«Borrar las huellas» y otros poemas en prosa, de María Rosa Lojo

«Borrar las huellas» y otros poemas en prosa, de María Rosa Lojo.

 

Presentamos en Círculo de poesía una selección de poemas en prosa del libro Esperan la mañana verde, que fue traducido en 2015 al francés como En attendant le matin vert por Bernardo Schiavetta y Cristina Madero y editado por Reflet de lettres (Francia) en el marco del Programa Sur de Apoyo a las Traducciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina. Este libro recibió el Premio Internacional de Poesía Antonio Viccaro 2017 en Quebec y fue presentado por la escritora durante el 33º Festival Internacional de Poesía en la ciudad canadiense de Trois-Rivières.

Esperan la mañana verde fue inicialmente publicado por El Francotirador Ediciones (1998) en Argentina y más tarde reunido en el volumen colector Bosque de Ojos por Sudamericana (Buenos Aires, 2011), con imágenes de Leonor Beuter. Sus miniaturas poéticas han sido catalogadas tanto bajo el rótulo de «poesía» como de «microficción lírica» y se trata de una producción desplegada a lo largo de veintisiete años. A este propósito, la escritora ha declarado que «La entonación, la atmósfera, el lenguaje metafórico, el ritmo, el imaginario todo, han sufrido cambios inevitables» y que «El título [Bosque de ojos] no es casual, porque el eje de la búsqueda pasa por la mirada. Ojos miopes que se instalan en el ángulo dislocado, la dimensión suplementaria, la perspectiva insólita desde la cual se desautomatiza la percepción (Shklovski) y el lado oscuro se hace visible por relámpagos o destellos».

Sobre Esperan la mañana verde, Nélida Salvador ha dicho que «con mínimos trazos descriptivos que van amalgamando reminiscencias e inesperadas revelaciones, estos poemas en prosa de María Rosa Lojo logran situar dentro de un círculo mágicamente iluminado los repetidos sucesos del acontecer cotidiano. Hechos incomprensibles, transmutaciones prodigiosas que parecen surgir de tiempos remotos o de ocultas vertientes de la memoria, establecen de pronto sutiles ramificaciones entre las experiencias concretas y la irradiación de la fantasía. Los hábitos ancestrales de la herencia familiar marcan inevitablemente un camino a seguir (…) Entre los vaivenes de esa atmósfera ambigua abre la poesía de María Rosa Lojo perspectivas distantes y cautelosas. Convoca recuerdos y premoniciones, desde una voz anterior a la palabra, y busca descubrir con lúcida mirada las incesantes variaciones de un mundo que regresa siempre a sus orígenes».

Lojo nació en Buenos Aires en 1954. Su padre era un gallego republicano que decidió exiliarse en la Argentina tras la Guerra Civil (recomendada la lectura de su Mínima autobiografía de una exiliada hija). Es escritora e investigadora. Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeña como Investigadora Principal del CONICET. Además de sus relatos y de su producción académica, su obra publicada en castellano incluye cuatro libros de poema en prosa/microficción. Se ha destacado en el campo de la ficción histórica, en particular en el género novela. Su página personal es www.mariarosalojo.com.ar

A continuación presentamos cinco poemas en prosa seleccionados por Marisa Martínez Pérsico como aportación integrada al dossier Modelo para armar: 62 voces de la poesía argentina actual (2018).  

 

 

Afuera

Ella camina en la casa de la memoria. Va ordenando las habitaciones, cambiando los objetos de lugar, cerrando las cortinas de un salón donde todos los soles eran hirientes. Cuando nada se mueve del lugar que las manos le asignan, ella cierra las puertas con dulzura, sale al espacio exterior de la noche baldía y aúlla mirando a la luna, en el jardín que borran las malezas, temblando.

 

 

El títere

Se mueve para complacer a los otros, como todos los desamparados. Hará cualquier papel menos el propio. Será la abuela rezando junto a la ventana un rosario hecho con bolitas de ojos que vieron al Señor; será el padre que murió con rebeldía, esperando que cambiasen para él las leyes de la Tierra; será la madre que antes de envejecer se dobló como un traje de fiesta y se guardó en un cajón, para que no la sacasen a vivir. Será la mujer que gobierna sus hilos de marioneta y lo retira del escenario cuando termina la función y le canta canciones de cuna y lo acuesta, con piedad, junto a sus hijos.

 

 

Borrar las huellas

Ella avanza en la casa de la mañana borrando huellas: el roce de los labios sobre los vasos, la marca de las suelas sobre pisos brillantes, el peso y la respiración de los cuerpos en las sábanas que se retiran. Luego se mira en el espejo del cuarto y se limpia la cara con las manos. En la luna serena sólo esas manos quedan, inmortales, ensayando los gestos que hacen al mundo volver a su principio.

 

 

Transparencia

Todos los atardeceres la mujer se sienta en el patio de la casa. Si alguien la acompañara vería como su cuerpo se vuelve transparente al compás de la sombra. Primero surge un mapa encendido de venas y de vísceras, luego, más abajo, una población de huesos huecos por donde el viento corre como un golpe de música. La mujer sonríe y levanta un brazo en la noche incipiente. Unos minutos más y se apagará el resplandor del hueso iluminado por canciones remotas y ocultará la piel el color de la sangre. Cuando todo concluye, ella guarda la silla bajo el alero y vuelve a la cocina, llevándose el secreto de la transparencia del mundo.

 

 

Ciertas herencias

Ella acaricia sus herencias inofensivas, sedosas como una piel: una almohada de terciopelo donde la oración de las abuelas se arrodillaba, una trenza roja que vivió en una cabeza de quince años, insolente como una carcajada en el lugar de los muertos, un mantón de Manila que las antepasadas se ponían para cantar. Y la almohada se corre bruscamente para mostrar un pozo desconocido bajo la rótula, y la trenza le rodea el cuello, mordiéndola como una boca de amante, y el mantón la envuelve y se la lleva, enseñándole alas para salir al mundo.

 

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