Presentamos, en el marco del dossier de poetas peruanas, preparado por Osman Alzawihiri, algunos textos de Katherine Medina Rondón (Perú, 1994). También es artista visual. Ha publicado: Murmullos y volantes(Aletheya, 2012), Amor en cuatro actos y otros cortejos (Casatomada, 2013), Mínima celeste (Transtierros, 2016), Disidencia (Cascahuesos, 2018) e incluida en la muestra dinámica de poesía latinoamericana Tea Party III (Cinosargo, 2014), Antología XXII Enero en la palabra (Gobierno Municipal de Cusco, 2018) y Memorias del 28° Festival Internacional de Poesía de Medellín (Prometeo, 2018). Ha presentado la muestra pictórica bi-personal “Comisura” en el Centro Cultural Casa Blanca (Arequipa, 2016) y participado en diversas muestras artísticas colectivas. También ha colaborado en revistas tales como: Destiempos modernos, La ira de Morfeo, Delirium Tremens, Redacción Popular, Letralia, Palabras Diversas, Lucerna, Travesti Fanzine, El Corsé, Caleidoscopio, Verboser, Ojo Zurdo, Fórnix y Ulrika. Actualmente se desempeña como redactora de la sección cultural del semanario Vista Libre.
También fuiste el sueño de mamá
Recuerdo la primera vez que vi a Harrison Ford en la Tv
tenía once años e incluso entonces comprendí
que él ni nadie sabría cómo amarme jamás.
Los días iban pasando a media ración, sin importancia,
porque el olor a durazno tocaba la casa
con sus alegres ojos verdes
y el tiempo no era, como hoy,
una debilidad numerada
siempre de paso, agotada, fugaz.
Pienso en Harrison Ford como un fornido carpintero
o un vendedor de marihuana
al que le tengo que enseñar las bragas
porque en este país no se fía, todo cuesta,
incluso el amor que engendra 500 versos inútiles.
Ahora entiendo como
empecé a cavar mi propio agujero,
suspirando como un fuelle,
cediendo, hasta que otro hombre
abandona tu cama
y aprendes a omitir
“te quiero” y “no te vayas”.
Pero hay cosas peores en la vida que lo que uno deja atrás,
el presente, por ejemplo
atrapada en una humilde habitación
cuando la burla de la madre es un poema
que empieza a caerse desde el primer verso.
Imagen capturada en movimiento
Dance me through the curtains that our kisses have outworn
Raise a tent of shelter now, though every thread is torn.
-Leonard Cohen-
Danza sobre mis pliegues
un espejismo dilatado
incapaz de disiparse.
Puedo olerlo, sumergirlo en una larga ducha
llevarlo conmigo a tomar una copa
para que los comensales de la mesa contigua
atestigüen con envidia
que mi vida
no es solo una larga pesadilla,
que ha sido agujereada por un germen de dicha.
No importa la noche que acabó mal,
ni sus ganas de partir.
Su imagen no es más suya
como tampoco es mío el miedo de sentirla cerca,
recibir la respuesta de aquella carta que no llega,
que posiblemente no llegará a mis manos viva
o que se incendia mientras busco otro cerillo.
Yo sigo siendo yo, pero su imagen
ahora es papel, para siempre fría.
Alba
Su rostro será capaz de conjugar todos los nombres
y al verlo por primera vez,
un ave se pondrá de rodillas
y volará marcada con la sangre primigenia
ahuyentando de la caja de pandora
a los espectros ahogados,
para recibir en sus llamas a un sueño vívido
un cinco de diciembre a los veinte años.
Entonces, Eva se convertirá en el eco
que braman las llanuras
y los ojos podrán empañarse
carentes de viejos filtros,
de aquel amasijo surgirá una canción
como un naufragio al pie de una cuna.
Diáspora
¿Existes? ¿Existo yo?
¿No seremos la misma persona?
¿La propia vida hablando consigo misma?
un enfoque independiente y apartado,
un ser espejado que respira aprisa
arrojándose el pensamiento solitario,
la sombra de la muerte disfrazada
que acompaña cada registro de mi vida,
el exotismo en el humano ruedo
como una planta de la misma semilla
que florece en dos extremos diferentes de la Tierra,
un diente de león que al soplarlo se dispersa
hacia direcciones inesperadas,
una rama que se extiende bajo las escaleras
y que debe ser cortada porque en ella
la realidad se derrama.
El día en que intenté asesinar a Mr. S.
Nadie sabe por qué me pongo violenta
cuando las ranas tocan el tambor.
¿Será la alineación de los planetas
omi brújula sin meridiano?
Nadie sabe por qué cruzo el puente al revés
y torturo a los conejos hasta que confiesen
o salten por el precipicio con un poema en el cuello.
Nadie sabe por qué cogí un cuchillo
y quise atravesar la yugular de Mr. S.
con un tajo perfecto,
ni por qué en un pestañear
se firmó la paz en los estuarios.
Nadie sabe si queda miel en la cocina
o si las moscas se siguen haciendo
las mismas preguntas
al enterarse de un llanto en el tejado.
Una puerta
Llegará el día en que abrirás una puerta
y me encontrarás tendida en la cama,
garabateando versos bulliciosos
que pedirán dejar de ser presos
del cuaderno amarillo,
o quizás sentada en la silla del diablo
—cuarenta y un grados, trece minutos, nororiente—
con el ojo derecho sujeto al caballete.
Y sobre todo
besarás la cicatriz de mi frente
despojado de la piel cansada
para escuchar cantar bajo el parqué
al insecto de oro,
y dejarás en la mesa la llave,
y me acostaré sobre tu pecho
para poder abrir una puerta.
Ménière
No hay a quién imputar por el llanto. Nadie te dijo puta,
son las voces que edifican un presidio en tu juicio.
El hombre que atiza el nebuloso respiro del presente no existe
más que en el astillero que visitas cuando sueñas.
Nadie te obligó. Tú escogiste arrastrarlo a su domicilio cuando estuvo ebrio,
las injurias y porrazos que recibiste para que no golpee al taxista
es solo la confusión que hiela de pavor los hospitales.
La sombra de su madre no te gritó embustera, ni te mandó a casa sin un cobre.
Nada vulneró tú ánimo. Esa presión en la sien no existe,
el temblor que estalla en el duramen de tus órganos
es una ilusión, otro cuerpo flotante suspendido en tu campo visual.
Las imágenes que descienden con furia
son una respuesta que se ha inflado con exageración.
Nadie ahogó tu luz. Siempre fuiste bien amada.
Murciélagos
Ha llegado el tiempo de los murciélagos
y la ancestral incomprensión
de que mi cuerpo es solo un cuerpo,
y nadie se muda en él;
solo asienta un nuevo inquilino,
cuyo abrazo ciñe mi nicho cual oruga
y se envuelve de balas verdes y amarillas,
tan rancias y desgastadas
que se evaporan con el sudor del esfuerzo
de haberme abierto las piernas
como a una virgen hacendosa.
Y me pregunta si nos veremos de nuevo.
¿Cómo negarle la muerte a un suicida?
No me atrevo siquiera a tocarlo,
a respirar cerca de su cuello,
ni pasar mi afilada lengua
sobre el azul de su mirada abatida.
Y creo que es enorme
por superar los rencores
de haber sido traído a este mundo
sin consulta previa,
y a pesar de todo,
al escribir estas líneas,
he tenido que asesinarlo.
Poema Pop
He amontonado tu nombre
pero esta terrible maldición
de no poder escribir poemas de amor,
estrujar el papel, expectorarlo
y maldecir este pobre oficio
me descompensa,
como el óxido de las sillas
o el olor a trementina
desde la habitación
donde ahora te recuerdo,
y tus manos ansiosas
buscando en mi cuerpo
el botón de encendido
para que mis palabras se conviertan
en cursis carteles de “acción poética”,
pero no puedo hacer mucho para complacerte
más que cambiar los posters de mayo del 68
por personajes de la Escuela de Birmingham
y tomar un gran sorbo de mate
pensando en que ya nada me impide estar a tu lado
y caer rendida en la cama
e imaginar mis manos en tu bragueta,
escena frecuente de habitaciones al paso.
Y vuelvo a traicionarte pensando
en comuneros exhaustos y minas informales
pero tus frases me vienen a la mente como post-it
con largas brechas de silencio
que acomodo sobre mi pecho
y te dejo penetrarme, ronronear en mi oído
y cargar mis demonios
pero vienen en seguidilla-violentos
cual comerciales publicitarios
y siento que las personas leen nuestras vidas
como si cada tropiezo saliera en periódicos chicha
¿y todavía somos, todavía eres? sin serlo.
De costado abrazo tu espectro,
te abotono la camisa
y me pongo el cuarzo al cuello
para marcharnos juntos de esta habitación
desde la cual te recuerdo.
Caída libre
Que nadie nos diga que es muy tarde,
que el juego ha sido amamantado con mi vergüenza,
que es hora de despertar,
que somos la piedra que desgasta el tiempo
que la mesa está servida y que el cáñamo no florece en las tuberías,
que la duda de nombres contiguos se aviva
cuando te ocupas con oído presto a restaurar la calma en mis pupilas,
que el deber nos tiene encallados frente a frente
y la verdadera felicidad se me escapa en un nostálgico recuerdo de infante,
que debemos separarnos,
que debo doblar mi boleto y abordar el vuelo de las hojas,
sin el beso que gritaba antes de superar la barrera.
Vocecita
Y si tal vez esa vocecita que me hacía brincar
reír
sollozar
se cansó de mi sordera temporal
y se fue corriendo
tras una mejor persona que habitar
o se quedó en algún peldaño
de las 37 gradas que conducen
a mi pequeño refugio,
y si tal vez se suicidó de pena y algún día
una lágrima la encontrara colgada
de una pestaña
¿Qué sería de mí?
¿Qué me quedaría?
quizá vender mi sonrisa por una rupia
a algún fulano de tal
y vagar con la esperanza de encontrar
en el mercado de pulgas
una tímida y económica vocecita
que me diga tal vez, en vez de no
y permiso, en vez de hola.
Pink Moon
Pink, pink, pink moon
el verano del 2009
aporreando mi cerebro a las 3 am,
la imagen mental de testículos vacíos
llenando mi útero por seis semanas,
la sangre corriendo por mis piernas
como si escapara de un cuerpo podrido
y las toneladas de hierba con las que
se empaña la memoria.
Por un segundo me figuro como Van Gogh
en una institución mental
dibujando la indefinida figura
de mi lobo estepario
porque hoy no existe placer
de varón ni de mujer que me satisfaga más
que una copa de whisky besándome los labios
y vomitar la culpa
en un recital de poesía de algún bar y gritarle
a los espectadores, maniquíes y fantasmas
que soy un títere en este paraíso de espectros.