Un poema de Czesław Miłosz

Presentamos un poema de Czesław Miłosz (1911-2004), poeta, traductor y ensayista polaco, hoy que se cumplen 14 años de su muerte. En 1980 ganó el Premio Nobel de Literatura y  actualmente es considerado uno de los poetas europeos más destacados del siglo XX. La magnífica traducción es de Octavio Paz.

 

 

 

 

Carta a Raja Rao

 

Raja Rao, cómo quisiera saber

la causa de esta enfermedad.

 

Por años no pude aceptar

que el sitio en que estaba era mi sitio.

En otra parte estaba mi lugar.

 

La ciudad, los árboles,

las voces de los hombres,

no eran, no estaban.

Vivía en un perpetuo irme.

 

En algún lado había una ciudad real,

árboles reales, voces, amistad, amor, presencias.

 

Atribuye, si quieres, este caso peculiar,

al borde de la esquizofrenia,

a la mesiánica esperanza

de mi civilización.

 

Infeliz bajo la tiranía,

infeliz en la república:

en una, suspiraba por la libertad,

en otra, por el fin de la corrupción.

 

Construía en mi alma una ciudad,

permanente, la prisa desterrada.

 

Al fin aprendí a decir: ésta es mi casa,

aquí, ante la lumbre del crepúsculo marino,

en esta orilla frente a la orilla de tu Asia,

en esta república moderadamente corrompida.

 

Raja, nada de esto me ha curado

de mi pecado, de mi vergüenza.

La vergüenza de no ser

aquel que pude ser.

 

La imagen de mi ser

crece gigantesca en el muro

y aplasta mi sombra miserable.

 

Por eso creo en el Pecado Original,

que no es nada sino la primera

victoria sobre el yo.

 

“Atormentado por el yo y por él engañado”

te doy, ya ves, un fácil argumento.

 

Te oí hablar de liberación:

idéntica a la de Sócrates

la sabiduría de tu guru.

 

No, Raja, yo debo empezar

desde lo que soy.

Soy los monstruos que habitan mis sueños,

los monstruos que me enseñan quién soy yo.

 

Si estoy enfermo, ¿quién puede decir

que el hombre es una criatura sana?

 

Grecia tenía que perder, su pura inocencia

tenía que hacer más intensa nuestra agonía.

 

Necesitábamos a un Dios que nos amase,

no en la gloria de la beatitud: en nuestra flaqueza.

 

No hay alivio, Raja,

mi suerte es agonía y pelea,

abyección, amor y odio a mí mismo:

orar por el Reino y leer a Pascal.

 

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