El jueves 25 de abril a las 19.30 en Kalima Montevideo, esquina Durazno y Jackson, se celebrará una recital poético de poesía uruguaya y argentina contemporánea. Entrada libre y gratuita. Como anticipo, una pequeña muestra de los protagonistas de la lectura.
Julieta Lopérgolo
Julieta Lopérgolo nació en Rosario, en 1973. Es Licenciada en Letras y en Psicología. Publicó el poemario Para que exista esa isla, por Postales Japonesas (Córdoba). Más lento que la noche, su segundo poemario, se publicará en junio por la misma editorial. Actualmente vive en Montevideo.
Por última vez
había que subir a la terraza a destender
tu ropa.
Había que ver cómo algo tan simple
nos hería.
Esa mañana contraria a las demás
la forma de tu cuerpo ondulaba en la soga,
el aire envejecido,
empastado de nada,
todo lo que no.
Queríamos decir mañana y no,
cielo celeste no,
ni vamos,
ni en un rato.
Lo único importante era esa ropa paralela
a la certeza enorme de tu muerte
en los oídos.
Podríamos haber velado directamente
la ropa tendida,
abrazados,
mientras soplaba ese viento desacostumbrado de junio
sobre el techo inocente de tu casa.
*
Mitigamos la belleza con nombres,
como si nos curara enfermarnos de eso.
A la espesura de los bosques
la llamamos verde,
oscuridad,
mitos de casas de los árboles;
al polvo de la tierra, humo.
Decimos nervaduras
a las venas quebradas de las hojas,
sangre al color de la respiración.
Llamamos mar
a la deriva persistente del agua.
Llamamos a lo que no habla
con este miedo.
*
No viene una palabra a comparecer,
un latido,
una excusa.
Nada.
No hay perdón
para lo que no se comete.
El perdón es del tiempo
que clava estacas
en la carne de los días.
Horacio Cavallo
Horacio Cavallo nació en Montevideo en 1977. Es narrador y poeta. Ha publicado más de una decena de libros de poesía, narrativa y literatura infantil. Con algunos de esos libros obtuvo el Premio Anual de Literatura de Ministerio de Educación y Cultura, el Premio Literario Municipal, el Bartolomé Hidalgo y el Morosoli de Bronce. Participó de diversas antologías, tanto en poesía como en narrativa. Y de encuentro literarios en diferentes países de América. Su blog es www.horaciocavallo.blogspot.com.
Hijo
En poco tiempo mi hijo cumplirá diez años
y no ha aprendido a andar en bicicleta.
No hay nadie más culpable que su padre
¿Qué pudo estar haciendo
que no supo enseñarle a equilibrarse,
a mantener el bajo de los pantalones
lejos de la cadena,
a cultivar los primeros callos
en donde nace cada uno de los dedos,
para arrancarse los pellejos
en las tardes aburridas de la escuela?
¿Qué sabe de uno mismo quien no tuvo
que llegar desde lejos
mirando una cubierta destrozada?
Midas
I
Dionisio lo premió con un deseo
por su hospitalidad. Él pidió oro.
No escuchó hablar de Ícaro o del toro
con cuerpo de hombre que mató Teseo.
Quiso volver dorado el Mar Egeo
—La historia no lo cuenta pero un coro
de borrachos se la ha enseñado a un loro
que la repite por Montevideo.
pero se volvió viejo en el intento,
atorando palomas con miguitas
de diez quilates en alguna plaza.
Perdido todo: la mujer, la casa
sentado silba a puro descontento
haciendo de las lágrimas pepitas.
II
Mi mujer, la sirvienta, dos vecinas,
la heladera, el portón, y los espejos,
El parral, el jarrón, los diarios viejos,
el rosal, el malvón, las cinacinas.
Las latas de ananá, las de sardinas,
los anteojos y los catalejos.
El balcón, el parqué, los azulejos,
y un blíster olvidado de aspirinas.
Todo se vuelve barro con el tacto.
El método es de Apolo. Lo delata
su venganza anterior, más redituable.
Dejo el fangal oscuro, irrespirable,
y me baño en el Río de la Plata,
volviéndolo marrón con el contacto.
Melisa Machado
Melisa Machado nació en Durazno en 1966. Vive en Montevideo. Es poeta, periodista, escritora, analista de arte y terapeuta. Publicó los libros de poesía: Ritual de las Primicias (Ed. Imaginarias, Montevideo, 1994), El lodo de la Estirpe (Ed. Artefato, Montevideo, 2005), Adarga (2000), Jamba de Flores Negras (2006) y Marjal o Animal (2008), reunidos en Rituales (Estuario, Montevideo, 2011), y El Canto Rojo (Ed. Sediento, México, 2013, y Ed. Ellerstroms, Suecia, 2015).
1
Yo remaría contigo hermano,
vuelta sobre ti sin muertos ni manzanas.
Con dedos de niño y migajas de pan
volcaría tu cuerpo sobre tierra blanda.
No habría oleada de piedra,
sólo tu piel lustrosa como lomo de perro
y las brillantes fauces mojadas.
2
Llevo la piel atada en jirones:
las raíces atascadas,
colgadas como una estola.
Uso el rostro marcado,
tengo suelto cada diente:
bailan en mi boca como un puñado de piedras.
Llevo la boca saturada por un vino exquisito,
brebaje rojo:
áspero rezumadero de mis tajos.
Labios abiertos más allá del grito.
Y aún no es bastante.
Dios levantó la piel de mis huesos,
dejó los pómulos ventilados,
las venas expuestas,
perseguidas por la sombra de una extrema delgadez.
El hierro quemó como plancha
y tuve olor a brasa y a carne asada al mediodía.
Fue la quema de todas mis edades.
Sepultada ante siglos de arena
cubrí los costurones con empastes de hierbas.
Acaricié hasta el hartazgo los duros bordes de las heridas.
Profané su obra en honor a mí.
Esculpí mi rostro para arrebatarme
después
ante el reflejo de sus ojos.
La piel se secó,
se estiró,
se volvió blanca.
Demasiado apremiante mi deseo quedó exhibido ante las bestias.
Recibí grito látigo fiera
Fui desmesurada:
bruja inmóvil,
atroz maleficio de mis juegos.
Acabé metida en una hoguera
vuelta al revés
devorando uno a uno
los pequeños huesos de una rana.
VI
Anoche me despertaron los pómulos endurecidos.
Me espantó mi propia cabellera:
ráfaga imprevista,
líquen desmedido.
Lejos, un corazón de almendras.
Me crecían uvas en la boca y mis palabras eran bruma.
Me eché a temblar: larga, delgada y poseída.
Y llegué hasta allá
y jugué conmigo
como se juega con un animal dormido.
Sellaré ahora mis vocales.
Reconozco el odre de mi miel.
(Me miran de noche sus ojos de hígado).
Álvaro Ojeda
Álvaro Ojeda nació en Montevideo en 1958. Poeta, periodista, narrador, crítico y letrista. Algunos de sus libros de poesía destacables que lleva editados a través de más de treinta años son Ofrecidos al mago sueño (1987), Alzheimer (1992), Substancias de Calcedonia (2002), Luz de cualquiera de los doce meses (2003), Toda sombra me es grata (2006), Aceptación de la tristeza (2011), Desnudo (2012), Criaturas abandonadas (2012) y Esta mano podría condenar a Marat (2017).
El víspero de Bizancio
Recordaba aquel sueño brevemente
un yermo un erial una salina
estos espacios dije
podrían contener la fuga del ocaso y sus misterios
el perfil que las murallas urdían en el Cuerno de Oro
sus trueques imposibles
y espejar con breve ala el fugaz cautiverio de la noche
entonces dije
¿quién movería la tensa cuerda del incensario?
Sobre las cosas en el Hades
Viven legitimadas en la victoria
como un trofeo antiguo repetido en la carne.
La pavorosa revolución
“en la orquesta sonó el último tango”
impropio fin para la escueta cifra
oculta en frases en cadencias en notas
la quieta recepción la impuesta muerte
¿dónde vagar entonces?
¿a qué escándalo tiende tanta impávida sombra?
¿flor oculta o vencida?
Pavorosa en amorfo caserío de espuma
Una bala maciza tiene sed de estipendios.
Marisa Martínez Pérsico
Marisa Martínez Pérsico nació en Lomas de Zamora, Buenos Aires, en 1978. Poeta, narradora, investigadora y profesora universitaria radicada en Italia en 2010. Sus poemarios: Las voces de las hojas (1998), Poética ambulante (2003, Edición antológica), Los pliegos obtusos (2004, Edición antológica), La única puerta era la tuya (2015) y El cielo entre paréntesis (2017). En 2017 se publicó su antología Después de la ceniza por El suri porfiado, Argentina. En 2018 se publicó su novela Las manos en la madre, por RIL Ediciones (España/Chile).
25 de octubre
A pesar de la herida, te llamarás amor.
Porque a los hijos bastardos
igual se los bautiza.
La trapecista de Escher
Tambalea
en la acrobática cuerda del deseo.
Langostas de papel pegadas a los muros
que rompió a arañazos para sostenerse de algo
mientras él la quería.
Amar es caer.
Se vive fingiendo el equilibrio.
Desarraigo
Aquí me rindo, tendida a tu derecha.
De todos los rincones del planeta elijo tu hombro
sin más norte que el sur de mis recuerdos
a pesar de esos pájaros de leche
que me arrojan de fauces al futuro
como se echa una piedra
en un estanque sin fondo.