Poesía chilena: Rosabetty Muñoz

Presentamos la serie “Misterios dolorosos” de la poeta chilena Rosabetty Muñoz (Ancud, 1960). Los textos pertenecen al volumen En nombre de ninguna. El año 200 recibió el Premio Pablo Neruda y el 2012 el Premio Altazor de las Artes Nacionales.

 

 

 

 

Misterios dolorosos

 

(Verás órdenes de ángeles

ejércitos de mártires)

 

 

Fue violada a plena luz del día.

La oímos gritar que la dejen morir

la oímos repetir con gesto agrio

que no es suyo eso que le crece dentro.

Se golpeaba contra los muebles.

No comía para no alimentarlo.

 

El miedo no la dejaba hablar

las piernas le temblaban.

Su novio no quiso contenerla

por eso tomó el medicamento,

uno que usan para apurar

el parto de las yeguas.

 

Dio a luz a un niño la noche del sábado

lo dejó en un balde y al otro día

lo arrojó al patio

donde los perros se dieron un festín.

 

Con diez años ya está embarazada,

sometida por el conviviente de la madre.

Ella sabía de los abusos

pero amenazó a su hija.

La madre sabía          La madre sabía.

 

Esperó que terminara de golpearla

esperó que la violara otra vez

esperó a que -saciado- se durmiera

para devolver sus caricias

con el dedo filoso del hacha.

Después tomó a los niños de sus ojos

y remó hasta llegar a la única luz

prendida entre las sombras:

la casa de la madre.

El viejo fuego del hogar

 

La mochila goteó toda la mañana

mientras estaban en la biblioteca.

 

Fue así.

Abrieron mis piernas al punto

de sentir el crujido de huesos.

Primero la espina dorsal

luego lo demás pieza por pieza.

Con mis propios ojos lo vi.

Juro que incluso del agujero de la boca salió un grito.

 

El paisaje interior ha mudado

como banderas gastadas las membranas

flamean sobre la huella recién abierta.

Se ha trenzado para siempre el goce

con el aliento desesperado de la muerte.

 

Si escondo las frazadas debajo de la cama.

Si tapo el colchón con el cubrecamas.

Si envuelvo la guagua con una toalla.

Si la meto en la mochila.

Si me pongo el uniforme.

Si parto a clases, como siempre.

Si camino despacio.

Si nadie me mira.

Si

 

En vano la llamé en vano

Esperé leche brotando de su pecho

Un impulso negro me arrebató la voluntad

Y me abrí camino desplegando cuencas.

poros, orificios para recibir.

De un túnel a otro.

Presentí el placer de los lamidos

Pero las manos alrededor de mi cuello.

 

Dios quiso que siguiera buscando

porque ya se iba. Pero se quedó

y escarbó con su gancho.

Ahí pinchó una bolsa

y cayó el cuerpecito.

 

 

 

 

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