En Poema para leer un viernes por la tarde, nuestro editor, el poeta Mario Bojórquez, nos propone la lectura de Tristitia, de Abraham Valdelomar (1888-1919), poeta peruano que también escribió novelas, cuentos, piezas teatrales, ensayo, crónicas y una biografía. Su figura es constantemente ligada a la de César Vallejo.
Abraham Valdelomar es quizá el antecedente más señalado de Los heraldos negros de César Vallejo, siempre deseó el poeta de Trilce contar con un prólogo de Valdelomar a sus poemas, cosa que no ocurrió, pero sí logró conocer y entrevistar en Lima a quien consideraba su maestro. El soneto alejandrino que presentamos tiene una estructura de tres cuartetos y un dístico al modo de los sonetos en William Shakespeare con su rima cruzada o serventesia y que en el modernismo iberoamericano fue recuperado en autores como Almafuerte, ofrece un desarrollo del discurso con los cuartetos y logra con el dístico un remate sentencioso. Este es un modelo con casi la misma estructura del posterior y más conocido poema de César Vallejo, Los heraldos negros: verso alejandrino con cuartetos con rima en las pares, dejando sueltas las impares y el dístico se transforma en verso único. Este poema, Tristitia, que nos propuso considerar para este viernes nuestro querido poeta peruano Miguel Ángel Zapata, es de una lucidez y de un dulce dolor doméstico de inexpresable emoción que nos hace volver “los ojos locos y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada.”
Mario Bojórquez
Tristitia
Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.
Dábame el mar la nota de su melancolía;
el cielo, la serena quietud de su belleza;
los besos de mi madre, una dulce alegría,
y la muerte del sol, una vaga tristeza.
En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado, del mar,
y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;
mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar.