En el marco del Día del Niño, presentamos, como una forma de celebrar el terreno alegre e inocente de los primeros años, una breve muestra de poesía donde el teme central es la infancia y su mirada repleta de imaginación.
Niño desconocido y sucio…
Alberto Caeiro
Niño desconocido y sucio jugando a mi puerta,
no te pregunto si me traes un recado de los símbolos.
Te encuentro gracioso porque nunca te vi antes,
y naturalmente, si pudieras estar limpio serías otro niño
y ni habrías venido aquí.
¡Juega en la tierra, juega!
Aprecio tu presencia sólo con los ojos.
Vale más la pena ver una cosa por primera vez que conocerla,
porque conocer algo es no haberlo visto por primera vez,
y nunca haber visto por primera vez es sólo haberlo oído contar.
El modo en que este niño está sucio es diferente del modo en que los otros se ensucian.
¡Juega! Tomando una piedra que te cabe en la mano.
Sabes que te cabe en la mano.
¿Cuál es la filosofía que llega a una certeza mayor?
Ninguna, y ninguna puede venir a jugar nunca a mi puerta.
Traducción: Mario Bojórquez
Nanas de la cebolla
Miguel Hernández
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Origen
Alejandra Pizarnik
La luz es demasiado grande
para mi infancia.
Pero ¿quién me dará la respuesta jamás usada?
Alguna palabra que me ampare del viento,
alguna verdad pequeña en que sentarme
y desde la cual vivirme,
alguna frase solamente mía
que yo abrace cada noche,
en la que me reconozca, en la que me exista.
Pero no. Mi infancia
sólo comprende al viento feroz
que me aventó al frío
cuando campanas muertas
me anunciaron.
Sólo una melodía vieja,
algo con niños de oro, con alas de piel verde,
caliente, sabio como el mar,
que tirita desde mi sangre,
que renueva mi cansancio de otras edades.
El fornicador
José Emilio Pacheco
En plena sala ante la familia reunida
–padres, abuelos, tíos y otros parientes–
abro el periódico
para leer la cartelera.
Me llama la atención una película
de Gary Cooper en el cine Palacio,
o en el Palacio Chino, ya no recuerdo.
Lo que no olvido es el título.
Pregunto con la voz del niño de entonces:
”¿Qué es El fornicador?”.
Silencio, rubores,
dura mirada de mi padre.
Me interrogo en silencio:
“¿Qué habré dicho?”.
La tía Socorro me salva:
”Hay unas cajas de vidrio
en que puedes meter hormigas
para observar sus túneles y sus nidos.
Se llaman formicarios.
Formicador
es el hombre que estudia las hormigas”.
Bernardo a los cinco años
Attilio Bertolucci
El dolor está en tu ojo tímido
en la mano infantil que saluda sin gracia,
el dolor de los días que vendrán
ya pesa sobre tu esqueleto frágil.
En un día de otoño que deslíe
quieto sus hilos de niebla al sol
el juego se ha acabado inesperadamente,
te ha dejado solo donde el camino acaba.
Espléndida por tantas hojas la tierra
en una noche, en que todo cuanto aquí
ha venido en un pensamiento hasta la mente
de la estación que se acerca rápida.
Tu has saludado con una débil seña
y una sonrisa cómplice, te has quedado
sombra en la sombra un instante, ahora corres
a refugiarte en nuestras ansias.
Traducción: Mario Bojórquez
Gatito muerto
Aleš Šteger
No caves en la piedra, niño azul.
Tu instrumento es romo y demasiado viejo para ti.
No caves hoyos en la tierra apisonada, niño verde.
La semilla que entierres no germinará nunca.
No cierres tus ojos, niño rojo.
Tu madre descansa entre los espinos
Y tus hermanos nunca más despertarán.
Muchos hoyos se necesitarán, niño blanco.
Muchos niños perseverantes como tú.
No acaricies al gatito muerto, niño negro.
Déjalo que duerma.
Traducción: Pablo Juan Fajdiga
Rompecabezas
Dorieann Ní Ghríofa
Por meses
no había mucho que pudiera vislumbrar
en tu revoltijo de miembros, salvo un conjunto
de sombras revolviéndose bajo mi piel.
Intraducible: mi vientre hinchado
de pronto marcado por la presión
de la rodilla o el talón, quizás un pequeño
nudillo rodando rápidamente como mármol,
quizás el giro críptico del talón o la cadera,
pero una vez que la madrugada te trajo
de aquel mundo oscuro
me pasé meses armando
este rompecabezas al final, miré
cómo el arco de tu pie ajustaba en el hueco
de mi mano, cómo tu cabeza anidó
en la curva de mi cuello. Lo supe: encajábamos.
Entonces creciste, pequeña extraña, y yo crecí y te conocí.
Traducción: Adalberto García López
Para una lección del sujeto poético
Mario Bojórquez
Pero cómo decirme, decirte, decirles,
que tengo, tienes, tienen, los ojos entornados,
si al final de los ojos, guardo, guardas, guardan,
la almendra de los días y los rotos veranos.
Pero cómo callarme, callarte, callarles,
estos silencios suyos, tuyos, míos,
si en mis, tus, sus, ojos, hay palomas abiertas
sobre campos de sangre, que yo, tú, ellos,
miran,
miras,
miro,
Fulgor de la Salamandra
Édgar Amador
Llama reptante, llama del agua
la llama se arrastra, incandesce, trepa
Quema la llama, arde con su lengua de fuego
Ardiente salamandra del sueño
que nace en la hoguera mítica
del incendio del agua
Pequeña como una mano, resbala
del panteón de los dioses a este jardín
en donde todo gira y ella está fija
en el centro del mundo.
Elogio de la infancia
Álvaro Solís
A Úrsula García de Gante
Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la lámpara, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: “ya duermo”.
Marcel Proust
¡Palmeras…!
en constante movimiento.
El patio de la casa, el camino hacia la casa
y la tormenta que agita la dureza de los frutos,
los troncos que se doblan sin quebrarse.
¡Palmeras…!
con el tiempo amarillas dando frutos secos
que se caen, que se tiran previniendo el desastre
y flores de gardenia brotando de las matas,
flores y más flores y palmeras sedientas,
lejos todavía del mar y de la arena que hierve a mediodía.
Palmeras altas y otras pequeñas al alcance de las manos,
del machete acapulqueño de mi padre
rebanando los frutos, tomando la sangre transparente de los cocos
que la tormenta precipita a la catástrofe.
El viento lanza sobre el techo de la casa
pasos indecisos de gigantes sobre el techo de lámina,
sobre el sueño que tarda en llegar cuando hay tormenta
y los cocos, las palmeras, sus brazos volando por los aires,
por los aires las hojas de la palma
cada vez más lejos hasta el patio de algún vecino
¡Palmeras…!
que resisten las tormentas pero no los rayos
¡Palmeras…!
que resisten la inclemencia del sol pero no el recuerdo
¡Palmeras! tirando cocos
aquí y allá
invisibles, silenciosas, meciéndose en el aire.
Las palmeras de la infancia aún dan frutos
que ya no alivian mi sed.
Quisiera meterme otra vez en la noche…
Roberto Amézquita
Quisiera meterme otra vez en la noche,
atajar en la higuera de mi infancia.
Quisiera meterme otra vez,
en la noche durante la noche,
en un higo que me abra la puerta
para el amor.