Charles Bernstein sobre el tono

Presentamos, en versión de Deni Itzel Becerril Figueroa, un texto del poeta y crítico norteamericano Charles Bernstein sobre el tono. El texto aparece antologado en Atlantic Draft an Anthology of Poetry and Poetics, editado por James Byrne y Robert Sheppard en la editorial inglesa Arc.

 

 

 

 

Prefacio al tono de la poesía

 

 

Aquí está el tono.

            Oscuro y espeso.

            La confianza que el hombre está vendiendo, pero no una lista de bienes: el tono en sí.

            Sólo esto y nada más.

            El tono es la mancha sucia, la suciedad y el hedor de una mancha viscosa. El tipo de poesía que quiero es como cuando no puedes sacar el tono.

            La poesía es la cosa con plumas (ataduras) alquitranadas, como en el “sistema” de Poe de alquitranar y emplumar (paternalizar). El tipo de poesía que quiero inutiliza el trabajo.

            Un nudo de verdades.

            Este es el escándalo de la poesía. No el único sino los muchos. No los muchos volviéndose uno solo, sino el único volviéndose muchos. (El aspecto precede a la esencia de la misma forma en que el propósito es un perfume e ir tarde a la escuela una bendición).

            “No soy gran poeta, sino un poeta por el placer de serlo” me dice Diego Maquiera un día soleado de primavera en Santiago. “Soy alguien que desaprende”, respondo. De vuelta en Brooklyn en lo profundo del otoño.

            La política de la forma poética es ninguna política en absoluto. Pero es la única política que no puede ser arrebatada, el cartílago del cuerpo poético.

            ¿A quién engaño?

            Principalmente a mí mismo, ese es a quién. Así que sigamos, golpeemos a ese caballo muerto hasta que nuestra cara se ponga azul o verde de la envidia o sólo silbemos viejas melodías que creamos en el tono oscuro de la noche. Hasta que el ritmo se vuelva vivo, si no para nosotros para esa parte de nosotros que ya no reconocemos.

            Ningún hombre es sí mismo, ni siquiera para una isla.

            Tampoco ninguna mujer.

            (La obviedad es el duende del sentido común).

            No puedes representar lo que no puedes pensar y pensar no es nada cercano a lo que es hecho. Lo que se hace se deshace en el giro de una frase o de una imagen pegajosa. El pasado está tan perdido como nuestro amor lo está, como nuestro amor lo estuvo.  El tono ontológico (una sacudida o tambaleo metafísico): aquí/no aquí; escuchado/no escuchado; aprendido/ desaprendido. Golpeando suavemente y luego es todo lo que puedes distinguir. La abstracción es el sueño de la figuración, así como las líneas son una forma de marcar el tiempo hasta que la sentencia termina.

            Las melodías no escuchadas son demografías celestiales. Incluso si no puedes poner tu dedo en ellas puedes fingir que cuentas.

            Vas al club en la tarde sólo para ser golpeado en la noche. ¿Por cuánto tiempo ha pasado esto? Hay más de una forma de esquilar a una oveja, pero sólo una para detenerse.

            La ecopoética es la resonancia no lineal de un motivo

Más allá, es la sensación de una alusión en la ausencia de la alusión. En otras palabras, el eco que persigo es un blanco: una sombra de una fuente ausente.

            Una red de espacios de alto.

            Incluso mis explicaciones necesitan explicación; mis comentarios, elucidación; mis prefacios, brillo; mis sombras, sombra. (La verdad, tengo miedo de mi propia sombra).

            Este libro empieza por entrelazar hilos, de metáforas para la abstracción y representación a las poéticas del disentimiento cultural. El L=E=N=G=U=A=J=E da una base histórica y de archivo para los ensayos, a veces, especulativos.

            El tono es el sonido de la poesía. Pero el tono también es el ataque o la aproximación. El ángulo.

            El tono es el sentido del registro.

            Los poetas captan mi atención por su tono: Prefiero los cables vivos a las llantas reencauchadas. En la segunda sección del libro proporciono una serie de cuentas de tales tonos “más perfectos”. (El poema como un esquema conceptual, las poéticas como estafa o escoria). Esto es seguido por una serie de conversaciones que reproducen y extienden (enredan y arrugan) mis hilos hasta que, en la última sección, terminan en una especie de lamento. (La ecopoética son encuentros dialógicos críticos. La parataxis es la arena de los excluidos).

            El libro concluye con un tono salvaje (bajo y afuera) por la estética, la cual, aún, espero golpee los acordes de respuesta.

            El valor del tono de un poema no está en las palabras, sino en lo que las palabras le permiten al lector. Tan valiosos como son los poemas por sí mismos, este valor es eclipsado por lo que pueden fomentar en la experiencia perceptual/conceptual intensificada.

            Entonces hay que involucrarnos.

            Tú y yo quizá nos referimos a la misma cosa, pero la cosa no es la misma. (Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él).

            Tomemos el juego entre nuestras manos en vez de convertirnos en su juguete.

            Por ejemplo, ¿qué ocurre cuando te das cuenta de que los demonios bajo nuestros pies tal vez no sean el problema, que Satán está vestido como si fuera San Miguel? El problema no es la identificación con los oprimidos, sino el reconocimiento de que incluso el mejor de los ángeles es un ángulo diabólico (dialógico).

            Pero algunos preferirán maldecir la luz en lugar de sacarla.

            ¿Es un error creer que mi confianza en el error es un error?

            Un espejo es mejor que la mayor parte del arte.

            Me agradan los poetas que son bateadores de embrague. Que pueden batear la bola fuera del campo.

            Puntos anotados…Bases cubiertas… Es el final… Es…

 

 

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