33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual: Circe Maia

“La noche amarilla. 33 + 1 voces de la poesía uruguaya actual” es un dossier que ha preparado Marisa Martínez Pérsico para los lectores de Círculo de Poesía. Su objetivo es visibilizar y difundir un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas, es decir, mostrar una parte de lo que acontece en la poesía oriental a partir de cuatro criterios: diversidad discursiva y/o estética, integración equitativa de poetas mujeres y hombres, integración generacional (de por lo menos cuatro promociones etarias) e inclusión de poetas que escriben fuera del país (en Argentina, Brasil, México, España y Suecia). [Lee la introducción a esta muestra aquí] . 

Leemos una selección de «El medio transparente» y otros poemas de Circe Maia (Montevideo, 1932). Premio Nacional de Poesía (1958 y 2001) y Medalla Delmira Agustini (2012). Realizó estudios de Filosofía y de Lenguas Modernas. Se instaló en Tacuarembó, donde dio clases de Filosofía y de Literatura Inglesa. Ha publicado traducciones de poetas griegos e ingleses en revistas uruguayas y  extranjeras. Algunos de sus libros de poesía son: En el tiempo (1958), Presencia diaria (1963), El puente (1970), Cambios, permanencias (1978), Dos voces (1981), Superficies (1990), De lo visible (1999), Breve sol (2001), Ayer un Eucalyptus (2001, obra traducida al inglés), Obra poética (2010, conjunto de su obra poética publicada hasta entonces), La pesadora de perlas (2013), Dualidades (2014). Sus libros en prosa son Destrucciones (1986) y Un viaje a Salto (1987). En 2009 se incorporó a la Academia Nacional de Letras de Uruguay. En 2010 recibió el premio Bartolomé Hidalgo a la trayectoria que otorga la Cámara del Libro y en octubre de 2015 recibió el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual, otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay.

 

 

 

 

 

 

EL MEDIO TRANSPARENTE

 

Lo mejor sería no pensar demasiado

en ellas, las palabras. Ellas vienen

así o de otro modo y no es tan importante.

 

Vidrios, ventanas son y habría que limpiarlas

con cuidado, por eso. No pintarlas

–¿qué verías detrás?– y no adornarlas.

 

Por mirar el adorno en la ventana

no miraste hacia afuera.

El más breve vistazo

hubiera sido al menos suficiente

para mirar la luz del otro lado.

 

Sí, esa luz de afuera

sobre un rostro que pasa.

 

 

 

 

 

 

 

RAÍCES

 

Hoy de mañana

tuvimos que arrancar unas hierbas

que creían por todas las ranuras.

Se arrancaron las hierbas

y quedaron al sol temblando las raíces

como sorprendidísimas… ¿y esto?

¿De lo oscuro a lo claro en un instante?

 

Muerte invertida, rara:

de la tierra cerrada y ciega

al ojo azul, que todo lo traspasa.

 

Abrirse a todo aire: perderse.

Soltarse a toda luz: también perderse

dicen las raíces

temblando.

 

 

 

 

 

 

POR DETRÁS DE MI VOZ

 

Por detrás de mi voz

–escucha, escucha–

otra voz canta.

Viene de atrás, de lejos;

viene de sepultadas

bocas y canta.

Dicen que no están muertos

–escúchalos, escucha–

mientras se alza la voz

que los recuerda y canta.

Dicen que ahora viven

en tu mirada

(sostenlos con tus ojos,

con tus palabras,

sostenlos con tu vida,

que no se pierdan

que no se caigan)

 

 

 

 

 

ESTA MUJER

 

A esta mujer la despierta un llanto:

se levanta medio dormida.

Prepara una leche en silencio

cortado por pequeños ruidos de cocina.

 

Mirá como envuelve su tiempo y en él está viva.

Sus horas

fuertemente tramadas

están hechas de fibras resistentes

como cosas reales: pan, avena,

ropa lavada, lana tejida.

 

Cada hora germina otras horas y todas son peldaños

que ella sube y resuenan.

Sale y entra y se mueve

y su hacer la ilumina.

 

 

 

 

 

FINAL

  

¿Cómo aprende la luz a oscurecerse?

¿Debe hacer ejercicios de opacamiento?

No quiere.

Hasta último momento la brasa late:

una chispa, un crujido.

 

El punzón del fuego no quiere

no ser mas taladro, hacerse romo.

No quiere.

 

Muy a contracorriente, contra la pegajosa

espuma de la nada

bracea, tercamente.

 

 

 

 

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