo
En la apretada cintura de nuestro país
Han pasado en alas batiendo más rápido que el amor que agoniza
Hubo días de tormenta de nieve
En lunas altas de odio
Sin importar quién iba primero
Debieron de haber depuesto sus armas
Debieron haberlas sepultado
Bajo los gruesos copos nevados
Debieron de haberlos enterrado
Bajo los cantos largos del cu-cú
Todos estos años, las palabras fueron mentira
Todos estos años, las almas errantes de los caídos
Han anunciado la verdad
Cincuenta años de división han pasado
Hoy de nuevo el sol se pone sobre 155 millas de línea alambrada
¿Para qué canto hoy, tosiendo sangre,
Si un día debo de venir aquí de Nuevo?
No me culpes por cantar.
Hoy de Nuevo el sol se pone en silencio. La oscuridad llega sin esperarnos.
Traducción: Édgar Amador
Nii Parkes
Ghana
A medio camino
Incluso ahora
A medio camino de irme, a medio camino de regresar,
Me tienes creyendo
En las inimaginables posibilidades
Del amor sin fin
A través de la distancia lanzas silenciosas sonrisas
Como estrellas clavándose en el oscuro manto de la esperanza
Sobre mi interminable cielo azul de dudas
Y la luna creciente de mi teléfono
Susurra tu voz en mi memoria
Donde cubre el valle del siempre
Ojos cerrados, escucho el canto de los pájaros y el silbar del viento
Siento los dolorosos temblores que tu toque evocó
Y sueño lo imposible
A color
Incluso ahora
Me tienes creyendo
Que nunca es mañana
Y para siempre es posible
Que alejándome a medio camino en un mundo circular
Estoy a medio camino de regreso.
Traducción: Gustavo Osorio de Ita
Sujata Bhatt
India
Cruzando a pie el Puente de Brooklyn
Julio 1990
En Nueva York
unos niños han sido asesinados
a balazos este verano.
Generalmente se trata de un accidente.
Alguien, sin duda un adulto,
estaba destinado a ser asesinado en su lugar.
No es una guerra,
es sólo una forma de resolver algún lamentable malentendido.
Cruzando a pie el Puente de Brooklyn
una se siente alejada de todo
como si planeara en un avión
que vuela a poca altura.
Abajo, en los dos sentidos, los carros
pasan. Arriba, los cables
de acero convergen, apretados.
Los músculos en mis piernas se sienten
agotados, expuestos.
Los niños de algún modo se interponen
en el camino: Se los encuentra muertos
en el coche, en la casa,
en la cuna. A veces sucede
que el padre
estaba limpiando el arma.
Cruzando a pie el Puente de Brooklyn
he visto que hoy se está trabajando.
Reparaciones. Limpieza, ajustes
nítidos. Renovación.
El zumbido del acero contra el viento
perfora mis huesos,
atraviesa hasta mi espina dorsal.
El zumbido no termina nunca.
Pero el peor de los casos
que he leído no implicaba un arma.
Simplemente el padre, recientemente llegado de Montana
decidió alimentar
a un Pastor Alemán hambriento
con su hijo de seis días de nacido.
¿Estaba la madre realmente dormida?
Cruzando a pie el Puente de Brooklyn
me detengo, miro alrededor.
¿Qué es real en este símbolo,
en este otro allá…?
Los cables de acero se vuelven una jaula,
un santuario. ¿De quién la jaula?
¿De quién la esperanza?
En otra sección
del periódico leo
acerca del creciente problema de los refugiados.
¿Quién los atenderá?
Especialmente aquellos de Vietnam,
el tema favorito de los fotógrafos:
frágiles barcos, el delgado brazo de alguien que pasa.
¿Quién puede olvidar esos ojos?
¿Quién puede juzgar esos ojos, esa visión?
Cruzando a pie el Puente de Brooklyn
incluso en una tarde calurosa
una mira muchos corredores.
Y ahí está la vista, pues sí.
Mirando a través del agua
pienso en toda esa gente de Vietnam.
Las madres, los padres,
lo que no habrían dado,
lo que todavía darían,
su sangre, su pelo, sus hígados, sus riñones,
sus pulmones, sus dedos, sus pulgares,
para llevar a sus hijos
más allá de la Estatua de la Libertad.
Traducción: Mario Bojórquez
Consigue la antología aquí