Thom Gunn: Escribir un poema

Proponemos la lectura de un texto de poética del escritor inglés Thom Gunn (Kent, 1929). Debido a sus primeras colecciones de poemas, Fighting Terms (1954) y A Sense of Movement (1957), fue asociado con la poesía de Ted Hughes, con quien publicó en conjunto Selected Poems en 1961. Después de haber emigrado a Estados Unidos a mediados de los años 50, la escritura formal y metafísica de Gunn se expandió a través del modernismo. My Sad Captains (1961) dividió claramente su interés entre el metro inglés y la silabificación estadounidense. Gunn se asentó en San Francisco en 1961, año del que data su trabajo exploratorio, con creciente franqueza, temas de erotismo, voyeurismo y deseo homosexual. The Man with the Night Sweats (1992) y Boss Cupid (2000) describen la terrible devastación del SIDA; su Collected Poems apareció en 1993. Murió en 2004. Este texto fue publicado en el volumen Strong Words. Modern Poetry on Modern Poets, editado por W. N. Herbert y Mattew Hollis, publicado en Inglaterra por Bloodaxe. La traducción corrió a cargo de Abril Leyva

 

 

 

 

 

Escribir un poema

(1973)

 

Hace unos años estaba preocupado por ciertos conceptos sobre los que quería escribir. Surgieron de asuntos reales e imaginarios tan enredados como mi vida. Era imposible, en ese momento, aislarlos en un poema. Era una asociación de ideas bastante familiar, en verdad: confianza, apertura, aceptación, inocencia. Pero los sentí tan vívidos que entre más me llegaban a significar algo, más fallaba en la tarea de convertirlos en poemas. Bueno, ya sabía que lo que había que hacer era no esforzarse, sólo tenía que seguir viviendo con esos significados, regarlos, endurecerlos, ponerlos tupidos con el detalle de la experiencia, hasta que su floración se presentase a sí misma como un hecho dado. ¿En qué sentido puedes decir que la inocencia puede ser recuperada? Me pregunté y comencé con otro poema estéril que jugaba con la figura de una casa siendo restaurada, y si hay algo que la inocencia claramente no es, es una casa. Así que al fin dejé de lado la expresión literaria y escribí sobre cosas o simplemente me di un tiempo para descansar; olvidé cuáles.

Entonces, un día estaba caminando por una colina que bajaba al Pacífico que se encontraba en una playa pequeña y parcialmente protegida. Llegué a la playa desde unos arbustos y me encontré con una familia nudista: papá, mamá y su hijo pequeño. Él corrió hacia mí muy emocionado, gritando “¡hola, hola!” con su voz aguda, y se alejó corriendo sin esperar una respuesta. Me alejé y me sentí feliz por la belleza de la escena: también tenía una especie de decoro que hizo que mi mente la recordara varias veces en las siguientes horas. Se lo mencioné a algunos amigos esa noche y a otros al día siguiente, y al día siguiente me dí cuenta de que quería escribir sobre la familia nudista. No supe más pero lo que quería era preservarlos en papel de la mejor manera, como una gran foto instantánea. Mostrar mis sentimientos por ellos en mi descripción sobre ellos. No fue hasta que terminé el poema que me di cuenta de que, entre otras cosas, había encontrado una encarnación de mi inquietante grupo de conceptos, aunque no lo sabía en ese momento.

Visto de una manera, la idea precedió a su encarnación; viéndolo de otra, los detalles precedieron a la inducción. Ninguno de los dos procesos excluye al otro, porque el proceso de escritura de un poema es algo más exhaustivo que cualquiera de los dos. Y creo que, con toda seriedad y no como una simple metáfora juguetona, también está conectado con los procesos de la magia. Es alcanzar las áreas inexplicables de la mente en las que el aire es demasiado primitivo o demasiado fino para que podamos vivir continuamente. Desde ese alcance traigo de vuelta el botín, y no siempre supe desde el principio cuál era ese botín, excepto que espero que sea valioso en términos de comprensión o como talismán, o más probablemente como una combinación de los dos, del poder racional e irracional.

Cuando vi a la familia nudista no sabía por qué me satisficieron tanto, por qué tuve esa extraña sensación de lo que llamé decoro, ciertamente, su apariencia era más que una encarnación de la inocencia y de su recuperación, aunque como he dicho, tengo que darme cuenta de que ellos también lo fueron. Pero sí sabía que tenía ciertos sentimientos claros y fuertes acerca de ellos que quería preservar, de ser posible, la experiencia que los suscitó. Cuando vine a escribir el poema, era muy importante que fuera fiel a esos sentimientos, incluso, paradójicamente, a riesgo de distorsionar la experiencia. Entonces, para mí, el acto de escribir es una exploración, un acercamiento, un acto de búsqueda de confianza para la encarnación correcta que me devolverá ciertos sentimientos cada vez que los desee. Y, por supuesto, nunca he logrado encontrar la encarnación correcta.

 

 

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