Presentamos una muestra de Joana Medellín Herrero (1991). Poeta, sembradora, activista por los derechos de la tierra y feminista. Miembra activa y fundadora de la Colectiva Hilanderas. Tiene dos poemarias publicadas Mi Rubik y Recetas para vivir en el incendio editadas por Ed. Verso Destierro y Ed. Althaea, respectivamente.
Derrumbe: Receta #3
Derrumbe,
gozo de la extravagancia
revolcándote
en los ácidos jugos
de la linealidad.
Desesperarte
porque eres atravesada
por el choque del impulso sináptico
y el toque rítmicamente cardiaco
dislocándote, alocándote.
Caen las piedras de la histeria
al filo de la montaña que soy.
Torcedura de sangre
en las cumbres de la carne.
Zumbido que repica en las alas
de la consciencia.
Parodia paradigma
de la matruska que me habita.
Radico en complejidades cósmicas,
cómicas y dramáticas,
espirales que me brotan
como agua disonante.
Bullicio que retumba,
se ahueca,
significando el desparpajo
de saberme despierta,
repitiendo el día,
la rutina de seguir luchando,
en el nuevo habitarme
desde la soledad.
A sabiendas de que siempre hay alguien,
que me chupa las gotitas saladas
que se escurren por las belfas
de gata tuerta
y se quita la sed
y la suciedad
del impuesto individualismo
en la existencia absurda
del occidental que avanza
en velocísimas naves de piel blanca
deshidratando las negras venas
del planeta flotante
donde habita mi especie
en rotación inconsciente
y cuya única señal de progresión,
no progreso, progresión, no progreso,
es la luz del sol y la luz del sol
en la luna reflejándote.
Aullido que troza la noche
como fruta madura golpeando el suelo
cuando escuchas los pasos del tiempo,
dislocándote, alocándote.
En esta repetición insomne
que arranca los cables.
Soy un edificio con la alarma
de incendio siempre prendida.
Resonante como flujo de cascada
que se pule en la pileta de la calma.
Disfruto la caída del instante.
Soy, progresión, no progreso,
progresión, no progreso.
Conjunto de actos que me significan y
nunca se repiten
aunque sea hija de la rutina.
Deleite del desorden.
Mientras caigo no caigo.
Micro-macro biótica
soy todas las magnitudes,
ingrávida atravieso
los designios del oráculo
que insertó un betilio en mi frente
para amanecer mujer humana.
Bípeda que tiene de lava el sexo,
y prende y apaga los volcanes
renunciando a comportarse.
Soy, densa, no pesada.
Los meñiques de mis pies
reconocen el arraigo
y la naturalidad de esa condición
al andar descalza.
Transformo quien soy en vértigo
para recordar que la caída libre
es la mejor amiga del poema
y zafarse de la combustión idiota
reside en desbarrancarse.
Continuar calendárica
el rugir de un océano que ladra
su continuo romperse
de burbuja en burbuja
para volver desarticulada
a la húmeda útera de la marea.
Saberse progresión, no progreso,
progresión, no progreso.
Una aguja atravesará mi lengua,
zurcirá con el hilo de mi pelo
hexágonos tridimensionales,
sabré entonces
que mi cabeza
es una colmena.
Mil ideas abejas melifluas danzantes.
Sabré que me fui a dormir humana,
tranquila, domesticada
y amaneceré salvaje.
Quiero…: Receta #5
Suscribo mi vida a un verso renovable
porque no estoy dispuesta
a ceder una letra de lo dicho arriba.
Porque estoy dispuesta a sentir la
irrigación sanguínea
en cada parte de mi cuerpa.
Inmovilizarme,
construir 1000 escafandras
romper millones de veces el cascarón
y revelarme
con tentáculos y cola de cochino,
con alas de avispa,
canto de guacamaya.
Porque sé que no estoy dispuesta
a ser la misma
después de todos los yos que pasan
y se quedan esperándome
con ojos de perrito llorón
y gritan que por favor
pueda regresar a mí
y deje de construirme,
yos que se ensucian las manos
con empujones ante los que no cedo
empujan y empujan
para que caiga ciega
en los abismos de la cotidianidad,
que me mienta
y tema de estar viva
porque quiera seguir en la seguridad
de lo que se conoce
pero sé que no estoy dispuesta a morir
sin haber cambiado
ponerme ojos de murciélago,
boca de merolico,
gangrena en cada brazo que me brote
porque escribí algo nuevo
y quiera negarlo,
porque cada día
quiero escribirme mejor poema
para no añejarme en la obnubilación
de mis ideas.
Suscribo mi vida a un verso renovable.
Porque no importa gastar mi carne,
ni callar, ni que me callen,
no me importa el exilio familiar,
la dicotomía del universo,
el sufrimiento eterno.
No me importa caminar
mientras tiento el mundo
y me pincho las ingenuidades
guardadas en la costura de las dedas.
Llorar hasta deshacerme diario.
¡Que me lo quiten todo!
Los zapatos, los reflejos, la memoria,
mi biografía, los amigos, las mascotas.
Que se queden con la cuerpa,
empaque que se pudre en el olvido.
Lo único importante es la apuesta
a la Litertortura porque así
como nos construye nos deshace,
así como nos imagina nos deshace.
No tengo miedo.
Me levanto todos los días de mi cama,
pienso en Natalia muerta,
pienso en Juan Carlos muerto,
huelo las fragancias de mi patio en la
chiclosidad del tiempo…
y pienso en lo infalible
que debo ser como poeta,
mientras las colas de mis gatas
dibujan signos de interrogación
a las dudas que viven y vivirán
en mis sesos.
Leo mis pasos sobre los pasos
de quienes ya caminaron
las calles que descubro nuevas.
Pienso en los libros de mi librero,
en las baratijas con las que lleno
la vacuidad de mis pensamientos,
en las rememoraciones
de otras más valientes,
en la destrucción del planeta,
en los signos que aparecen en los maizales,
y la hipotenusa de mis especulaciones,
en mi computadora yéndose a la mierda,
en mi celular sin la llamada que me
lleva al éxito de vida pagada,
en las melodías
que no van a volver a sonar,
y el eco de las voces
que sólo viven en nuestras cabezas,
nuestros queridos “pepe grillo”
que nos siguen susurrando
la pinche moral que NO ME IMPORTA,
no me importa. No tengo miedo.
Quiero mi vida poema renovable
para perseguir la inmortalidad.
Manjar: Receta #14
Preparé un manjar de arañas
comida para mis trescientas almas, para aprender a hacer redes, admirable trabajo
del que trabaja para esperar,
como yo
cuando me siento
en los rincones de la suerte
a contar bichos encostrados en mis tejidos:
1, 2, 3, 25, 43…
Me reinvento
Me conjuro
Me secreto
Me ritual
para volver pulsante
a fosforecer de versos
la saliva vieja
un nuevo poema
que reviente el camino de los ecos.
Asumo mi sendero pesadilla
y atravieso el bosque de la Yagá,
jinetes de los cuatro elementos
corren alrededor de mí.
Yo tumba abro la tierra de mi signo,
canto toda la noche sobre mis huesos.
Reviven abrazados a la tierra del
desierto, yo poseo:
Las venas del alba y el ocaso,
todos los rojos fuegos del sol.
Soy el agua que se quema
cuando los hombres
levantan los ojos al cielo
y dicen: Estrella,
guiño de los creyentes,
me dicen Dios.
Soy mis hermanas,
Soy las 7 vergas,
Soy gata en la jaula de mis libertades
que cada que construyo se quiebra.
Me evaporo,
Me decanto,
Al mundo mudo moja mi voz.
Me desvisto de telas blancas como la
albúmina de los ojos
por siembre obturados
por siempre olvidados,
pues es muy fácil sentarnos frente a
nuestras obsoletas
conclusiones sobre el caos,
pero yo me despedazo desde adentro
hacia más adentro,
y me niego al engranaje de la
repetición inmóvil:
No, ya no, ya no, ya no, ya no…
Rómpeme la cara, Palabra,
arráncame los dientes,
ahógate en mi boca,
saquea mis cuevas
pedregales porosos.
Rómpeme la cara, los puños,
que nadie me pronuncie.
Me estoy quemando.
Soy yo en un balido.
Soy yo en un tachón del texto,
como a puños montones de vacío.
En la blanquitud del cielo
soy la flor que van libando las abejas
tintinean de oscuridad
sus alas mis pétalos policromos,
se arrojan a mi pecho
y chupan mi polen.
Dentro de la luna enterré mi ombligo,
es mi madre,
le pido su pozo
de emociones en vértigo,
abrazo sólido de sus manos cráter con
uñas de metal,
tiene en sus ojos la pupila del sol,
en su iris hace calor.
Soy la que se llena de gente
que se repite mientras se despedaza:
No, ya no, ya no, ya no…
Yo soy la que está queriendo.
Dentro de mí,
sólo hay voz en desgajo,
ruta que se fractura
por el filtro
de una consecución de ventanas:
Puras teorías,
lucha de facebook.
Me levanto de mí,
mínima,
transparente,
gota de agua,
juego con Filosofía
a que persiga el lápiz…
Ahí, están los caramelos de lo cotidiano.
Me siento equivaler
al hueco del posmodernismo
llena de incertidumbres,
sólo el grafito es mi amigo,
por favor, Palabra,
rómpeme la cara.
Palabra abeja acéfala,
picoteando mi carne en flor,
peleas contra avispas encrespadas,
tiras moléculas de todas densidades
para tratar de
hundirlas = hundirme,
que se alejen de la colmena donde
llevas la pulpa de mi madre
volando aún sin cabeza.
Me moriré el día que me trague
el silencio,
cuando quemen todos mis poemas.
El silencio será mi casa.
La muerte serán los muebles
que le decoran.
Aún ahora:
Yo soy la muerte.
Yo soy la casa.
Yo soy el silencio.
Yo soy las olas
que rompen en maremotos,
voluntad fantasma
de los tornados
que anegan mi raíz,
pero aún no puedo huir,
así que por favor,
por favor, Palabra,
abeja,
tierra,
luna,
estrella,
Rómpeme la cara.
Receta #19
Quiero hundirme
o en su defecto…
Aceptar la flotación insonme
como quien se resigna
al hediondo jarabe
para bajar la fiebre.
Desguanzar cada articulación
que me puebla las carreteras óseas.
Acariciar el ansia
como a un gato arisco.
Mientras hunde las garritas
en el regazo frío inhabitable.
Quiero serenar la rabia.
Guardarla en una cajita y visitarla
sólo de cuando en cuando.
Lamer las paredes del encierro
en que me he metido
a voluntad de carcelero.
Oprimirme los botones
del desconcierto.
Reconocer que lo mío
nunca ha sido
reconocer el techo,
como a los árboles,
es un concepto que no me cabe
en la cerebrita de hojarasca
que me habita el cráneo.