Poesía panhispánica No. 23: Maria Mercè Marçal

En nuestro tiempo postutópico, el tiempo de la poesía panhispánica, continuamos la revisión de la pluralidad de pasados desde la que escribimos y leemos poesía. Presentamos a la poeta catalana Maria Mercè Marçal (1952-1998). Fue Licenciada en Filología Clásica, ejerció de catedrática de Lengua y Literatura Catalanas. Publicó Cau de llunes (1977). Publicó también los libros de poesía Bruixa de dol (1979), Terra de Mai (1982), Sal oberta (1982), La germana, l’estrangera (1985) y Llengua abolida (1973-1988). Su último libro lleva por título Desglaç, y recoge su obra escrita entre 1984 y 1988. En 1994 publicó la novela La passió segons Renée Vivien. Como traductora aportó al catalán obras de Colette, Yourcenar y Leonor Fini. Fue cofundadora de la editorial Llibres del Mall y se desempeñó como parte del ala feminista en movimientos sociales.

 

 

 

Quién me dicta las palabras cuando te hablo

 

¿Quién me dicta las palabras cuando te hablo?
¿Quién me incrusta de gestos y muecas?
¿Quién me habla y actúa por mí? Es la impostora.
Me habitaba sin que yo lo supiera
hasta que llegaste. Entonces surgió
de no sé qué desván, como una sombra,
y me posee como un amante tiránico
y me mueve como el títere de una feria.
Y a menudo, en el espejo, la veo a Ella
rescatada de no sé qué ceniza.
No le hagas caso alguno cuando Ella te habla,
aunque me usurpe voz y rostro.
Y si te atranca la puerta de salida
con su cuerpo amoroso y brutal
debes matarla sin pesar.
Hazlo por mí también y en mi nombre:
Yo la llevo muy dentro de mí y no sabría
detenerme en el umbral del suicidio.

 

Versión: Marta Noguer Ferrer y Carlos Guzmán Moncada

 

 

 

Tercer aniversario

 

Hace tres años, ya: desconocidas,
cada cual con la carga, y la giba, y la sombra,
buscando un pacto, en un baile de máscaras
que alteran y duplican los espejos.
Tres años del andar, desandar, dar de nuevo
los pasos de una a otra, a menudo llegando
a idéntico lugar, una vez y otra vez
-como aquel que anduviera a tientas por el bosque
siguiendo por inercia los errores sabidos
para no figurarse extraviado del todo.
Tantas veces sorbidas por el mismo remanso
y el ovillo enredado por igual laberinto,
al tirar de ese hilo que lleva a la salida,
deshaciendo, de noche, el velo que tramaban,
de día, voluntad, razón, ternura.

 

 

Punk Is Not Dead

 

Palabras para Àngela

 

Hija oscura del fuego
inextinguible. Amor
violento del desierto:
coraje de palmera.
Ángel no, sino ángela
rebelde, sin un cielo
que perder o ganar.
Sólo, rígido azul,
la pregunta, en abismo.
Tienes agudo el filo
como astros que un alud
de unas sombras de presa, 
a sangre, desarmaba, 
y con cresta sangrante,
brutalmente, en el alba
han rearmado los gallos.
Chillan los espolones
arrancados, el miedo,
la venganza del día
que el cuchillo ha cegado.
La pena calza orgullo
de bota militar
y el mal busca las altas
torres en que colgar
la alegría-jirón
de bandera robada
al enemigo. Amor
violento de un desierto
sin espejismos. Negro
despertar de una mar
temeraria. ¿Comprendes?
Porque te vi los ojos
entrando con el paso
descalzo de tus verdes
por el bosque expoliado
sin herir el minúsculo
sueño de aquella hierba.
Porque te vi los ojos,
el horror viene a mí
como un pájaro agónico
que reclama un tributo
debido, con impúdico,
vil chantaje de amor.
Y no sé, oscura hija
de la mar y del fuego,
qué arma o qué reclamo
puede echar a este viejo
desleal del futuro.
Ni encima de qué puente
de barcas astilladas
el fuego de una ola
nos unirá en la lucha.

 

 

 

Lugar del crimen

Igual que el asesino vuelve al lugar del crimen
tras perder la memoria y el olvido
y en el umbral encuentra al que creía muerto
y se vuelve su esclavo sin saber el porqué
y se convierte en perro, y vigila la casa
en contra de la muerte, contra el ladrón ausente
que quizá le robara el precio del rescate,
así yo regresaba al lugar del amor.

 

 

 

Cuando, en pleno deshielo,
el río remonta
hacia la fuente,
y su curso sesgado se alimenta
lo mismo que un espejo
de tu faz, y apartado
de ti me lo devuelve,
convertido en tiniebla
y en deslustrado espanto…
Názcanme ojos de ciega,
unos ojos vivientes
en la punta del dedo
con el fin de leerte y no perderme
en viejos simulacros
sin contornos
que al igual que un remanso
me devoran la noche.

 

Versiones: Clara Curell

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