En Poema para leer un viernes por la tarde, nuestro editor, el poeta Mario Bojórquez, nos recomienda leer un poema de Antoni Marí, que pertenece a Han venido unos amigos que en 2015 publicó Círculo de Poesía y Valparaíso México. La traducción del catalán es del propio Mario Bojórquez.
Han venido unos amigos, de Antoni Marí (Ibiza, 1944) es un relato lírico desde la convalecencia pasada en el retiro, donde la experiencia de la enfermedad es una forma de recuperación del alma doliente. La obligada soledad conduce las reflexiones por una ruta afectiva que también es un regreso a la más profunda identidad, estar solos nos permite reconocer aquello que nos daba una confirmación en la vida. Este libro de poemas, que trasciende las características del género lírico, es un descenso a las galerías empolvadas de la memoria personal y nos confronta con los síntomas inmediatos del dolor físico para obtener una visión de nuestro propio ser siempre desconocido.
Mario Bojórquez
Han venido unos amigos
VIII
Tres meses ya que estoy en este lugar abierto,
altivo y solitario, y, a pesar
de que con frecuencia luce el sol,
y que veo el mar, expectante entre los bosques,
parece que nunca llega la claridad;
pero no lamento estar aquí,
por más que tampoco podría escoger
otro lugar en el que guarecerme.
Tres meses ya, aunque parecen siglos,
el tiempo que llevo aquí, acompañado de una nada
que lo llena todo y que me hace sentir
el vacío interior y el vacío
de todo lo que me envuelve y que se va.
Por eso agradezco las visitas de los amigos,
que procuran que me olvide de mí
y de cuanto me obliga a estarme quieto sin moverme.
Esta tarde, desde muy lejos, ha venido
un hombre osado y atrevido
que escribe lo que llaman poesía,
y me ha leído las últimas canciones que su numen
le dictó al oído.
Para él, la vida es un milagro.
Un milagro que la vida de las cosas sea cierta.
Un milagro que esté presente él en un vivir
donde todo es primigenio, nuevo y originario.
Como él dice: “El misterio de este mundo es que exista,
que yo esté a tu lado y que me escuches,
que oigas lo que digo y que lo entiendas.
Que los astros corran por el cielo y que esta tierra nuestra
se mueva siguiendo un orden justo y comprensible,
y que todo ocupe el lugar correspondiente.
“Es por ello, por haber reconocido
el orden de este mundo
por lo que hago lo que otros llaman poesía;
para celebrar ese orden en el que estoy comprometido
y que da sentido a todo lo que hago
y puede dar sentido a lo que los hombres hacen
y que se instaura más allá de las cosas del mundo:
la naturaleza, el cielo, la ciudad y las casas, las calles
y los caminos que llevan a las casas, la luz del día
y la oscuridad de la noche. Por eso paso tanto tiempo
tratando de allegar en el poema lo que veo, lo que pienso
y todo lo que contemplo.
Y el poema recoge el sentido del mundo,
la proporción y la correspondencia
que cada cosa tiene con todas las demás
y lo muestra con las palabras, con el ritmo de la lengua,
con la cadencia de los sonidos
y con el canto de la música y las voces.
Por eso no distingo las palabras de las cosas,
y el vínculo de las cosas con las ideas,
y las ideas con el lenguaje de las cosas
y con la unidad de todo.”
Me admira lo que dice el poeta:
que valiéndose del lenguaje consigue olvidarse de sí.
Olvidarse del lenguaje y de sí mismo;
no es él, con su nombre y su identidad, quien habla, dice,
sino el lenguaje quien se expresa
con indiferencia de sí mismo y como si traspasara su persona.
Me dice: “La poesía rompe el hábito de la vida,
la costumbre de vivir, la rutina de esperar, de respirar,
de estar expectante a todo lo que pasa.
La poesía rompe las obligaciones, los deberes,
lo que el tiempo amontonó sobre las espaldas de todos;
te libera de los compromisos, las citas, los acuerdos;
y te olvidas de la vida como la vida se olvidó de ti
y de lo que te concierne.
El ritmo de la poesía es otro, distinto al de la vida,
si es que la vida tiene un ritmo.
Tiene el ritmo que la existencia impuso a los hábitos
de los que nunca podrá liberarse
y de los que sólo la poesía te puede exonerar.
Tú, que vives solo, dices
que nada estorba las transformaciones del pensamiento;
que puedes seguir la evolución de la idea
y detenerte a contemplar el sentido de la voz y la palabra
y la música que crean cuando las dos se ajustan y conforman.
Es tan favorable tu soledad para el recogimiento,
y podrás contemplar las cosas de este mundo
sin la ayuda de las palabras con las que siempre fueron
nombradas;
y eso tal vez te permita ver lo que hay en su reverso,
y cómo dan nueva forma a las cosas del mundo,
y de qué modo enseñan a vivir.”