Proponemos reflectara de un texto del poeta peruano José Watanabe (1945-2007). Su primer libro de poesía fue Álbum de familia (1971) mientras el último fue Banderas detrás de la niebla (2006). En 2013, Per-Textos publicó su Poesía completa. Darío Jaramillo refiere que la poesía de Watanabe es singular debido “al ángulo originalísimo de su mirada” y refiere su poder epifánico en tanto “descubre cosas nuevas en experiencias, en relaciones, en personas, animales, cosas, que son suyos, del lector”. En su antología de poesía peruana, El bosque de los huesos, Miguel Ángel Zapata y José Antonio Mazzoti, se refieren a Watanabe como una voz disonante del ultracoloquialismo, mientras que José Miguel Oviedo, en La poesía del siglo XX en Perú, habla de que “su actitud tiende a ser reflexiva, serena, a veces con sorpresivos toques de humor popular”. El propio Oviedo nos entera de que, después de una infancia sumida en la pobreza, sus padres ganaron un premio de la lotería que marcó un “súbito cambio de fortuna”.
Restaurante vegetariano
A los vegetales se entra
con hambre de animal longevo y apacible, y lentamente
se acaba
la lechuga.
A la carne se va distinto, se ingresa a ella
con ansia orgánica, casi disputándola
como si fuera carne
del día de la resurrección, y se acaba
el bife.
Recuerdas:
para que tú vivieras
tu familia depredaba la tierra para ti,
pollos patos reses cuyes cabritos carne
para convalecer y durar.
El alimento en la boca te relaciona
con el mundo. Hay días de felino
y días de paquidermo. Hoy sean bienvenidas
las benéficas ensaladas, la suave soya y las frutas
aunque tarde:
ya cincuenta años que comes carne
y estás eructando miedo.
Pero hay días que no tienes carnes ni vegetales
sino arena en la lengua. Te explicas: tal vez has comido
una sequedad inicial, insidiosa, de pecho, y nunca
se acaba, el desierto
nunca se acaba.